"Balm in Gilead", Rickie Lee Jones (2009)


KEPA ARBIZU
Lumpen




Si es cierto aquello de que un artista, para sacar todo el rendimiento a su obra, debe haber vivido en propias carnes los temas que trata , a Rickie Lee Jones no se le podría poner ninguna pega en ese respecto. Su trayectoria personal ha tenido prácticamente de todo. Sus inicios se producen dentro de la bohemia literaria-musical de Los Ángeles. Después, de la mano de, su por aquel entonces pareja, Tom Waits, recorre el lado más salvaje de la vida. Transcurridos los años y en una época más reposada, lanza uno de los primeros y más furibundos ataques contra Bush y la política norteamericana, pasado ese momento, en la actualidad se rige por una vida familiar plácida y con la preocupación puesta en el mundo que heredará su descendencia.

Si hablamos de su música estaríamos en una situación parecida, aunque siempre con una base y con la predominancia del jazz, se ha abrazado a casi todos los estilos, siempre interpretado con su característico tono dulce de voz.

Es cierto que tras su parón en 1997, su regreso, en cuanto a composiciones propias se refiere, ha contado con la novedad de sonar algo más oscura. Y es que bien se podría decir que estamos ante tercer disco de la nueva Rickie Lee Jones. Primero fue su ataque, en forma de jazz, a la política norteamericana (“The evening of my best day”). Más tarde llegó su coqueteo místico con “The sermon on exposition boulevard” y ahora “Balm in Gilead”, un título con reminiscencias bíblicas pero creado tras una conversación con su amigo David Tibet (componente de Current 93) e inspirado en la obra de teatro, homónima, dirigida por John Malkovich.

El disco está compuesto por temas de reciente creación pero también por otros rescatados de su memoria y que a lo largo de los años, por diferentes motivos, no han salido a la luz. Respecto al estilo hay que señalar la curiosidad de que en esta ocasión el country también hace acto de aparición (estilo en el que no se ha prodigado demasiado) probablemente debido a la influencia de su coproductor y músico, David Kalish.

“Wild girl” es una mezcla de todos los estilos en los que se suele manejar la cantante, el folk, el jazz, el soul... Compendio que da un resultado muy dinámico en este tema dedicado a su hija, y que ya merodeaba en su mente veinte años atrás. La primera de las colaboraciones llega en “Old enough”. Ben Harper pone su voz en una canción que le va perfectamente, un soul-blues cálido y emotivo. El influjo de la música negra sigue presente en la misteriosa y prácticamente instrumental “The blue Ghazel”.

Es en “Remember me” donde aparece el country. Preciosa canción de una serena tristeza donde el violín, muy destacado, es tocado por Alison Krauss. Los coros cuentan con la colaboración de Vic Chesnutt, que también aparece junto a Victoria Williams para dar forma a un gospel místico y “espacial” en “His jeweled floor”. El otro tema en que se acerca al genero “campestre”, aunque esta vez más disimulado, es en la sentimental “Bayless St”.

“The gospel of Carlos,Norman and Smith” es uno de los momentos más especiales. Un ritmo de gospel-soul perfectamente sostenido con el órgano Hammond y el brillante coro de Chris Joyner (teclista de la banda) que empasta a la perfección con la excelente voz de Rickie Lee Jones. Tema dedicado a los atletas negros, y también a su acompañante en el podium, que en plena época de segregación racial en los Estados Unidos, recogieron sus medallas en las olimpiadas de México saludando puño en alto enfundado éste en un guante negro.

“The moon is made of gold” es una composición realizada por el padre de Rickie Lee Jones que le cantaba en su niñez. Ahora aparece convertida en un excelente jazz, interpretada con fragilidad pero con cierto toque sensual que hace inevitable no recordar a las grandes damas del género, Sarah Vaughan, Billie Holliday, Ella Fitzgerrald. “Boonfire” es otro tema donde demuestra toda su sensibilidad y con nada más que una guitarra de acompañamiento, construye una maravillosa melodía.

Es difícil clasificar a una artista como Rickie Lee Jones. Sería arriesgado, y creo que erróneo, catalogarla como la mejor en alguno de los palos musicales que toca, pero lo que es seguro , es que su música siempre ha estado impregnada de vida y eso, a la larga, es algo imposible de obviar y en un muy buen álbum como es éste, queda patente.