El crecimiento mata y genera crisis terminal – Julio García Camarero


SRA. CASTRO
Solodelibros




Julio García Camarero pone de manifiesto en El crecimiento mata y genera crisis terminal, la enorme falacia que encierra la idea, tantas veces repetida desde todos los estamentos, de que es necesario mantener —mejor aún incrementar— el «desarrollo» El concepto de desarrollo, difuso para el grueso de la sociedad, es el nuevo becerro de oro al que políticos y empresarios están dispuestos a sacrificar cualquier cosa, incluyendo por supuesto vidas humanas.

Tras la idea de desarrollo, señala García Camarero, lo que se encuentra realmente es la acumulación de capital llevada al paroxismo; un capital que, como es sabido, tiende a concentrarse en cada vez menos manos. Y esas manos sólo desean acelerar el ritmo de producción y consumo para asegurar el crecimiento continuo de su cuenta de resultados.

Entonces, ese desarrollo que se defiende a capa y espada desde distintas posiciones (políticas, económicas y hasta sociales), ¿beneficia a la mayoría de la población? Se puede asegurar que no. El aumento imparable de la producción y el consumo ha creado grandes fortunas, pero no ha traído la felicidad al ser humano. Antes al contrario: baste recordar que un niño muere en el mundo cada tres segundos. Y la situación se agrava, pues hasta hace unos años, la cifre era de una muerte infantil cada cuatro segundos.

Pero además de estos ejemplos extremos (que siempre es bueno tener presente), el autor pone ante nuestros ojos algo que el lector puede conocer de primera mano, como es la continua depauperación de la clase asalariada de los países occidentales. Flexibilización, desregulación, deslocalización, empequeñecimiento de un Estado que vele por la ciudadanía o desaparición del estado de bienestar, son algunas de las consecuencias que el desarrollo acarrea para la mayoría de la población.

Por otra parte, la presente crisis económica ha venido a poner de manifiesto lo perverso de un sistema económico basado en la sobreproducción y el sobreendeudamiento. Y es que las mejoras tecnológicas no han venido a liberar al trabajador, que se ve amenazado con ver aumentada su jornada a 60 horas semanales, si no a disparar los beneficios del empresario, que prefiere explotar más a menos trabajadores, enviando al resto al paro; sin embargo, sí han permitido aumentar la producción de forma vertiginosa, propiciando el consumismo, otro eslabón en la horrible cadena que nuestra sociedad arrastra.

Además, señala el autor, el funcionamiento viciado del sistema nos incita a consumir lo que no nos podemos permitir, puesto que los bajos salarios disminuyen nuestra solvencia. Y aunque el propio sistema trata de solventar el problema creando falsos solventes gracias al crédito, el parche es más pequeño que el agujero. Así la sobreproducción conduce a la saturación de los mercados, y ésta a la crisis. Y la creación de falsos solventes conduce al sobreendeudamiento, y éste a la crisis.

La crisis parece ser por tanto la meta indiscutible del actual sistema económico. Éste además está basado en el fatal error de pretender contar con recursos ilimitados en un planeta finito. La crisis medioambiental, que cada vez se hace más presente, será tal vez la crisis definitiva de un sistema insostenible (en todos los sentidos). Pero llegado ese momento, tal vez sea demasiado tarde para la inmensa mayoría.

Julio García Camarero va presentando este desolador panorama que le permite poner de manifiesto la necesidad de un decrecimiento consensuado. Es decir, la necesidad de aprender a vivir mejor con menos, así como de un reparto más equitativo de la riqueza. Una posibilidad que, una vez más, está en nuestras manos.