‘La superbe’, Benjamin Biolay (2009)



AIDA M. PEREDA
Lumpen



Benjamin Biolay, uno de los exponentes más aclamados de la nouvelle chanson, acaba de publicar un disco doble, ‘La superbe’, un trabajo desigual en estilo y resultado.

Comparado con Serge Gainsbourg hasta la saciedad y acostumbrado a salir en la prensa del corazón francesa por su matrimonio con Chiara Mastroianni, hija de Catherine Deneuve y Marcello Mastroianni, su separación parece que no le sentó mal musicalmente hablando, pues engendró un romántico y magnífico trabajo, Trash Yéyé (2007), que le dio a conocer en España. También trabaja como actor ocasional y es letrista, arreglista y productor para cantantes galos como Françoise Hardy, Keren Ann o Carla Bruni, a quien tilda de oportunista por arrimarse a Sarkozy, cuyo gobierno, asegura, es "una catástrofe terrible".

En ‘La Superbe’, el compositor francés deja a un lado la atmósfera fílmica que envolvía las composiciones de Trash Yéyé (‘Basura Yeyé’), y apuesta por priorizar su lado más electrónico. Sin embargo, no puede esconder su formación clásica como músico, motivada seguramente por su padre, clarinetista en una orquesta, que le llevó a estudiar violín, tuba, trombón, guitarra y piano. Por ello, recurre a una orquestación muy elaborada, pero que resulta excesiva, ya que los arreglos terminan actuando no como relleno sino como base de las canciones. Al final, la mezcla de elementos electrónicos y clásicos resulta no sólo barroca sino algo hortera. Por otro lado, apostaría a que los violines están hechos con sintetizador, lo que se me hace incomprensible, más aún siendo él mismo violinista.

Si entramos a desgranar el disco, encontramos como apertura una pieza homónima de seis minutos que ya deja ver los pies de los que cojea el disco: ritmo monótono y demasiada spoken word. En ‘Miss Catastrophe’, aunque incorpora un aire más jazz en la instrumentación, sigue pareciendo un rapero lírico en una canción chill out.

Hay que esperar hasta el track 5 para encontrar el primer tema interesante, ‘Ton héritage’. Una canción sencilla pero bella, donde canta tan sólo acompañado de un piano. En ella, habla del peso de la herencia personal. El estribillo dice así: “no es tu culpa, es tu herencia (...) no es tu culpa, es tu carne, tu sangre, tendrás que tirar con ello, o más bien, sin ello”.

Una de las mayores sorpresas es ‘Si tu suis mon regard’, de gran vitalidad, con un ritmo pegadizo y efectista de marcado tinte pop, que ayuda a ampliar las miras de la música en francés.

‘Night shop’, a pesar de su tono trágico, no llega a emocionar, y acaba siendo algo insípida. Lo contrario de ‘Tu es mon amour’, que bien podría ser la heredera de ‘Dans le merco Benz’ pero con un ritmo más latino que hace recordar al Manu Chao más melancólico.

En ‘La toxicomanie’ recupera la sensualidad del jazz, pero se hace patente su limitación vocal. Y ‘L’espoir fait vivre’, la canción que cierra el primer volumen, evoca los guateques de los sesenta. Muy pegadiza, pero algo socarrona.

La segunda parte da comienzo con ‘Prenons le large’, una pieza sobresaliente en la que Biolay se convierte por unos minutos en el Bono francés. Acto seguido aparece ‘Tout ça me tourmente’, una de mis preferidas junto con ‘Raté’ y 'Sans viser personne', por esa tristeza contagiosa que desprenden.

De ‘Assez parlé de moi’ mejor ni hablar, lo peor del disco sin duda alguna. En ‘Buenos Aires’, por su parte, intenta de nuevo imitar el universo musical de Manu Chao, pero esta vez sin éxito. El pop reaparece en ‘Reviens mon amour’, un tema amable . Y del resto del segundo disco, en mi opinión, no merece la pena hablar mucho más.

Mejor hubiese sido que Biolay hubiera publicado un único disco con una criba más homogénea (¡tenía 56 canciones para elegir!), pues algunos temas logran nublar la belleza, que sin duda hay, en otros. En mi opinión, los altibajos de ‘La superbe’ impiden que esté a la altura de sus anteriores trabajos.