Fellini: alegría de vivir y rodar


El cineasta, nacido hace noventa años, dejó una vida llena de grandes películas y deliciosas anécdotas. Repasamos sus mejores obras, sus momentos más inolvidables y algunas falsas leyendas que rodearon al director


RAFA VIDELLA
20 Minutos




Sabemos que hoy se cumplen noventa años del nacimiento de Federico Fellini, pero sobre su vida sigue habiendo más oscuridad que luz. Contaba haber nacido en un tren en Rímini, pero no era cierto. Su padre fue comerciante, su madre siempre quiso que hubiera sido cura y tuvo un hermano, Riccardo, con el que apenas se habló. Murió el 31 de octubre de 1993: ¿qué pasó durante esos 73 años de existencia?

Aunque insistía en disfrazarla de anormalidad, leyenda salpicada por las presuntas referencias autobiográficas de muchas de sus películas, la infancia de Fellini fue normal. Fue un estudiante discreto, muy hábil para el dibujo. Los veranos los pasaba en la casa de su abuela, días que después recreó en La strada o Amarcord. También es falsa otra leyenda que él se encargó de difundir: nunca se escapó de niño para trabajar en un circo, tras quedar impresionado por una actuación del payaso Pierino.

Dibujos y guiones

Con dieciocho años empezó a ganarse la vida dibujando viñetas cómicas para diarios locales y, poco antes de la II Guerra Mundial, se mudó a Roma para trabajar como periodista. Empezó a escribir guiones para seriales de radio y en uno de ellos, Tresillo, conoció a la actriz Giulietta Masina, con la que permaneció casado hasta su muerte. Cincuenta años, mucha comprensión y ninguna descendencia: Masina tuvo varios abortos y llegaron a tener un hijo, muerto al mes de nacer.

Fellini se adentró en el cine como negro, escribiendo anónimos gags. Al final de la guerra sobrevivió haciendo caricaturas de los soldados americanos que liberaron Roma y en 1944 conoció, por casualidad, a Roberto Rossellini, con quien colaboró en los guiones de Roma, ciudad abierta (1945) y Paisá (1946).

En 1950, con Luces de variedades, debutó como codirector, y un año después rodó en solitario El jeque blanco: ambas fueron fiascos comerciales. El Fellini director se consolidó con Los inútiles (1953), con abundantes detalles autobiográficos y muy afín, como toda su primera etapa como cineasta, al mundo de los perdedores.

Fellini se sintió director por primera vez con La strada (1954), donde tuvo que convencer a los productores para que actuara su esposa y por la que fue acusado de reaccionario: el cine italiano de la época era muy comprometido políticamente, pero Fellini huyó de posicionamientos debido a su carácter independiente. Esa libertad, además de en su cine, se manifestó con las mujeres: aunque con Masina tuvo una "monogamia a la italiana", Fellini coqueteó con toda fémina que le rodeara, aunque dicen que sin consumar sus conquistas.

Rezo por el pecador

En 1959 estrenó La dolce vita, e Italia se llenó de carteles que llamaban a rezar "por el alma del pecador Fellini". Con Mastroianni, su álter ego en Ocho y medio (1963), mantuvo una estrecha relación, acrecentada por la pasión de Fellini por las albóndigas de la Mamma Mastroianni.

Tras varias películas y dejar de fumar y conducir (lo primero por salud, lo segundo tras atropellar a un motorista), el cineasta revisó su infancia en Amarcord (1973), título que viene de "a m'arcord", "yo me acuerdo", en el dialecto de Rímini. Los setenta y los ochenta fueron tiempos tristes: su cine pasó de moda, murieron los amigos y faltaron los proyectos.

Sus últimas películas fueron tres anuncios para el Banco de Roma, y su última alegría se la dio Hollywood: el 29 de marzo de 1993, ya muy enfermo, recibió el Oscar honorífico de manos de Sofía Loren y Mastroianni. Agradeció el premio, pidió a su esposa que dejara de llorar y, a la vez que saludaba a millones de espectadores, se despidió dejando una descomunal carrera.