"Un tipo serio"


RUTH ARIAS
Cinematical





Esta es la comedia negra hacia la que los hermanos Coen han ido evolucionando. Un tipo serio es la culminación de sus vidas, con reminiscencias de su infancia en los barrios de los suburbios de los años 60, y con sus éxitos cinematográficos en los últimos veinte o veinticinco años. La película ha conseguido atrapar la magia y el sabor local que vimos en Fargo con un reparto en el que reinan los nombres desconocidos, y escala rápidamente hacia el drama de Quemar después de leer. Un tipo serio es cohesiva e ingeniosa de principio a fin. Es seria en lo que se refiere al guión, muy trabajado, lo mismo en la forma que en la función; y tampoco se les ha escapado nada en la caracterización de los personajes, en las interpretaciones o en el telón de fondo, que es al mismo tiempo tremendamente nostálgico y completamente atrapador.

Un tipo serio puede leerse como una versión moderna de Cándido. Pero más que un héroe desafortunado que permanece impertérrito ante el interminable drama que le rodea, lo que los Coen han creado es un hombre completamente perdido cuya vida va de mal en peor. Larry Gopnik (perfectamente interpretado por el renombrado actor teatral Michael Stuhlbarg) busca respuestas desesperadamente. El clásico optimismo de Cándido se viene abajo en la forma de un rabino al que consulta cuando trata de encontrarle un sentido a las cosas, y más que un sabio consejo, lo que le ofrece al protagonista es unas cuantas respuestas absolutamente inadecuadas para su trauma que no le sirven de nada.

La vida de Larry se desmorona. Su mujer Judith (Sari Lennick) le dice que necesita un divorcio espiritual, para poder casarse con Sy Ableman (Fred Melamed). Los dos se presentan ante Larry como una pareja condescendiente con él, que controlan sus problemas por su bien -Sy es el típico que está abrazando a Larry constantemente y estrechándole las manos para tratar de hacerle ver que le importa de verdad. Mientras tanto, la hija de Larry, Sarah (Jessica McManus) le roba dinero de la cartera para hacerse la cirugía estética, y su hijo Danny (Aaron Wolf) se lo roba a ella para intentar pagar una deuda con el camello del barrio que quiere darle una paliza. Pero las cosas todavía pueden ir a peor: el hermano de Larry, Arthur (Richard Kind), ha monopolizado el baño con la excusa de un quiste en el cuello, y duerme en el sofá todo el día sin preocuparse de buscar un empleo. Y la mala suerte se extiende incluso más allá de las paredes del hogar, porque Larry es profesor en la universidad, pero una serie de quejas anónimas y un estudiante asiático que trata de sobornarle para mejorar su nota podrían hacerle perder su empleo.

Hay viajes cinematográficos que requieren compromisos, en los que el público tiene que esperar para ver algo de acción, a que se pueda vislumbrar lo que va a ocurrir, donde la trama progresa lentamente, sin prisa pero sin pausa, en una especie de purgatorio cinematográfico antes de poder llegar al cielo. Pero en Un tipo serio no hay ningún compromiso: la progresión es interesante, bien ensamblada, y entretenida, desde la aparentemente disparatada introducción, localizada en una villa judía de hace un siglo, hasta la monotonía de la vida en suburbios en 1967 donde Larry Gopnik trata de avanzar.

Es 100% judía al mismo tiempo que 100% cotidiana y auténtica. En un tipo serio aparecen todas las cosas y ceremonias típicamente judías, pero lo cierto es que habla de una realidad que va más allá de la barrera cultural. Puede que no hayamos ido a una escuela judía y que no entendamos la mitad de las cosas que hacen, pero podemos comprender a la perfección la desesperación de Larry, que Danny escuche a los Jefferson Airplane furtivamente en sus aburridas clases, e incluso el desden de Judith cuando habla con Larry. Puede que él sea el héroe patoso de la película, y que irradie sinceridad, pero también es bastante obvio que está muy lejos de ser perfecto. Y esto nos lleva a la cuestión de si la vida de Larry no será el resultado de todo lo que ha hecho mal y de las veces que ha metido la pata.

Aunque lo cierto es que esa no es la cuestión. Esta no es una película de respuestas. Un tipo serio trata de la naturaleza humana y de la sociedad al tiempo que también habla de una nostalgia por los años 60. Especialmente en el tiempo de Internet, en el que exigimos todo aquí y ahora: satisfacción inmediata y respuestas inmediatas. Estamos obsesionados no con el viaje, sino con llegar a la meta, con la resolución de las cosas. Larry busca una lógica espiritual para su colapso vital, una razón absoluta, más que pararse a examinar los pequeños detalles de su vida que le han llevado hasta el lugar en el que se encuentra. Los Coen no son el tipo de cineastas que nos van a ofrecer una solución en bandeja y no hay mejor ejemplo de eso que Un tipo serio. Y esa es la verdadera cuestion: la película se explica tanto en su estructura como en el diálogo.

La película es interesante por más que por estar bien hecha. Es tremendamente divertida, lo que se hace más que necesario cuando habla de los judíos. Nos encontramos con el absurdo clásico de los Coen, sólo que más refinado que en Quemar después de leer, donde era quizás más gracioso pero no te dejaba pensando. Lo mejor de todo, en una película que habla de la miseria humana y de una mala suerte que parece no tener fin, es que Un tipo serio nunca cae en ese mundo de malestar que nos evita disfrutar de la película. Es como si tuviéramos abejas picándonos todo el tiempo, pero los Coen nos curasen rápidamente las picaduras. Seguramente no será un taquillazo, pero es buena.