Una vida entera con Elvis Presley


Le llaman el rey del rock, pero para quienes no creen ni en reyes, ni princesas, ni satánicas majestades, les vale con considerarle uno de los artistas más influyentes de la historia de la música popular. Hoy, el difunto cumple años, setenta y cinco, pero la leyenda cuenta que Elvis nunca murió


PABLO CABEZA
Gara




En ocasiones, y ciñendo los hechos a la cultura musical, surge la idea emocional de que ciertos artistas, por la razón que fuese, deberían permanecer en vida eternamente, una especie de indulto popular. A cada seguidor de la historia musical seguro que se le ocurren decenas de nombres que llevar al mundo de Peter Pan. Unos preferirán indultarles con 25 años, otros decidirán que su esplendor ocurrió a los 50 o a los 70 años (Johnny Cash, por ejemplo, podría tener tres vidas en paralelo, según diferentes claves de su carrera y Jagger otras tantas o quizá, una sola, de joven. El poseedor de la voz del anuncio de colonia Kalvin Klein debería perdurar toda la vida...).

Otro indultado tendría que ser el protagonista de hoy, Elvis Presley, nacido el 8 de enero de hace 75 años y muerto el 16 de agosto de 1977, a los 42 años. ¿Si los Beatles tuviesen hoy 18 años y nacieran como grupo, serían tan importantes y valiosos como el legado que dejaron? No, seguramente no pasarían de ser un grupo más entre los cientos de arriba, pero con buenas voces. ¿Sería Elvis Presley el rey de algo? Tampoco, pero sí un extraordinario intérprete, casi a la altura de un Frank Sinatra, dos voces merecedoras del indulto, de la inmortalidad.

Un Estado sin r´n´r

Elvis comienza a grabar canciones en 1954. El primer single contiene «That's all right/Blue moon of Kentucky» y, tras varios 45 rpm, en 1956 alcanza su primer número uno en EEUU con »I forgot to remember forget». Su primer álbum llega en 1956, que se queda diez semanas en las listas de venta como número uno. Mientras tanto, el rock and roll en el Estado no lo conocía prácticamente nadie. Elvis no se presenta a tiempo, pero tampoco Eddie Cochran, Jerry L. Lewis, Chuck Berry o Little Richard... Tendrían que llegar el inicio de los sesenta para que artistas como Johnny Hallyday o Cliff Richard, introdujeran el rock and roll. Evidentemente, tanto Hallyday como Richard eran mensajeros cercanos de lo que los pioneros estadounidenses les habían enseñado. El principal sello de Elvis, RCA, se instala en Madrid en 1953, pero las cosas en la sociedad no están para demasiados discos, por lo que las cuentas anuales no cuadran. De hecho, la discográfica no estima el mercado ibérico como viable hasta pasados los primeros años sesenta. Aquí, bajo la dictadura de Franco, la sociedad soñaba más con hacerse con uno de los primeros televisores que con un tocadiscos, circunstancia que frena la venta tanto de aparatos como de vinilos.

Este notable desfase musical entre la España fascista de postguerra y EEUU o la Europa occidental también se debe a la autarquía franquista, que conduce a la economía al desastre total desde 1939 a 1954, año en el que la renta percápita comienza a mejorar por un cambio en el modelo dictatorial económico. Además, la España de Franco apenas es como un buñuelo del Plan Marshall ideado por EEUU para la revitalización de Europa tras el fin de la Segunda Guerra mundial.

Bajo la incultura musical de un país aislado, gracias al régimen fascista del mediocre general Francisco Franco, el rock lo tiene muy complicado y la figura de Elvis, salvo privilegiados, no es apreciada con la misma intensidad que en el resto del mundo avanzado. De hecho, Presley se da a conocer entre nosotros gracias a la película «King creole», más que por sus numerosos y consecutivos singles, álbumes y movimientos de cadera.

En la actualidad, la figura de Elvis es universal. La mayoría de culturas han oído su nombre o visto alguna imagen de él. Saben que le llaman el rey del rock, pero pocos, en realidad, conocen medianamente bien su repertorio. 75 años son muchos años de desfase generacional, sus películas son como para no recuperar ni en Navidad, salvo dos o tres, y su última lustro de vida careció de interés real. Con todo, ¿hay alguien más imitado en poses, muñecos, concursos... que Elvis? Graceland, su mansión, es la casa más visitada en EEUU después de la Casa Blanca. Lleva más de mil millones de discos vendidos y su voz, al margen de posturas escénicas, es una de las más grandes que la música popular haya conocido. Las hazañas de Presley son innumerables y extrañas; no obstante, lo principal es no olvidar la revolución musical con su estilo único en los cincuenta y sesenta y la extrema calidad de sus cuerdas vocales.

Milagroso traslado

Los Presley se trasladan de Tupelo, Misisipi, a Memphis, Tennessee, el 6 de noviembre de 1948. En Tupelo, Veron Elvis Presley, Gladys Presley y el propio Elvis viven próximos a la miseria real, mientras que en Memphis (con hijos ilustres como B.B. King, Areta Franklin, Johnny Cash, Morgan Freeman y edificios como Graceland o Sun Records) comienzan a tener un leve desahogo. No obstante, en 1949, una consejera familiar del Departamento de Vivienda de Memphis, entrevista a Gladys, ante la petición de ésta de una vivienda de protección oficial. Richardson anotó: «Cocinan, comen y duermen en la única habitación de la casa. Usan baño compartido. No tienen intimidad. Necesitan una vivienda. Las personas entrevistadas son la señora Presley y su hijo. Un chico simpático. Parecen muy agradables y creo que merecen una casa...». Y la tuvieron.

Elvis era un joven tímido, regular en los estudios, pero progresa curso a curso. En las fotos de colegio, ya con sus 16 años, no destaca por una apariencia diferente a los demás, aunque llegaría. Toca la guitarra y canta en casa, pero no fuera ni para sus colegas. Su madre media para que el reverendo del barrio le dé clases, al final es el hijo de éste quien accede. Elvis es torpe con los movimientos de los dedos, apenas susurra las melodías. Ante los chicos de su calle no quiere tocar, pero sí ante las chicas, con ellas pierde la vergüenza, acrecienta su decorosa humildad.

Presley comienza a sentir atracción por los escaparates, los trajes, aprovecha cualquier local con juke-box para escuchar música, espía ensayos... Muchos músicos le conocen por ser el joven que observa y que, de vez en cuando, se atreve a hacerles preguntas sobre la espiritualidad de la música.

Red West, el jugador de fútbol del equipo All-Memphis, buen amigo de Elvis, le admira por tener el valor de ser diferente. Siempre está jugando con su pelo, nunca común, va al colegio con pantalones de vestir, los demás con tejanos. Camina como si fuese un auténtico cowboy. Cada día aquel chico proyecta que quiere ser singular. «Yo no era popular en el instituto, no salía con nadie. Incluso me suspendieron música, la única asignatura que me catearon en toda mi vida. Entonces [1953] me apuntaron a un concurso de talentos. Cuando salí al escenario, oí a la gente armando ruido y susurrando, porque nadie sabía que yo cantaba. Es increíble lo popular que llegué a ser después de aquello. Luego terminé mi formación secundaria y me gradué», precisaba Elvis.

El resto de la historia de Elvis es bastante parecida a la de cualquier músico: unas cintas, nadie las considera, más canciones: parece que tiene algo. Vuelta a intentarlo hasta que un día, por fin, Sam Philips, de Sun Records, decide grabarle «That's all right» (verano de 1954) tras una tarde donde ninguna canción de las grabadas le satisface, pero con «That's all right» descubre que Elvis puede ser único, aún no sabe muy bien sobre qué estilo concreto se mueve, pero siente entusiasmo. La cinta se la lleva en exclusiva al dj Dewey Phillips, quien esa noche no duerme pensando en lo que tenía. Al día siguiente la pincha siete veces en su programa, la repercusión es inmediata. Elvis Presley había nacido para el mundo del espectáculo y para convertirse en uno de los nombres más importantes y especiales de la historia de la música pop. Lo consigue todo, lo tiene todo: estilo, identidad, voz, atractivo... y talento sobrenatural. Muere a los 42 años hinchado como Espinete y jarto de pastillas, pero esa es otra historia. De momento, el presente es que RCA dedicará 2010 al negocio: reedición de parte de su discografía.