James Ellroy: "América no hace más que aburrirme"


Con ‘Sangre vagabunda’, el autor cierra la ‘Trilogía Americana’ que abrieron ‘América’ y ‘Seis de los grandes’


IDOIA NOAIN
El Periódico de Catalunya




La historia arranca en 1968, con Robert Kennedy y Martin Luther King ya asesinados, y acaba en 1972, tiempo (y páginas) suficientes para que quepan todas las teorías de la conspiración; un drama político, social y humano donde Richard Nixon, Edgard Hoover o Howard Hughes conviven con personajes nacidos de la imaginación –y las experiencias– de un hombre que, tanto en su literatura como en su vida, se confirma como un maestro a la hora de diluir fronteras entre ficción y realidad.

Ha definido Sangre vagabunda como un romance histórico.

-Trata de hombres malos enamorados de mujeres muy fuertes, de cambios políticos, de revolución, del estado de sueño de América en esa era. Yo pienso poco en el mundo que me rodea. No veo la televisión ni voy al cine ni leo los periódicos. Me tumbo en la oscuridad y pienso.

¿Por qué le atrae la historia reciente pero no la actualidad?

–Lleva mucho tiempo que la historia se aposente en mí y encuentro muy satisfactorio rescribirla según mis propias especificaciones. Yo tenía entre 20 y 24 años en el periodo en que transcurre esta novela. Es un recuerdo muy borroso en algunos sentidos y afiladísimo, en otros. América hoy está inundada de televisión, internet, constante cobertura de noticias, reportajes… Y no hace más que aburrirme. Yo no siento la obligación moral de mantenerme al día con el mundo, no quiero saber.

Pero, ¿se ve dentro de 20 años escribiendo sobre los acontecimientos de hoy?

–No, el resto de mi vida lo dedicaré a escribir sobre los años de América antes de que yo naciera.

¿Por qué decidió llegar solo hasta 1972 en esta trilogía?

–Ese año marca el fin cronológico de mi trabajo vital como novelista histórico. Tengo unas memorias que sacaré el año que viene, The Hilliker curse, pero luego quiero escribir una serie de libros ambientados aún más atrás en el tiempo, en una historia en la que no me he metido aún. Serán cuatro novelas históricas ambientadas antes que el Cuarteto de Los Ángeles (El gran desierto, La dalia negra, LA Confidential y Jazz Blanco).

En Sangre vagabunda es clave una mujer, Joan Klein, ¿es su personaje femenino más fuerte hasta hoy?

­–Sí, creo que lo es. Está muy basada en una mujer de la que estuve enamorado y con la que tuve relaciones sexuales. Le dediqué el libro. Ya no nos vemos. Espero que lea el libro y que se sienta honrada.

¿Cómo fue la experiencia de crear ese personaje a partir de una mujer con la que tuvo tanta intimidad?

–Fue una experiencia conmovedora basarlo en una persona real que había querido y perdido, e intentar hacer el personaje icónico, real en algunos atributos emocionales pero enteramente ficticio. La mujer real no era una revolucionaria izquierdista o una asesina.

¿Cuál es el secreto para navegar siempre en la frontera entre realidad y ficción?

–Es una audacia innata que poseo. Creo en mi capacidad de hacerlo. La ficción criminal o cualquier tipo de ficción de aventuras, intriga internacional o espionaje depende de un ridículo nivel de drama. Cuando escribes ficción histórica con personajes reales y hablas de conspiraciones a varios niveles, a altos niveles, para hacerlo todo real tu infraestructura humana tiene que ser fuerte. Los personajes ficticios como los de esta novela tienen que ser creíbles, el drama humano debe ser real. Es la naturaleza casual de las relaciones la que da validez a todo el aspecto histórico.

¿Ama escribir de personajes como Nixon, Hoover, Hughes, de los que el lector tiene ya una idea?

–Me encanta. Nixon es sorprendentemente divertido en el libro. Es una forma benigna de megalomanía poder reescribir la historia según mis propias especificaciones. Y nadie sufre. Pero lo que yo más amo es escribir sobre la persona que está fuera de la oficina del presidente con un maletín con una pistola dentro.

¿Es un reto mayor?

–Es una mayor recompensa emocional. Lo que me gusta es coger a hombres moralmente cuestionables, ponerlos en un telón de fondo histórico y llevarlos al corazón del drama, que es el siguiente: un hombre conoce a una mujer que le abre un mundo y ahora tiene que cambiar. Eso para mí es la base de todo el drama. Es una visión romántica.

Para prepararse, contrata investigadores y los envía a sitios como República Dominicana, escenario en esta novela. ¿No preferiría ir usted?

–No. Confío en mí mismo para inventar. Soy extremadamente confiado en mi habilidad para coger material en crudo e ideas y ejecutarlos.

¿De dónde cree que viene esa habilidad?

–Soy feliz en un estado de aislamiento. Soy limitado en mi curiosidad. Sé cómo mantener la concentración. Sé como ir dentro de mí mismo y sacar lo que necesito. Viajar al tercer mundo, con jet lag, acalambrado, con diarrea, es simplemente un grano en el culo, ¿no? Puedo leer, mirar un par de fotos e inventármelo.

¿Iría ahora, en un viaje de lujo, después de haber escrito el libro?

–No, sólo viajo en giras de promoción de libros. Ahora voy a Francia, quizá a Alemania, Holanda, ¡Finlandia!, Suecia, Italia, España y Portugal. Es suficiente viaje.

Aunque no siga las noticias, sabrá que viajar se ha puesto más complicado tras el intento de atentado en Navidad…

–Una amiga mía acaba de volver de viaje y me ha dicho que no es para tanto.

¿Sabía que había habido un intento de atentado?

–Alguien me dijo que alguien intentó prenderse fuego.

Intentó estallar una bomba oculta en su ropa interior.

–¿Su ropa interior? ¿De verdad? ¡Ja, ja, ja! ¿Ve? Por eso no sigo lo que pasa en el mundo.

Se le define como megalómano, superconfiado... ¿Trabaja en crear ese personaje, en poner difícil al público saber quién es usted y quién su personaje?

–Soy feliz de ser capaz de hacer lo que hago. Trabajo muy duro, escribo para Dios, escribo para la gente que ama leer... Me esfuerzo mucho. Y luego me toca salir al mundo. Soy un pobre chico de pobres circunstancias... Y doy gracias de que me haya ido bien. Tengo 61 años y la energía de un hombre joven.

Una periodista le definió como un hombre de mujeres pero un escritor de hombres.

–Hombre de mujeres sí soy, pero escritor de hombres... A las mujeres les gustan más mis obras de no ficción.

¿Cómo serán sus memorias?

–Es un volumen que acompaña a My dark places, pero es una historia separada. My dark places era sobre mi madre y su muerte, una historia de asesinato, y The Hilliker curse es sobre la fuerza mediadora de mi madre en mis relaciones con las mujeres.

¿Es Sangre vagabunda su obra magna?

–Es mi mayor libro.

¿Es el mejor?

–Sí.

¿Siempre cree que el último que ha escrito lo es?

–A veces me equivoco, pero, ja, ja, ja, a veces acierto.