"La cinta blanca", de Michael Haneke: Violencia en estado puro


Crítica del último filme de Haneke, candidato al Oscar a la "Mejor película extranjera" tras obtener el Globo de Oro a principios de este año, ganar en el festival de Cannes y recibir los premios a la mejor película, guión y director europeo de 2009




AIDA M. PEREDA
TerceraInformación


En ’La cinta blanca’, Michael Haneke lanza una reflexión sobre los peligros de una educación totalitaria, transportándonos, a modo de ejemplo, a un pequeño pueblo protestante en Alemania, donde la religión se erige como el pilar moral de la comunidad. En este lugar, a primera vista tranquilo, comenzarán a tambalearse sus cimientos cuando unos extraños altercados rompan la paz de sus habitantes justo poco antes de que estalle la Primera Guerra Mundial.

Si bien el contexto no es es cosa del azar, el propio Haneke explicaba en una entrevista que "la película no habla sólo del fascismo, sería una interpretación demasiado fácil al transcurrir la historia en Alemania, sino del modelo y del problema universal del ideal pervertido". Por lo que, sí, los habitantes de ese pueblo lucharán en el bando nazi durante la contienda, pero lo que el realizador alemán instalado en Austria trata de abordar, no es el origen de los radicalismos, ya sean religiosos o políticos, sino el nacimiento de la violencia en términos generales, haciendo hincapié en la importancia de la primera etapa del ser humano, donde se absorben e interiorizan los valores educativos inculcados en casa, en la escuela y en la sociedad. De esta manera, el director ataca a un modelo educativo estricto y represivo, insostenible incluso por los adultos, que se saltan las normas que con tanta fe quieren inculcar en sus hijos.

El título del filme, ’La cinta blanca’, simboliza la pureza y la inocencia, y hace referencia a la banda que coloca el cura a sus hijos con la intención de que recuerden en todo momento los valores dictados por Dios. De este modo, Haneke cuestiona el candor de la infancia y plantea la crueldad como condición inherente al ser humano.

La violencia tan descarnada que vertebra toda la filmografía del director de ’Funny Games’ o ’La pianista’ también está presente a lo largo del filme. Sin embargo, más que mostrarla, se deja intuir, ya que aquí, se aprecia un Haneke más contenido, tal vez en consonancia con el comportamiento cohibido de los personajes que pueblan la historia. De este modo, Haneke no muestra las escenas de violencia de manera explícita, sino que recurre a planos en off o simplemente a elipsis, que contribuyen a crear más intriga en la historia si cabe. Como contrapartida, la película contiene diálogos atroces, como la discusión verbal que mantiene el doctor con la comadrona, donde la violencia llega a límites insospechados.

El ambiente opresivo que se respira en el pueblo es tremendamente bien representado por Haneke, que no duda en filmar con un tiempo lento un metraje de dos horas y media para acrecentar esa sensación, como ya hiciera magistralmente con la angustiosa ’El tiempo del lobo’. De hecho, Haneke escribió la historia de ’La cinta blanca’ hace diez años para una miniserie de televisión en tres episodios, pero no consiguió dinero para producirla, así que ahora que decidió retomar la idea, contó con la ayuda de Jean-Claude Carrière (colaborador de Luis Buñuel) para ajustar el guión. Para ello construyen un relato de estructura clásica donde intercede un narrador, el maestro del pueblo, que irá haciendo partícipe al público de su investigación particular.

Y a pesar de que no existe banda sonora en toda la película, conocida es la pasión del realizador por la música (es director de ópera desde 2006) pero su postura de no utilizarla en el cine a no ser que su aparición sea justificada, merece mención especial la cuidada fotografía del filme. Con una estética sobria y en blanco y negro, comprendida por las coordenadas de la historia, Haneke filma unos planos austeros pero de gran belleza, de corte más teatral que cinematográfica y que recuerdan al realizador danés Carl Theodor Dreyer, con quien comparte, además de la ambientación, ese interés de los personajes por la búsqueda del bien y de la espiritualidad a través de la religión (’Ordet’, de 1955).

Una de las claves de ’La cinta blanca’ radica en la no identificación del responsable o responsables de los sucesos que asolan a la comunidad, y aunque el espectador lo deduce sin dificultad, Haneke pretende sugerir que todos (los padres, el médico, la comadrona, el cura, el conde, el maestro… ) son en realidad culpables de ello.