"The open road", John Hiatt (2010)


KEPA ARBIZU
Lumpen




La fascinación que desprenden algunos músicos no viene causada por los grandes artificios que son capaces de hacer ni por demostraciones varias. Muy al contrario, es su sencillez lo que les hace especiales y contar con la admiración del público. John Hiatt lleva casi cuarenta años construyendo su legado. Con la serenidad y sobriedad por bandera, alejado de los grandes titulares que acaparan otros, él fragua una de las carreras más admirables del rock americano.

En su cuenta está haber compuesto uno de los discos esenciales dentro del género, “Bring the family”, una muestra que debería ser casi obligatoria conocer para saber qué hay detrás de eso que llamamos rock. Al margen de su calidad propia, por el disco aparecen colaboradores de lujo como Nick Lowe o Ry Cooder. Pero no hay que pensar que Hiatt vive del pasado y de las rentas. En los últimos diez años ha estado editando nuevo material con cierta asiduidad. Y ni qué decir tiene que casi todo a un gran nivel.

Para “The open road” se rodea de la banda habitual, la que utiliza en sus giras. En esta ocasión desaparecen los componentes de North Mississippi All Stars que en pasados trabajos han hecho aparición de una u otra manera. Llama la atención que la portada elegida parece ser continuadora de la anterior, al menos del simbolismo que ella desprende, la de un hombre sencillo y solitario. Grabado en los estudios que tiene en su propia casa, su voz cada año suena más curtida y el paso del tiempo le está dotando de una gran personalidad, mezcla de rudeza y un deje soul.

En este nuevo disco se puede apreciar que muchas de las composiciones tienen un claro sabor a blues. Mientras que en otras ocasiones dicho estilo aparecía, pero solapado con otros y sin tomar presencia propia, en este caso es un ingrediente que se hace notar. Respecto a la temática que abordan las canciones Hiatt sigue consolidándose como un experto en recrear por medio de historias cotidianas, los sueños truncados de los hombres comunes y la necesidad de no darse por rendido.

“The open road” comienza con mucho ritmo, de la mano de la canción de mismo nombre, con unas guitarras chirriantes y “Haulin’”, un rhythm and blues con aire a lo Chuck Berry muy movido. “Go down swingin’” recupera el sonido más habitual de Hiatt, un medio tiempo de country rock profundo al estilo de Elliot Murphy que también lo practica en “Homeland” y “Carry you back home”. “Fireball” es de un estilo más tradicional, un country más arrastrado y sureño. “Wonder love”es una magnífica canción lenta donde destapa su herencia soul.

La parte blues de este disco comienza en el tema “Like a freight train”, ejecutado de una manera no demasiado descarnada. Más puro, dentro de este estilo, se muestra en “My baby” con un tono boggie que recuerda a John Lee Hooker por momentos. En “What kind of man” hace una sensacional demostración de fuerza blues rock.

Llega un momento en que se acaba la lista de elogios que se le pueden dedicar a cada uno de los nuevos discos que publica John Hiatt. Es encomiable la carrera que se está labrando. Sin hacer gran ruido, sus álbumes son un ejemplo del más puro rock americano.