ENZO AGRIGENTO
Hoy es arte
El Museo de Bellas Artes de Bilbao acoge la exposición El papel del Arte (VIII). Últimas décadas del siglo XIX - primera mitad del siglo XX. De Cézanne a Léger, que podrá contemplarse hasta el próximo 14 de junio. Esta institución conserva en su colección más de 6.000 obras sobre papel -entre acuarelas, carteles, collages, dibujos, grabados, pinturas y fotografías-, lo que demuestra el interés por las técnicas artísticas realizadas en ese soporte, cuya fragilidad impide que se expongan de forma permanente debido a su extrema sensibilidad con respecto a la luz y a las variaciones ambientales de humedad y temperatura.
A pesar de esa condición, el Bellas Artes puso en marcha en 2005, gracias al patrocinio de Bancaja, el programa El papel del Arte, que propone, precisamente, exposiciones monográficas dedicadas a la obra sobre papel con un doble objetivo: mostrar al público su propia colección u otras de interés, comenzando por los ricos fondos de Bancaja, y estudiar y dar a conocer al público general y a los especialistas esos mismos fondos.
En esta ocasión se presenta De Cézanne a Léger. Colección Museo de Bellas Artes de Bilbao, que continúa el itinerario cronológico emprendido en 2008 por De Goya a Benlliure. Si en aquella ocasión la exposición reunía un importante corpus de obras del siglo XIX, ahora se avanza en el estudio y exhibición de la colección del Museo mostrando dibujos, acuarelas, gouaches, grabados y pasteles realizados en el período comprendido entre las últimas décadas del siglo XIX y la primera mitad del XX.
El magisterio de dos genios
Son 115 obras de 43 artistas, delimitados por el magisterio de Cézanne y Léger, cuyas obras describen los inicios y la plenitud del cubismo, y sitúan una época de gran diversidad temática y estética encarnada aquí en las trayectorias de Adolfo Guiard, Anselmo Guinea, Francisco Iturrino, Ignacio Zuloaga, Georges Rouault, Joaquín Torres García, Ricard Canals, los hermanos Arrúe, Pablo Picasso, Daniel Vázquez Díaz, Louis Marcoussis, José Gutiérrez Solana y Oskar Kokoschka, entre otros.
El catálogo de la exposición, que ha contado con el comisariado de Javier Novo González, del Departamento de Exposiciones del Museo, reproduce todas las obras acompañadas por su correspondiente ficha técnica y comentario, a cargo de diversos especialistas.
Un poco de historia
Durante las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX en París, por entonces considerada capital de las artes, el desarrollo del impresionismo y de otros movimientos posteriores como el cubismo aportó una nueva visión artística, que, además, se vio favorecida por la consolidación del mercado artístico y, en el caso de las obras sobre papel, por una serie de avances en las técnicas del grabado.
Pero junto a esta actitud rupturista pervivió una estética academicista, caracterizada por los temas de costumbres e históricos, los retratos y los paisajes, elaborados en el ámbito del taller mediante una cuidada composición y un dibujo preciso. Como ejemplo, valen algunos artistas de esta exposición, entre ellos, Gonzalo Bilbao (1860-1938), cuyas obras aún mantienen el gusto decimonónico por los tipos y costumbres pintorescos.
Novedad formal
Paralelamente, otros artistas, destinaban sus temas costumbristas a un mercado conservador pero, a pesar del convencionalismo, aplicaban cierta novedad formal. Es el caso de Manuel Losada (1865-1949), conocido, sobre todo, por su amables recreaciones al pastel de un Bilbao pre-industrial.
Junto a esta visión anecdótica surgió otra, mucho más crítica, y que se ganó la férrea oposición de la pintura académica, encarnada de forma paradigmática en la obra de José Gutiérrez Solana (1886-1945), que presentaba, como en el aguafuerte y la litografía incluidos en la exposición, un panorama descarnado de la España de la época, heredero de la tradición expresionista de la escuela española y de la estética de comienzos de siglo de la España Negra representada por Regoyos y Zuloaga. Precisamente, en ese mismo contexto, y a pesar de su éxito internacional, también se acusó a Ignacio Zuloaga (1870-1945) -de quien se exponen dos retratos al carboncillo del pintor Pablo Uranga- de exaltar el atraso nacional.
Por otra parte, la pervivencia de la tradición academicista impidió valorar correctamente a ciertos artistas cuyos paisajes en sintonía con el impresionismo no fueron apreciados hasta bien entrado el siglo XX. Es el caso del bilbaíno Adolfo Guiard (1860-1916), presente en la muestra con nueve obras, entre acuarelas y tintas. Guiard, cuyos paisajes se encontraron en sintonía con el postulado impresionista de la pintura au plein air según el cual no es necesario cambiar de lugar para cambiar de paisaje, supo dar a sus obras cierta espiritualidad de carácter simbólico.
Bañistas de Cézanne
Entre las piezas más destacadas de la exposición se encuentran dos representaciones de bañistas de Paul Cézanne (1839-1906), considerado el padre del arte moderno por la influencia que sus ideas sobre la forma y el color ejercieron en generaciones de pintores. Buena parte de sus investigaciones fue recogida por el cubismo, aquí representado en la obra de Louis Marcoussis (1883-1941) y Fernand Léger (1881-1955), éste último con un bodegón de madurez. La esquematización del cubismo también influyó en Francisco Iturrino (1864-1924), cuyos dibujos sirvieron como para muchos de sus cuadros.
Junto a la esquematización formal del cubismo, otros movimientos investigaron las posibilidades expresivas del color, como es el expresionismo, presente aquí con una obra singular de Oskar Kokoschka (1886-1980). Por su parte, Georges Rouault (1871-1958) tomó como referencia el arte medieval. De él se exponen cuatro estampas de la serie Miserere, considerada uno de los trabajos gráficos más importantes del siglo XX.
A partir de la década de 1910 surgieron numerosos movimientos y colectivos de pintores, escultores, grabadores, ilustradores, escritores, filósofos, poetas… de gran inquietud artística e intelectual, y, entre ellos, el constructivismo de las obras de Joaquín Torres García (1874-1949).
Daniel Vázquez Díaz (1882-1969) ejerció un papel fundamental en la renovación de la plástica española de este periodo. En la muestra se incluyen dos espléndidos dibujos que retratan a los pintores Darío de Regoyos y Aurelio Arteta y tres aguafuertes de la serie Las ciudades mártires, en donde Vázquez Díaz consigue plasmar el horror de la guerra, que marcó este intenso período.
A pesar de esa condición, el Bellas Artes puso en marcha en 2005, gracias al patrocinio de Bancaja, el programa El papel del Arte, que propone, precisamente, exposiciones monográficas dedicadas a la obra sobre papel con un doble objetivo: mostrar al público su propia colección u otras de interés, comenzando por los ricos fondos de Bancaja, y estudiar y dar a conocer al público general y a los especialistas esos mismos fondos.
En esta ocasión se presenta De Cézanne a Léger. Colección Museo de Bellas Artes de Bilbao, que continúa el itinerario cronológico emprendido en 2008 por De Goya a Benlliure. Si en aquella ocasión la exposición reunía un importante corpus de obras del siglo XIX, ahora se avanza en el estudio y exhibición de la colección del Museo mostrando dibujos, acuarelas, gouaches, grabados y pasteles realizados en el período comprendido entre las últimas décadas del siglo XIX y la primera mitad del XX.
El magisterio de dos genios
Son 115 obras de 43 artistas, delimitados por el magisterio de Cézanne y Léger, cuyas obras describen los inicios y la plenitud del cubismo, y sitúan una época de gran diversidad temática y estética encarnada aquí en las trayectorias de Adolfo Guiard, Anselmo Guinea, Francisco Iturrino, Ignacio Zuloaga, Georges Rouault, Joaquín Torres García, Ricard Canals, los hermanos Arrúe, Pablo Picasso, Daniel Vázquez Díaz, Louis Marcoussis, José Gutiérrez Solana y Oskar Kokoschka, entre otros.
El catálogo de la exposición, que ha contado con el comisariado de Javier Novo González, del Departamento de Exposiciones del Museo, reproduce todas las obras acompañadas por su correspondiente ficha técnica y comentario, a cargo de diversos especialistas.
Un poco de historia
Durante las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX en París, por entonces considerada capital de las artes, el desarrollo del impresionismo y de otros movimientos posteriores como el cubismo aportó una nueva visión artística, que, además, se vio favorecida por la consolidación del mercado artístico y, en el caso de las obras sobre papel, por una serie de avances en las técnicas del grabado.
Pero junto a esta actitud rupturista pervivió una estética academicista, caracterizada por los temas de costumbres e históricos, los retratos y los paisajes, elaborados en el ámbito del taller mediante una cuidada composición y un dibujo preciso. Como ejemplo, valen algunos artistas de esta exposición, entre ellos, Gonzalo Bilbao (1860-1938), cuyas obras aún mantienen el gusto decimonónico por los tipos y costumbres pintorescos.
Novedad formal
Paralelamente, otros artistas, destinaban sus temas costumbristas a un mercado conservador pero, a pesar del convencionalismo, aplicaban cierta novedad formal. Es el caso de Manuel Losada (1865-1949), conocido, sobre todo, por su amables recreaciones al pastel de un Bilbao pre-industrial.
Junto a esta visión anecdótica surgió otra, mucho más crítica, y que se ganó la férrea oposición de la pintura académica, encarnada de forma paradigmática en la obra de José Gutiérrez Solana (1886-1945), que presentaba, como en el aguafuerte y la litografía incluidos en la exposición, un panorama descarnado de la España de la época, heredero de la tradición expresionista de la escuela española y de la estética de comienzos de siglo de la España Negra representada por Regoyos y Zuloaga. Precisamente, en ese mismo contexto, y a pesar de su éxito internacional, también se acusó a Ignacio Zuloaga (1870-1945) -de quien se exponen dos retratos al carboncillo del pintor Pablo Uranga- de exaltar el atraso nacional.
Por otra parte, la pervivencia de la tradición academicista impidió valorar correctamente a ciertos artistas cuyos paisajes en sintonía con el impresionismo no fueron apreciados hasta bien entrado el siglo XX. Es el caso del bilbaíno Adolfo Guiard (1860-1916), presente en la muestra con nueve obras, entre acuarelas y tintas. Guiard, cuyos paisajes se encontraron en sintonía con el postulado impresionista de la pintura au plein air según el cual no es necesario cambiar de lugar para cambiar de paisaje, supo dar a sus obras cierta espiritualidad de carácter simbólico.
Bañistas de Cézanne
Entre las piezas más destacadas de la exposición se encuentran dos representaciones de bañistas de Paul Cézanne (1839-1906), considerado el padre del arte moderno por la influencia que sus ideas sobre la forma y el color ejercieron en generaciones de pintores. Buena parte de sus investigaciones fue recogida por el cubismo, aquí representado en la obra de Louis Marcoussis (1883-1941) y Fernand Léger (1881-1955), éste último con un bodegón de madurez. La esquematización del cubismo también influyó en Francisco Iturrino (1864-1924), cuyos dibujos sirvieron como para muchos de sus cuadros.
Junto a la esquematización formal del cubismo, otros movimientos investigaron las posibilidades expresivas del color, como es el expresionismo, presente aquí con una obra singular de Oskar Kokoschka (1886-1980). Por su parte, Georges Rouault (1871-1958) tomó como referencia el arte medieval. De él se exponen cuatro estampas de la serie Miserere, considerada uno de los trabajos gráficos más importantes del siglo XX.
A partir de la década de 1910 surgieron numerosos movimientos y colectivos de pintores, escultores, grabadores, ilustradores, escritores, filósofos, poetas… de gran inquietud artística e intelectual, y, entre ellos, el constructivismo de las obras de Joaquín Torres García (1874-1949).
Daniel Vázquez Díaz (1882-1969) ejerció un papel fundamental en la renovación de la plástica española de este periodo. En la muestra se incluyen dos espléndidos dibujos que retratan a los pintores Darío de Regoyos y Aurelio Arteta y tres aguafuertes de la serie Las ciudades mártires, en donde Vázquez Díaz consigue plasmar el horror de la guerra, que marcó este intenso período.