Más de 500 efectivos franceses han desalojado a un total de 300 inmigrantes del campamento de Calais, conocido como la ‘jungla’. Violencia e indignación por parte de las víctimas, pero el ejecutivo francés defiende su postura. Aseguran que es un golpe contra las mafias de tráfico de personas. Similares medidas se adoptaron en el pasado y las mafias continúan más vivas que nunca
AGNESE MARRA
Nueva Tribuna
El ejecutivo francés ha dado hoy uno de los golpes más duros contra la inmigración ilegal. El pasado 16 de octubre el ministro de Inmigración galo, Enric Besson, ya había advertido “el cierre inminente” de la denominada ‘jungla de Calais’. En ese momento alrededor de 1.500 ‘sin papeles’ (la mayoría de origen irakí y afgano) escaparon del campamento improvisado y huyeron hacia Bélgica y Noruega.
Esta mañana las advertencias de Besson se han cumplido. Después de dos horas de violencia, un equipo de 500 efectivos franceses ha conseguido expulsar a casi 300 inmigrantes.
Durante el desmantelamiento el grupo antiglobalización No Border se manifestó en contra de la acción policial e intentó impedir la evacuación. Uno de ellos ha sido detenido. El ministro de Inmigración aseguró que los habitantes de la ‘jungla’ no ofrecieron ninguna resistencia a los gendarmes, sin embargo las fotos que se han publicado en diversos medios dicen todo lo contrario.
"Los 276 extranjeros en situación irregular han sido trasladados a seis locales de la región de Calais donde serán sometidos a audiencias individuales", indicó el ministro al término de la operación. Besson explicó que se había hablado con todos los ilegales y "180 presentaron una solicitud de asilo y otros 180 aceptaron un retorno voluntario".
"Para aquellos que siguen rechazando las propuestas de un retorno voluntario, tenemos previsto un procedimiento de retorno obligatorio al país de origen", explicó el titular de Inmigración, aclarando que todos ellos serán llevados a "centros de retención". En el caso de los "menores aislados, están en estos momentos siendo trasladados a cinco albergues especializados”.
Las explicaciones del Gobierno francés no son del todo claras. Muchos de los ‘sin papeles’ que han conseguido escapar del desmantelamiento de esta mañana se encuentran vagando por otros campamentos de similares características que el de Calais: “Me voy a ir de esta jungla a otra”, le decía uno de los inmigrantes a un médico de la zona tras el violento desalojo.
Las autoridades han asegurado que la misión no tenía como objetivo “detener al mayor número de inmigrantes" sino luchar contra "la logística de los traficantes de personas”. Desde hace cinco años en Calais se habían formado mafias en las que los llamados passeurs a cambio de 10.000 euros permitían a los inmigrantes acceder a los lugares donde se encuentran los camiones que viajan a Reino Unido, consiguiendo a través de sobornos, que los camioneros les permitieran viajar en su interior.
El sueño de afganos e irakíes es alcanzar las islas británicas, no tanto por mejoras políticas, sino porque en ese territorio reside un mayor número de inmigrantes de su nacionalidad y cuentan con mejores redes de acogida.
UNA TRAGEDIA QUE SE REPITE
El tráfico de inmigrantes se ha convertido en una de las pandemias del siglo XXI. Situaciones como las de Calais se han producido en otras ocasiones y los resultados de este tipo de operaciones ni mucho menos aseguran que las mafias se reduzcan. En el año 2002 Francia cerró el centro de acogida de Sangatte, y las cosas sólo empeoraron.
La desesperación en sus países les obliga a emprender una aventura en la que los riesgos y peligros son el pan de cada día. Las pateras que llegan a costas españolas (y tantas otras que se quedan en el camino) son la visión que tenemos desde España del problema. Sin embargo los ‘cayucos’ se repiten a diario en varias zonas del mundo.
Esta vez ha tocado Calais. Una zona del norte de Francia, cerca de Bretaña, que se convierte en lugar de paso (gracias a la cercanía del eurotúnel, los ferrocarriles y camiones) para que cientos de sin papeles intenten llegar a El Dorado.
Muchos de los clandestinos fracasan en el intento como aquellos 58 chinos que murieron asfixiados en el año 2000 en un camión refrigerador holandés, al llegar al puerto británico de Dover.
En esta zona, el engranaje de las mafias es sólido. Los "sin papeles", en su mayoría de origen asiático, empeñan sus propiedades y pagan hasta más de 10.000 euros a los traficantes por llegar hasta Calais. Allí llega lo más difícil del viaje después de una travesía de varios meses desde Irak o Afganistán pasando por Turquía, Grecia, Italia y Francia...
El ejecutivo francés piensa que desmantelando el campamento de la zona se acaba con el tráfico de personas. Pero ‘junglas’ como la de Calais se reproducen con facilidad. Mientras las medidas estructurales nunca se llevan a cabo, las cortoplacistas, como la de hoy, se aplican sin escrúpulos.