Aproximación a J.G. Ballard. El forense del nuevo milenio


JUAN MANUEL SANTIAGO
Periódico Diagonal



El 2 de noviembre se clausuró ‘J.G. Ballard, autopsia del nuevo milenio’, una exposición que acogió el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) durante casi cuatro meses sobre la vida y obra de un visionario de la cultura de finales del siglo XX y principios del XXI

No deja de ser extraordinario que la vida y trayectoria de un escritor se expongan en un museo de arte contemporáneo. No obstante, la estructura de la exposición disipó todas las posibles reticencias que pudiera tener el espectador más centrado en su obra literaria. El montaje definitivo, sabiamente elaborado por el comisario Jordi Costa y el asesor Marcial Souto, tuvo en cuenta la agitada vida de Ballard, aportó gran cantidad de ejemplares de sus obras y de las revistas en las que aparecieron sus relatos y contó con un extenso componente audiovisual: fragmentos de películas basadas en sus obras, entrevistas, muestras de arte inspirado en su obra e incluso una selección de cortometrajes realizados con teléfono móvil.

Al salir, el espectador se quedaba con la sensación de que gran parte de la iconografía finisecular no podría entenderse sin los parajes desolados, retrato de la decadencia de las clases medias británicas o viajes alucinantes al fondo de la mente. Ballard ha sido el gran cronista de ese futuro que transcurrirá dentro de cinco minutos, y su mirada es la del extrapolador que anticipa el colapso de un modo de vida, el occidental, mediante detalles en apariencia nimios: la podredumbre moral que emana de una urbanización de élite, una guerrilla urbana orquestada en torno a un centro comercial de provincias, el componente fetichista que emana del hermanamiento entre sexualidad y tecnología propiciado por los accidentes automovilísticos… El mundo en decadencia que nos presenta Ballard está lleno de piscinas abandonadas cubiertas de hojas secas, automóviles encallados en las cunetas de autovías, aviones herrumbrosos y osamentas de gigantes profanadas en medio de una playa.

Sin embargo, por muy imaginativo o fantástico que pueda parecer el imaginario ballardiano, tiene una sólida base real. Pocas experiencias más desconcertantes encontrará el lector asiduo de ciencia- ficción que adentrarse en dos novelas semiautobiográficas, El imperio del sol y La bondad de las mujeres, y en la recién aparecida autobiografía, Milagros de vida. Acostumbrado a leer al Ballard de los helechos prehistóricos encaramados a los rascacielos de la gran ciudad abandonada o las embarcaciones atoradas en el lecho seco de un río antaño caudaloso. Esta terna nos ofrece una cantidad de datos realmente esclarecedores sobre su vida y obra.

Vida de ciencia-ficción Nacido en Shanghai en 1930, James Graham Ballard padeció la Segunda Guerra Mundial en un escenario poco frecuentado por la literatura: los campos de prisioneros que el Ejército japonés instaló en China. Su primera adolescencia transcurrió en Lunghua, entre prisioneros de guerra británicos y estadounidenses, en un mundo que le resultaba ajeno por partida doble (por saberse alienígena en una civilización hermética como la china y alienado por la ocupación japonesa). Fue evacuado a Gran Bretaña y estudió Medicina, hecho que se puede inferir de la frialdad casi entomológica con que presenta hechos tan cotidianos como la muerte, pero abandonó la carrera por una de sus pasiones, la aviación.

Después de servir en las fuerzas de la RAF acantonadas en un campamento de la OTAN en Canadá (otro paraje desolado), contrajo matrimonio, encontró trabajo en una revista científica (tarea que le sirvió para comenzar a extrapolar y urdir historias de ciencia-ficción), enviudó a tempranísima edad debido a una infección que contrajo su esposa en la alicantina playa de San Juan (y ahí tenemos la base de sus vívidos retratos de los complejos vacacionales decadentes y de los personajes atormentados por la pérdida de seres queridos), se granjeó las iras de los sectores conservadores británicos (con un relato de título tan transgresor como Por qué quiero joder a Ronald Reagan, publicado cuando aquél era gobernador de California) y tuvo que ser criado por sus tres hijos menores de edad (pues la agitada vida cultural y artística del Londres de los años sesenta lo abocó a una vorágine de amor libre, drogas y revistas vanguardistas de ciencia-ficción).

La vida de Ballard, igual que su obra, nos narra desde dentro el proceso de dinamitación de la sociedad pequeñoburguesa a manos de sus propios miembros guerrilleros urbanos en estado latente que tienen que fichar en la oficina, tomarse el té de las cinco bajo el retrato oficial de la reina y, quién sabe, tal vez dejarse matar en un centro comercial o en la plácida seguridad de sus chalets con circuito cerrado de seguridad.

La obra de Ballard consigue hermanar un género popular, la ciencia ficción, con la “alta literatura”, y lo convierte en uno de los escasos autores de género fantástico (con William Gibson y P.K. Dick) que, además del hecho anecdótico de que la Enciclopedia Britannica les dedique un adjetivo (“ballardiano”), han conseguido establecerse como referentes de la cultura universal contemporánea. Su influencia se puede rastrear en la cultura underground (uno de cuyos fetiches es la recopilación de relatos La exhibición de atrocidades, que incluso dio título a una canción de Joy Division), la comunidad audiovisual (gracias a sus adaptaciones), el mundo artístico (son de sobra conocidas su devoción por el surrealismo y la reconstrucción, que él mismo patrocinó, de un cuadro de André Delvaux del que sólo quedaba una fotografía en blanco y negro) y, por supuesto, por el mundo de la ciencia ficción (al que ha dado algunas de sus obras maestras), pero que ahora, en sus últimos días de vida (padece un cáncer inoperable con varias metástasis), se extiende al gran público. Por estos motivos, la exposición de homenaje que se ha celebrado en el CCCB resulta hoy más necesaria que nunca

LECTURAS IMPRESCINDIBLES

El mundo sumergido (1962) Inicia la “serie de los desastres naturales”; menos espectacular que La sequía o El mundo de cristal, constituye uno de los puntos culminantes de la ciencia-ficción de advertencia. Fue la obra que le permitió profesionalizarse y contactar con la mítica revista New Worlds, desde la que se gestó la New wave, el movimiento que acercó la ciencia- ficción a las vanguardias artísticas y literarias de los ‘60. Ésta y las demás novelas de la serie mantienen toda su vigencia, pues no dejan de referirse, en clave simbólica y con múltiples referencias a la pintura surrealista, a lo que hoy llamamos cambio climático.

Playa terminal (1974) A falta de una edición de sus cuentos completos en castellano, esta recopilación es una manera inmejorable de adentrarse en su ficción breve. Contiene los relatos aparecidos en New Worlds y otras publicaciones del circuito underground anglosajón. Muestra a un Ballard en estado puro. Hay cuentos tan valiosos como El gigante ahogado, Bilenio o La Gioconda del mediodía crepuscular. También merecen la pena recopilaciones como Fiebre de guerra, Vermillion Sands o Pasaporte a la eternidad.

Crash (1973) Los hombres no somos más que cyborgs, productos híbridos de sexo y tecnología. El automóvil como metáfora de la potencia sexual y de los sueños reprimidos de la clase media. Adaptada al cine en dos ocasiones, Crash inaugura la “serie de las catástrofes urbanas”, que continúa con La isla de cemento y Rascacielos. El Ballard de los ‘70 está más preocupado por las consecuencias del impacto humano sobre el paisaje urbano y por la manera en la que la tecnología afectará a nuestro comportamiento. Protagonizada por el propio autor, abre una corriente de metaficción que culmina en las últimas novelas de Philip K. Dick y se puede rastrear en autores tan dispares como Javier Marías o Enrique Vila- Matas. Furia feroz (1988) Esta novelita corta contiene, en sus 140 páginas de letra holgada, más ideas provocadoras y más mala leche que el resto de la “serie de las catástrofes sociales” (Noches de cocaína, Super- Cannes, Milenio negro y Bienvenidos a Metro-Centre). La desaparición de los adolescentes de una urbanización de lujo y la muerte de los adultos que la habitaban nos adentra en un estremecedor retrato social