Lumpen
En los últimos días leemos este titular repetidamente "EE UU retira su apoyo al Gobierno de unidad en Zimbabue y cierra toda alternativa que no sea la salida del presidente, Robert Mugabe, del poder". Sobra decir que en estos temas los estamentos internacionales hacen seguidismo de la política norteamericana y por lo tanto su opinión en la práctica no difiere mucho. Dado lo rotundo del aviso y de la poca información que encontramos del personaje en cuestión, se hace urgente conocer quién es y cuál es la situación actual, y de la que proviene Zimbabwe. Para eso, y para sacar cada uno sus propias conclusiones al margen de lo que dicen los políticos y demás, rescatamos un artículo escrito originalmente en el "Global Research" por F. Wiliam Engdahl y publicado por Rebelión en agosto:
Robert Mugabe, el Presidente de Zimbabwe, preside uno de los tesoros minerales más ricos del mundo, la región del Great Dyke, con una franja geológica que atraviesa todo el territorio desde el noreste al suroeste. El motivo auténtico de la piadosa preocupación de la Administración Bush durante estos últimos años por la situación de los derechos humanos en Zimbabwe no se debe al posible fraude en la elección de Mugabe o a las expropiaciones realizadas en las granjas de los colonos blancos. Más bien responde al hecho de que el Sr. Mugabe ha estado calladamente haciendo negocios, muchos negocios, con el único país que virtualmente tiene necesidades sin límite de las materias primas estratégicas que Zimbabwe puede suministrar: China. El Zimbabwe de Mugabe a sitúa, junto con Sudán, en el escenario central de la nueva guerra entre Washington y Pekín por el control de los minerales estratégicos de Africa, mientras Moscú juega un papel secundario en el drama. Las apuestas están en marcha.
El Presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe, es un hombre muy, muy malo. Eso es lo que todos deducimos cuando leemos los periódicos o escuchamos los pronunciamientos de George W. Bush, del anterior Primer Ministro británico Tony Blair y, más recientemente, de Gordon Brown. A los ojos de todos ellos, ha pecado intensamente. Le acusan de ser un dictador; de que ha expropiado, a menudo con violencia, las granjas de los blancos como parte de una reforma agraria; proclaman también que ha amañado su reelección mediante el voto fraudulento y la violencia y que ha arruinado la economía de Zimbabwe.
Sin embargo, si Robert Mugabe merece estar en la lista de honor de villanos de Washington junto con Fidel Castro, Saddam Hussein, Milosevic, Admadineyad y Adolfo Hitler, no es esa la razón por la que Washington y Londres han hecho del cambio de régimen en Zimbabwe la prioridad número uno de su política hacia África.
El que parece ser su pecado tiene que ver más con sus intentos por escapar de la dependencia y servidumbre neo-colonial anglo-estadounidense y buscar un desarrollo económico nacional independiente del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. Su pecado auténtico parece ser el hecho de que se ha vuelto hacia una nación que ofrece créditos gubernamentales y préstamos blandos sin condiciones para el desarrollo económico: la República Popular de China.
Los relatos de los medios de comunicación occidentales tienden a omitir la segunda parte –mucho más importante-, conformada por el inmenso tira y afloja entre los intereses anglo-estadounidenses y China para hacerse con el control de las inmensas riquezas minerales de Zimbabwe. Deberíamos no olvidar nunca que para Washington siempre hay “buenos dictadores” y “malos dictadores”. La diferencia radica en si un determinado dictador sirve, o no, a los intereses nacionales de Washington. Mugabe pertenece, con toda claridad, a la última categoría.
El legado de Cecil Rhodes
Zimbabwe es el nombre de lo que se llamó Rhodesia durante la era del imperialismo británico de hace un siglo. El nombre de Rhodesia provenía del estratega imperial británico y minero Cecil Rhodes, fundador de las becas Rhodes para Oxford, y autor de un plan para que la Reina de Inglaterra ejerciera su control privadamente sobre una inmensa zona africana que iría desde Egipto a Sudáfrica. Cecil Rhodes creó la Compañía Británica de Sudáfrica, siguiendo el modelo de la Compañía de las Indias Orientales, junto con su socio, L. Starr Jameson, de la Jameson Raid , de tan infausto recuerdo, para explotar las riquezas minerales de Rhodesia. Controlaba lo que se denominó después Rhodesia del Norte (Zambia) y Rhodesia del Sur-Nyasalandia. El modelo implicaba que el gobierno británico asumiría todos los riesgos para defender militarmente el saqueo de Rhodes, mientras que éste y sus banqueros londinenses, sobre todo Lord Rothschild, que era un socio muy estrecho, se llevarían todas las ganancias del negocio.
Rhodes, un experimentado geólogo, sabía bien que había una falla geológica notable que iba desde la desembocadura del Nilo, en el Golfo de Suez, hacia el sur a través de Sudán, Uganda, Tanzania, de lo que hoy se llama Zimbabwe, hasta llegar a Sudáfrica. Rhodes había instigado ya varias guerras para conseguir el control de los diamantes de Kimberley y el oro de Witwatersrand en Sudáfrica. Y había descubierto ese fenómeno geológico en la década de 1880, junto con exploradores de empresas alemanas. Lo llamaron el Valle del Great Rift.
Rhodesia, al igual que Sudáfrica después de las sangrientas guerras Boer, fue ocupada por colonos blancos para asegurar las futuras ganancias minerales para los intereses aliados de la City de Londres, principalmente los de la poderosa familia Oppenheimer y sus empresas de oro y diamantes en la región.
En 1962, cuando Africa vivió el impulso por la liberación nacional del dominio colonial, una oleada calculadamente apoyada por la “potencia no colonial” de Washington, Rhodesia fue uno de los últimos bastiones, junto con la antigua colonia británica Sudáfrica, del dominio del Apartheid blanco. Los blancos en Rhodesia constituían sólo el 1-2% de la población total, por eso sus métodos para mantenerse en el poder eran absolutamente despiadados.
El Primer Ministro de la supremacía blanca, Ian Smith, prefirió declarar en 1965 la independencia de Rhodesia respecto a Gran Bretaña antes que llegar al más ligero compromiso para compartir el poder con los nacionalistas negros. Gran Bretaña consiguió sanciones comerciales de Naciones Unidas para forzar a Smith a doblar las rodillas. A pesar de las sanciones, Smith tuvo un considerable apoyo por parte de los intereses comerciales conservadores en Londres. El británico Tony Rowland, jefe del conglomerado minero Lonrho, se aseguró el grueso de sus beneficios africanos de las minas de cobre de Rhodesia y de las empresas bajo el régimen de Smith. La City de Londres sabía muy bien de las riquezas que atesoraba Rhodesia. La cuestión era como asegurar un control duradero. Los patrocinadores de Smith en Rodhesia tenían poco interés en dárselo todo a Londres.
En 1980, tras una larga y sangrienta lucha, el dirigente de la Coalición del Frente Popular Africano Negro, Robert Mugabe, ganó de forma abrumadora las elecciones como primer Primer Ministro de una nueva Zimbabwe. Veintiocho años después, el mismo Robert Mugabe está siendo cada vez más atacado por Occidente, especialmente por el antiguo amo colonial de Zimbabwe, Inglaterra, incluyendo fuertes sanciones económicas diseñadas para llevar al país al borde del colapso y para obligarle a abrir la economía a la inversión extranjera (léase anglo-estadounidense y aliados). Irónicamente, la cuestión no parece muy distinta de la de la era de Ian Smith: el control de los recursos por parte de Londres y EEUU y los esfuerzos de Zimbabwe para resistirse a ese control.
El Great Dyke
En Zimbabwe, una parte del rico Great Rift es llamado el Great Dyke, una zona intrusiva que es un tesoro geológico que se extiende a lo largo de 530 kilómetros desde el noreste al suroeste del país, y que en algunos lugares tiene hasta 12 kilómetros de ancho. Un río corre a lo largo de la falla y la región es volcánicamente activa. Ahí yacen también inmensos depósitos de cromo, cobre, platino y otros metales.
El Departamento de Estado de EEUU, así como Londres, es consciente de los inmensos minerales y otras riquezas de Zimbabwe. En un reciente informe sobre el país se afirma:
“Zimbabwe cuenta con ricos recursos minerales. Las exportaciones de oro, asbestos, cromo, carbón, platino, níquel y cobre podrían llevar un día a una recuperación económica… El país está ricamente dotado de una bolsa de gas metano que está aún por explotar.
Con atractivos internacionales como las Cataratas Victoria, las ruinas de piedra del Gran Zimbabwe, el Lago Kariba, y una inmensa vida salvaje, el turismo ha sido históricamente una segmento importante de la economía y ha contribuido a la entrada de divisas. Sin embargo, el sector se ha contraído de forma aguda desde 1999, debido a la imagen internacional de decadencia del país (sic).
Recursos Energéticos
Con un considerable potencial de energía hidroeléctrica y abundantes depósitos de carbón para centrales de energía termal, Zimbabwe depende menos del petróleo como fuente energética que la mayoría de otros países de parecida industrialización, pero importa todavía de los países vecinos el 40% de la energía eléctrica que necesita, sobre todo de Mozambique. Sólo alrededor del 15% del consumo energético total de Zimbabwe se resuelve a través del petróleo, que es importado en su totalidad. Zimbabwe importa alrededor de 1.2000 millones de litros de petróleo al año. Zimbabwe tiene también importantes reservas de carbón que se utilizan para generar energía y los depósitos de bolsas de metano recientemente descubiertos en la provincia de Matabeleland son mayores de los hasta ahora conocidos campos de gas en el Sur o Este de Africa. En años recientes, la deficiente administración económica y las escasas reservas de divisas han provocado serias carencias de fuel”.
En resumen, cromo, cobre, oro, platino, un inmenso potencial de energía hidroeléctrica e inmensas reservas de carbón es lo que está en juego en Zimbabwe para Washington y Londres. El país tiene también reservas de uranio aún no cuantificadas, algo de lo que hay una gran demanda actual para la producción de energía nuclear.
Últimamente ha quedado muy claro que mientras el tenaz Mugabe controle las cosas, los socios comerciales preferidos de Zimbabwe no son los anglo-estadounidenses sino los chinos. Ese parece ser el pecado mayor de Mugabe. No está siguiendo el programa trazado por George W. Bush y sus amigos. Su pecado real parece ser el de haberse vuelto hacia Oriente en vez de hacia Occidente en búsqueda de ayuda inversora y económica.
La conexión china
Durante la Guerra Fría , China reconoció y apoyó a Robert Mugabe. En años recientes, a la vez que la búsqueda de China de materias primas seguras hacía que su diplomacia se intensificara, las relaciones entre ambos países fueron fortaleciéndose cada vez más. Según los medios de comunicación chinos, China ha invertido en Zimbabwe más que en cualquier otra nación.
Retrocediendo hasta julio de 2005, mientras Tony Blair atornillaba aún más las sanciones contra Zimbabwe, Mugabe voló a Pekín para reunirse con los altos dirigentes chinos, donde, según se informó, solicitó un préstamo de emergencia por valor de 1.000 millones de dólares USA y pidió que se incrementara la implicación china en la economía.
Esa colaboración empezó pronto a dar frutos. En junio de 2006, empresas de propiedad estatal de Zimbabwe firmaron una serie de acuerdos en los campos de la energía, minería y agricultura con compañías chinas por valor de miles de millones de dólares. El mayor acuerdo se firmó con la China Machine-Building International Corporation, con un contrato por valor de 1.300 millones de dólares en minas de carbón y generadores de energía termal en Zimbabwe, a fin de reducir las carencias eléctricas del país. La compañía china ha construido ya centrales térmicas en Nigeria y Sudán y se ha implicado en proyectos mineros en Gabón.
En 2007, el gobierno chino donó maquinaria agrícola a Zimbabwe por valor de 25 millones de dólares, que incluían 424 tractores y 50 camiones, como parte de un préstamo de 58 millones de dólares al gobierno de Zimbabwe. La administración Mugabe había anteriormente expropiado granjas de propiedad blanca y se las había dado a los negros, dañándose la maquinaria durante el proceso. A cambio del equipamiento y de los préstamos, el gobierno de Zimbabwe enviará 30 millones de kilos de tabaco a la República Popular de China.
Otros acuerdos entre Zimbabwe y China incluían uno entre la Zimbabwe Mining Development y la China ’s Star Communications, para formar una empresa mixta en el sector de la minería del cromo, financiada por el Banco de Desarrollo de China. Zimbabwe también acordó importar equipamiento agrícola, para construir carreteras y para regadío de la China National Construction y de la Agricultural Machinery Import and Export Corporation y el China Poly Group. Zimbabwe depende también de China para las importaciones de equipamiento para telecomunicaciones, hardware militar y muchos otros aspectos importantes que no puede ya importar de Occidente debido a las sanciones auspiciadas por los británicos.
Las relaciones son ya tan importantes que la policía de Zimbabwe tiene una sección dedicada a China para proteger los intereses chinos en el país.
En abril de 2007, el presidente de la alta institución de asesoramiento político de China, Jia Qinglin, director del Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política Popular de China, voló a Harare para reunirse con Mugabe. A esa reunión le siguió la Cumbre de Cooperación China-Africa en Pekín en 2006, en la que el gobierno chino invitó a los presidentes de más de cuarenta estados africanos a discutir sobre sus relaciones. Africa se ha convertido en una prioridad económica y diplomática para China y su economía.
En aquella época, Pekín logró una invitación abierta para ayudar al desarrollo de las minas inactivas en el país. El portavoz adjunto del Parlamento de Zimbabwe pidió más inversión china en el sector minero del país, según la agencia china de noticias Xinhua. Se cambiaron las leyes mineras de Zimbabwe para permitir que el gobierno redistribuyera concesiones mineras que no estaban siendo explotadas.
La minería genera la mitad de los ingresos por exportaciones de Zimbabwe. Es el único sector del país que todavía tiene inversores extranjeros después del colapso del importante sector agrícola. Las compañías occidentales con concesiones mineras en Zimbabwe no están explotándolas. “Hacemos un llamamiento al gobierno chino para que venga con toda su fuerza a explotar estos minerales”, dijo al funcionario de Xinhua Kumbirai Kangai, Portavoz Adjunto del Parlamento.
Kangai aseguró a los potenciales inversores chinos que no se expondrían a acciones legales si asumían las concesiones retenidas por las compañías occidentales.
Pocos meses después, en diciembre de 2007, la compañía china Sinosteel Corporation, adquirió una participación del 67% de los Holdings Zimasco, el principal productor y exportador de ferrocromo de Zimbabwe. Los Holdings Zimasco son el quinto mayor productor de ferrocromo carbonado del mundo y están produciendo 210.000 toneladas de ferrocromo con alto contenido en carbón por año, casi todo él obtenido del Great Dyke, hasta representar el 4% de la producción global de ferrocromo.
Zimasco tiene también las segundas mayores reservas de cromo del mundo, después de Sudáfrica. Fue anteriormente propiedad de Union Carbide Corporation, y ahora es parte de Dow Chemicals Corp.
¡Oh, oh! ¡Qué forma de sonar las alarmas en los círculos de Londres y Washington a causa de esas noticias!
China considera claramente a Africa como la parte fundamental de su plan estratégico, sobre todo por sus reservas petrolíferas y materias primas vitales como cobre, cromo y níquel. El continente se está convirtiendo al mismo tiempo también en una zona importante para los productos manufacturados chinos. Pero la batalla por las materias primas está en el corazón de la lucha, y es la razón real, según se cuenta, de la reciente decisión de Washington de formar en el Pentágono un Mando separado para África.
Controlar el auge económico de China es una prioridad estratégica no declarada de la política militar y exterior de Estados Unidos y lo ha sido desde antes del 11 de Septiembre de 2001. El único punto delicado del asunto es el hecho de que China, con sus alrededor de 1.7 billones de reservas en divisas exteriores, de las que se cree que la mayoría son valores del Tesoro estadounidense, podría provocar un pánico total alrededor del dólar y un mayor colapso de la economía de EEUU si decidiera, por razones políticas, que es demasiado arriesgado continuar manteniendo sus cientos de miles de millones de deuda en dólares estadounidenses. En efecto, al comprar deuda del gobierno estadounidense con sus excedentes comerciales, China ha estado financiando indirectamente las políticas estadounidenses en contra de los intereses nacionales chinos, como en el caso de la guerra de Iraq, o incluso los alrededor de 100 millones de dólares que el Departamento de Estado de Condi Rice se gasta anualmente en el Tibet.
China se niega a seguir las normas del juego neo-colonial anglo-estadounidense. No busca la aprobación del FMI o del Banco Mundial antes de negociar con los países africanos. Concede préstamos blandos sin importarle quien gobierna el país. En esto no se diferencia de Washington o Londres. Los chinos ven la influencia estadounidense menos afianzada en África que en el resto del mundo, por tanto, África ofrece oportunidades únicas para que China busque sus intereses económicos.
Esto puede ser, o no, cínico. Puede que sea Realpolitik. Si con ello se consigue que ciertos países africanos puedan utilizar a China como contrapeso político a la dominación unilateral anglo-estadounidense del continente, quizá puedan salir beneficiados, dependerá de cómo utilicen ese beneficio.
Pero ha sido claramente a la economía china a la que le ha resultado extremadamente positivo el acceso de su país a minerales económicamente vitales, así como también al petróleo de lugares como Darfur, el sur de Sudán o Nigeria.
Las riquezas mineras han situado una vez más a Africa en el centro del escenario de la batalla entre Oriente y Occidente. Sin embargo, en esta ocasión y a diferencia de la era de la Guerra Fría , Pekín juega con mejores cartas y Washington le sigue muy de lejos.
El mayor pecado de Mugabe
Global Research (Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández)
Robert Mugabe, el Presidente de Zimbabwe, preside uno de los tesoros minerales más ricos del mundo, la región del Great Dyke, con una franja geológica que atraviesa todo el territorio desde el noreste al suroeste. El motivo auténtico de la piadosa preocupación de la Administración Bush durante estos últimos años por la situación de los derechos humanos en Zimbabwe no se debe al posible fraude en la elección de Mugabe o a las expropiaciones realizadas en las granjas de los colonos blancos. Más bien responde al hecho de que el Sr. Mugabe ha estado calladamente haciendo negocios, muchos negocios, con el único país que virtualmente tiene necesidades sin límite de las materias primas estratégicas que Zimbabwe puede suministrar: China. El Zimbabwe de Mugabe a sitúa, junto con Sudán, en el escenario central de la nueva guerra entre Washington y Pekín por el control de los minerales estratégicos de Africa, mientras Moscú juega un papel secundario en el drama. Las apuestas están en marcha.
El Presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe, es un hombre muy, muy malo. Eso es lo que todos deducimos cuando leemos los periódicos o escuchamos los pronunciamientos de George W. Bush, del anterior Primer Ministro británico Tony Blair y, más recientemente, de Gordon Brown. A los ojos de todos ellos, ha pecado intensamente. Le acusan de ser un dictador; de que ha expropiado, a menudo con violencia, las granjas de los blancos como parte de una reforma agraria; proclaman también que ha amañado su reelección mediante el voto fraudulento y la violencia y que ha arruinado la economía de Zimbabwe.
Sin embargo, si Robert Mugabe merece estar en la lista de honor de villanos de Washington junto con Fidel Castro, Saddam Hussein, Milosevic, Admadineyad y Adolfo Hitler, no es esa la razón por la que Washington y Londres han hecho del cambio de régimen en Zimbabwe la prioridad número uno de su política hacia África.
El que parece ser su pecado tiene que ver más con sus intentos por escapar de la dependencia y servidumbre neo-colonial anglo-estadounidense y buscar un desarrollo económico nacional independiente del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. Su pecado auténtico parece ser el hecho de que se ha vuelto hacia una nación que ofrece créditos gubernamentales y préstamos blandos sin condiciones para el desarrollo económico: la República Popular de China.
Los relatos de los medios de comunicación occidentales tienden a omitir la segunda parte –mucho más importante-, conformada por el inmenso tira y afloja entre los intereses anglo-estadounidenses y China para hacerse con el control de las inmensas riquezas minerales de Zimbabwe. Deberíamos no olvidar nunca que para Washington siempre hay “buenos dictadores” y “malos dictadores”. La diferencia radica en si un determinado dictador sirve, o no, a los intereses nacionales de Washington. Mugabe pertenece, con toda claridad, a la última categoría.
El legado de Cecil Rhodes
Zimbabwe es el nombre de lo que se llamó Rhodesia durante la era del imperialismo británico de hace un siglo. El nombre de Rhodesia provenía del estratega imperial británico y minero Cecil Rhodes, fundador de las becas Rhodes para Oxford, y autor de un plan para que la Reina de Inglaterra ejerciera su control privadamente sobre una inmensa zona africana que iría desde Egipto a Sudáfrica. Cecil Rhodes creó la Compañía Británica de Sudáfrica, siguiendo el modelo de la Compañía de las Indias Orientales, junto con su socio, L. Starr Jameson, de la Jameson Raid , de tan infausto recuerdo, para explotar las riquezas minerales de Rhodesia. Controlaba lo que se denominó después Rhodesia del Norte (Zambia) y Rhodesia del Sur-Nyasalandia. El modelo implicaba que el gobierno británico asumiría todos los riesgos para defender militarmente el saqueo de Rhodes, mientras que éste y sus banqueros londinenses, sobre todo Lord Rothschild, que era un socio muy estrecho, se llevarían todas las ganancias del negocio.
Rhodes, un experimentado geólogo, sabía bien que había una falla geológica notable que iba desde la desembocadura del Nilo, en el Golfo de Suez, hacia el sur a través de Sudán, Uganda, Tanzania, de lo que hoy se llama Zimbabwe, hasta llegar a Sudáfrica. Rhodes había instigado ya varias guerras para conseguir el control de los diamantes de Kimberley y el oro de Witwatersrand en Sudáfrica. Y había descubierto ese fenómeno geológico en la década de 1880, junto con exploradores de empresas alemanas. Lo llamaron el Valle del Great Rift.
Rhodesia, al igual que Sudáfrica después de las sangrientas guerras Boer, fue ocupada por colonos blancos para asegurar las futuras ganancias minerales para los intereses aliados de la City de Londres, principalmente los de la poderosa familia Oppenheimer y sus empresas de oro y diamantes en la región.
En 1962, cuando Africa vivió el impulso por la liberación nacional del dominio colonial, una oleada calculadamente apoyada por la “potencia no colonial” de Washington, Rhodesia fue uno de los últimos bastiones, junto con la antigua colonia británica Sudáfrica, del dominio del Apartheid blanco. Los blancos en Rhodesia constituían sólo el 1-2% de la población total, por eso sus métodos para mantenerse en el poder eran absolutamente despiadados.
El Primer Ministro de la supremacía blanca, Ian Smith, prefirió declarar en 1965 la independencia de Rhodesia respecto a Gran Bretaña antes que llegar al más ligero compromiso para compartir el poder con los nacionalistas negros. Gran Bretaña consiguió sanciones comerciales de Naciones Unidas para forzar a Smith a doblar las rodillas. A pesar de las sanciones, Smith tuvo un considerable apoyo por parte de los intereses comerciales conservadores en Londres. El británico Tony Rowland, jefe del conglomerado minero Lonrho, se aseguró el grueso de sus beneficios africanos de las minas de cobre de Rhodesia y de las empresas bajo el régimen de Smith. La City de Londres sabía muy bien de las riquezas que atesoraba Rhodesia. La cuestión era como asegurar un control duradero. Los patrocinadores de Smith en Rodhesia tenían poco interés en dárselo todo a Londres.
En 1980, tras una larga y sangrienta lucha, el dirigente de la Coalición del Frente Popular Africano Negro, Robert Mugabe, ganó de forma abrumadora las elecciones como primer Primer Ministro de una nueva Zimbabwe. Veintiocho años después, el mismo Robert Mugabe está siendo cada vez más atacado por Occidente, especialmente por el antiguo amo colonial de Zimbabwe, Inglaterra, incluyendo fuertes sanciones económicas diseñadas para llevar al país al borde del colapso y para obligarle a abrir la economía a la inversión extranjera (léase anglo-estadounidense y aliados). Irónicamente, la cuestión no parece muy distinta de la de la era de Ian Smith: el control de los recursos por parte de Londres y EEUU y los esfuerzos de Zimbabwe para resistirse a ese control.
El Great Dyke
En Zimbabwe, una parte del rico Great Rift es llamado el Great Dyke, una zona intrusiva que es un tesoro geológico que se extiende a lo largo de 530 kilómetros desde el noreste al suroeste del país, y que en algunos lugares tiene hasta 12 kilómetros de ancho. Un río corre a lo largo de la falla y la región es volcánicamente activa. Ahí yacen también inmensos depósitos de cromo, cobre, platino y otros metales.
El Departamento de Estado de EEUU, así como Londres, es consciente de los inmensos minerales y otras riquezas de Zimbabwe. En un reciente informe sobre el país se afirma:
“Zimbabwe cuenta con ricos recursos minerales. Las exportaciones de oro, asbestos, cromo, carbón, platino, níquel y cobre podrían llevar un día a una recuperación económica… El país está ricamente dotado de una bolsa de gas metano que está aún por explotar.
Con atractivos internacionales como las Cataratas Victoria, las ruinas de piedra del Gran Zimbabwe, el Lago Kariba, y una inmensa vida salvaje, el turismo ha sido históricamente una segmento importante de la economía y ha contribuido a la entrada de divisas. Sin embargo, el sector se ha contraído de forma aguda desde 1999, debido a la imagen internacional de decadencia del país (sic).
Recursos Energéticos
Con un considerable potencial de energía hidroeléctrica y abundantes depósitos de carbón para centrales de energía termal, Zimbabwe depende menos del petróleo como fuente energética que la mayoría de otros países de parecida industrialización, pero importa todavía de los países vecinos el 40% de la energía eléctrica que necesita, sobre todo de Mozambique. Sólo alrededor del 15% del consumo energético total de Zimbabwe se resuelve a través del petróleo, que es importado en su totalidad. Zimbabwe importa alrededor de 1.2000 millones de litros de petróleo al año. Zimbabwe tiene también importantes reservas de carbón que se utilizan para generar energía y los depósitos de bolsas de metano recientemente descubiertos en la provincia de Matabeleland son mayores de los hasta ahora conocidos campos de gas en el Sur o Este de Africa. En años recientes, la deficiente administración económica y las escasas reservas de divisas han provocado serias carencias de fuel”.
En resumen, cromo, cobre, oro, platino, un inmenso potencial de energía hidroeléctrica e inmensas reservas de carbón es lo que está en juego en Zimbabwe para Washington y Londres. El país tiene también reservas de uranio aún no cuantificadas, algo de lo que hay una gran demanda actual para la producción de energía nuclear.
Últimamente ha quedado muy claro que mientras el tenaz Mugabe controle las cosas, los socios comerciales preferidos de Zimbabwe no son los anglo-estadounidenses sino los chinos. Ese parece ser el pecado mayor de Mugabe. No está siguiendo el programa trazado por George W. Bush y sus amigos. Su pecado real parece ser el de haberse vuelto hacia Oriente en vez de hacia Occidente en búsqueda de ayuda inversora y económica.
La conexión china
Durante la Guerra Fría , China reconoció y apoyó a Robert Mugabe. En años recientes, a la vez que la búsqueda de China de materias primas seguras hacía que su diplomacia se intensificara, las relaciones entre ambos países fueron fortaleciéndose cada vez más. Según los medios de comunicación chinos, China ha invertido en Zimbabwe más que en cualquier otra nación.
Retrocediendo hasta julio de 2005, mientras Tony Blair atornillaba aún más las sanciones contra Zimbabwe, Mugabe voló a Pekín para reunirse con los altos dirigentes chinos, donde, según se informó, solicitó un préstamo de emergencia por valor de 1.000 millones de dólares USA y pidió que se incrementara la implicación china en la economía.
Esa colaboración empezó pronto a dar frutos. En junio de 2006, empresas de propiedad estatal de Zimbabwe firmaron una serie de acuerdos en los campos de la energía, minería y agricultura con compañías chinas por valor de miles de millones de dólares. El mayor acuerdo se firmó con la China Machine-Building International Corporation, con un contrato por valor de 1.300 millones de dólares en minas de carbón y generadores de energía termal en Zimbabwe, a fin de reducir las carencias eléctricas del país. La compañía china ha construido ya centrales térmicas en Nigeria y Sudán y se ha implicado en proyectos mineros en Gabón.
En 2007, el gobierno chino donó maquinaria agrícola a Zimbabwe por valor de 25 millones de dólares, que incluían 424 tractores y 50 camiones, como parte de un préstamo de 58 millones de dólares al gobierno de Zimbabwe. La administración Mugabe había anteriormente expropiado granjas de propiedad blanca y se las había dado a los negros, dañándose la maquinaria durante el proceso. A cambio del equipamiento y de los préstamos, el gobierno de Zimbabwe enviará 30 millones de kilos de tabaco a la República Popular de China.
Otros acuerdos entre Zimbabwe y China incluían uno entre la Zimbabwe Mining Development y la China ’s Star Communications, para formar una empresa mixta en el sector de la minería del cromo, financiada por el Banco de Desarrollo de China. Zimbabwe también acordó importar equipamiento agrícola, para construir carreteras y para regadío de la China National Construction y de la Agricultural Machinery Import and Export Corporation y el China Poly Group. Zimbabwe depende también de China para las importaciones de equipamiento para telecomunicaciones, hardware militar y muchos otros aspectos importantes que no puede ya importar de Occidente debido a las sanciones auspiciadas por los británicos.
Las relaciones son ya tan importantes que la policía de Zimbabwe tiene una sección dedicada a China para proteger los intereses chinos en el país.
En abril de 2007, el presidente de la alta institución de asesoramiento político de China, Jia Qinglin, director del Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política Popular de China, voló a Harare para reunirse con Mugabe. A esa reunión le siguió la Cumbre de Cooperación China-Africa en Pekín en 2006, en la que el gobierno chino invitó a los presidentes de más de cuarenta estados africanos a discutir sobre sus relaciones. Africa se ha convertido en una prioridad económica y diplomática para China y su economía.
En aquella época, Pekín logró una invitación abierta para ayudar al desarrollo de las minas inactivas en el país. El portavoz adjunto del Parlamento de Zimbabwe pidió más inversión china en el sector minero del país, según la agencia china de noticias Xinhua. Se cambiaron las leyes mineras de Zimbabwe para permitir que el gobierno redistribuyera concesiones mineras que no estaban siendo explotadas.
La minería genera la mitad de los ingresos por exportaciones de Zimbabwe. Es el único sector del país que todavía tiene inversores extranjeros después del colapso del importante sector agrícola. Las compañías occidentales con concesiones mineras en Zimbabwe no están explotándolas. “Hacemos un llamamiento al gobierno chino para que venga con toda su fuerza a explotar estos minerales”, dijo al funcionario de Xinhua Kumbirai Kangai, Portavoz Adjunto del Parlamento.
Kangai aseguró a los potenciales inversores chinos que no se expondrían a acciones legales si asumían las concesiones retenidas por las compañías occidentales.
Pocos meses después, en diciembre de 2007, la compañía china Sinosteel Corporation, adquirió una participación del 67% de los Holdings Zimasco, el principal productor y exportador de ferrocromo de Zimbabwe. Los Holdings Zimasco son el quinto mayor productor de ferrocromo carbonado del mundo y están produciendo 210.000 toneladas de ferrocromo con alto contenido en carbón por año, casi todo él obtenido del Great Dyke, hasta representar el 4% de la producción global de ferrocromo.
Zimasco tiene también las segundas mayores reservas de cromo del mundo, después de Sudáfrica. Fue anteriormente propiedad de Union Carbide Corporation, y ahora es parte de Dow Chemicals Corp.
¡Oh, oh! ¡Qué forma de sonar las alarmas en los círculos de Londres y Washington a causa de esas noticias!
China considera claramente a Africa como la parte fundamental de su plan estratégico, sobre todo por sus reservas petrolíferas y materias primas vitales como cobre, cromo y níquel. El continente se está convirtiendo al mismo tiempo también en una zona importante para los productos manufacturados chinos. Pero la batalla por las materias primas está en el corazón de la lucha, y es la razón real, según se cuenta, de la reciente decisión de Washington de formar en el Pentágono un Mando separado para África.
Controlar el auge económico de China es una prioridad estratégica no declarada de la política militar y exterior de Estados Unidos y lo ha sido desde antes del 11 de Septiembre de 2001. El único punto delicado del asunto es el hecho de que China, con sus alrededor de 1.7 billones de reservas en divisas exteriores, de las que se cree que la mayoría son valores del Tesoro estadounidense, podría provocar un pánico total alrededor del dólar y un mayor colapso de la economía de EEUU si decidiera, por razones políticas, que es demasiado arriesgado continuar manteniendo sus cientos de miles de millones de deuda en dólares estadounidenses. En efecto, al comprar deuda del gobierno estadounidense con sus excedentes comerciales, China ha estado financiando indirectamente las políticas estadounidenses en contra de los intereses nacionales chinos, como en el caso de la guerra de Iraq, o incluso los alrededor de 100 millones de dólares que el Departamento de Estado de Condi Rice se gasta anualmente en el Tibet.
China se niega a seguir las normas del juego neo-colonial anglo-estadounidense. No busca la aprobación del FMI o del Banco Mundial antes de negociar con los países africanos. Concede préstamos blandos sin importarle quien gobierna el país. En esto no se diferencia de Washington o Londres. Los chinos ven la influencia estadounidense menos afianzada en África que en el resto del mundo, por tanto, África ofrece oportunidades únicas para que China busque sus intereses económicos.
Esto puede ser, o no, cínico. Puede que sea Realpolitik. Si con ello se consigue que ciertos países africanos puedan utilizar a China como contrapeso político a la dominación unilateral anglo-estadounidense del continente, quizá puedan salir beneficiados, dependerá de cómo utilicen ese beneficio.
Pero ha sido claramente a la economía china a la que le ha resultado extremadamente positivo el acceso de su país a minerales económicamente vitales, así como también al petróleo de lugares como Darfur, el sur de Sudán o Nigeria.
Las riquezas mineras han situado una vez más a Africa en el centro del escenario de la batalla entre Oriente y Occidente. Sin embargo, en esta ocasión y a diferencia de la era de la Guerra Fría , Pekín juega con mejores cartas y Washington le sigue muy de lejos.