El último vuelo de un pájaro libre

IÑAKI ZARATA
El Correo



Muere a los 74 años Mikel Laboa, máxima figura de la canción en euskera.

El otoño, que apaga la naturaleza sin distinción de especies, enmudeció ayer la bella voz de Mikel Laboa, que el próximo día 23 iba a ser distinguido con la Medalla de Oro de Guipúzcoa. Quien se autobautizó en su comienzo público como cantante con el seudónimo de Azken (último) no podrá saborear ser considerado precisamente ciudadano de primera.

Se sabía que Mikel estaba delicado, se le veía más flaco, más débil, más ausente, casi demasiado mayor para sus 74 años. Pero había sido siempre débil de salud, caminó de susto en susto y acostumbró a los suyos a verle alicaído. Empeoró mucho el domingo y en la madrugada del lunes voló libre, dejó vacío el nido, como los muchos pájaros de sus canciones.

El tanatorio de Rekalde fue ayer un incesante lugar de visitas de familiares, amigos, compañeros músicos, autoridades y todo tipo de gente que quiso darle su adiós. Será incinerado hoy en la intimidad y no se ha anunciado funeral. Desde el PP hasta la izquierda abertzale, todos los partidos lamentaron ayer su desaparición, especialmente sentida en el ámbito de la cultura vasca y de la canción en euskera, de la que fue máxima figura.

De agonías, muertes, y homenajes a seres queridos ya idos estaba repleto su último disco de estudio, 'Xoriek-17', de 2005. Una obra cenital en fondo y forma, que adquiere ahora significado como lúcida y melancólica despedida de su tarea discográfica, tras once discos grandes y cuatro pequeños.

Dividida en tres capítulos, en el titulado 'In memoriam', esa última grabación rendía tributo a algunos creadores que dejaron huella en su vida: James Joyce, Billie Holiday, Jacques Brel, Atahualpa Yupanqui, Georges Brassens, Violeta Parra, Vincent van Gogh, Franz Kafka, el txalapartari Jesús Ar-tze, el pintor Vicente Ameztoy... El premonitorio final de ese personalísimo disco, ahora ya su último capítulo musical, se cerraba con la muerte sobrevolando las canciones: 'Xoxo beltza', 'Agonia', 'Negua (Txorien heriotza)', 'Xoriak'.

También se había podido constatar el desgaste escénico en los conciertos de 2001, que fueron su última tanda de recitales en público. Por ejemplo, en el que dio en octubre en el bilbaíno Palacio Euskalduna, compartiendo cartel y el 'Haika mutil' con el maestro granadino Enrique Morente. O en el ofrecido días después en Lezo, que le despidió de los escenarios.

El adiós de La Zurriola

Tuvo Mikel el regalo de poder volver a cantar en julio del 2006, en una abarrotada playa de la Zurriola, precediendo a Bob Dylan en el llamado Concierto por la Paz. Era a priori el peor de los escenarios y el peor cartel posible para alguien como Mikel, respetuoso con su público hasta el punto de casi huirlo antes de cada recital. Pero ofreció una redonda muestra de su quehacer ante una audiencia que lo escuchó con respeto y hasta emoción. No se podía pedir mejor despedida.

Mikel Laboa Manzisidor, quien venía de una familia sanjuandarra, nació el 15 de junio de 1934 en la Parte Vieja de San Sebastián, ciudad en la que ha residido durante casi toda su vida, exceptuando una breve temporada en Lekeitio durante la Guerra Civil. Su abuelo Eduardo era carpintero marino. Su padre, Feliciano, fue músico y concejal del PNV en la capital guipuzcoana. Ha querido la historia que el consistorio propusiera ayer, con rara unanimidad, la concesión a título póstumo de la Medalla de Oro de la ciudad.

Sencillo, humanamente cercano, con profundidad de sabio y alma de niño y con el humor siempre por delante (recordaban ayer unos amigos que en Barcelona, en uno de sus primeros conciertos, le dijeron que ya llegaba el 'catering', y estuvo esperando en vano a que arribara ¡Catherine Deneuve!) Laboa deja una honda huella creativa y humana.

Médico infantil

Médico de profesión (especializado en neuropsiquiatría infantil, que ejerció durante casi 20 años), entendió su afición cantora con originalidad creativa y hasta vanguardista, pero desde un plano casi amateur en su relación con la industria. Comenzó cantando para estudiantes en Pamplona y Zaragoza, con influencias primeras de autores como el argentino Yupanqui. Descubrió el cancionero tradicional euskaldun, formó parte del influyente colectivo Ez Dok Amairu, musicó a Bertolt Brecht, investigó con el protosintetizador moog y se sumergió en la poesía de Joxan Artze, Atxaga y Joseba Sarrionandia.

Experimentó bajo influencia de creadores como John Cage, aunó la ternura con sus chirriantes 'Lekeitioak' y acabó abrazando el jazz contemporáneo junto a instrumentistas más jóvenes como Iñaki Salvador y Josetxo Silguero. Colaboró con rockeros, desde los Negu Gorriak de Ehun Ginen a Lisabö, que participa en su último disco. Grupos como Delirium Tremens, BAP!, Bukaera o Su Ta Gar participaron en el disco homenaje 'Txerokee', del año 1990. En su último título cantado, hablaba Mikel de la muerte de los pájaros en invierno y se preguntaba si se escondían para morir. Vuela ahora libre y deja en los corazones de sus gente el revoloteo de las canciones más hermosas.