Alberto García-Alix, ‘De donde no se vuelve’


AIDA M. PEREDA
Lumpen


«La heroína funde tiempo y espacio.
Destruye toda ambición de ser...
Esa es su fuerza.
La heroína tiene un precio.
Hay que pagarlo.
Mala suerte y dolor. »

Alberto García-Alix



García-Alix (León, 1956) se agarra con fuerza a la tierra. Es un superviviente nato. Le ha ganado el pulso al ritmo de los años ochenta, pero también al sabor amargo que deja la pérdida. Este fotógrafo, Premio Nacional de Fotografía en 1999, conocido por ser uno de los ejes que vertebraron la movida madrileña con sus retratos a gente popular, ha sabido ir más alla transgrediendo las reglas estéticas con instantáneas de presos, yonquis y prostitutas enfrentándose desafiantes ante el objetivo.

Estos días, el Museo Reina Sofía de Madrid acoge una retrospectiva articulada en torno al texto De donde no se vuelve, creado por el artista y transformado en vídeo para la muestra. 250 fotografías, tomadas entre 1976 y 2008, ponen voz a un diario personal marcado por la inconsciencia y la rebeldía.

Amigos

La mayor parte de las imágenes las protagonizan sus propios amigos. Su hermano Willy (el primero en caer), Tere, Fernando, Rosa, Chito, Magui, Manolo... posan despojados de cualquier pudor hacia la cámara destructiva que dispara García-Alix. “Fotografío lo vivo como ya muerto, con la intencionalidad de un forense”, confiesa, porque “una colección de retratados es una colección de futuros cadáveres”.

García-Alix mira de frente al paso del tiempo y se queda con el valor documental: “la fotografía es iconografía de muerte. Está en su naturaleza. En ella ya no somos como somos. Somos como éramos...”, advierte.

Sus memorias gráficas tratan de saldar las cuentas pendientes con el olvido en un homenaje a los que están pero sobre todo a los que se han ido. “Para muchos de nosotros, nuestro error fue que nuestra mística estaba anclada a una épica destructiva”, explica el autor. “Morfina, pentazocina, palfium, dolantina, pentapón, sosegón, ampollas de clorhidrato mórfico, heroína... el limbo que antecede al infierno”, asegura.

Autorretratos

Otra parte importante de la muestra revela un enfoque más interior. Se aprecia una madurez en las formas evolutivas del autorretrato, que va ganando en sombras y matices como reflejo de la complejidad que acompaña a la trayectoria vital del artista. García-Alix se descubre a sí mismo, se reinventa, da luz a su lado más débil y sale reforzado.

Paisajes

La exposición se completa con fotografías inéditas de sus viajes a Pekín y a París, que dan fe de la faceta más convencional del artista. Rascacielos que se elevan hacia el cielo como tumbas o el vuelo de unos pájaros son sólo algunas de las metáforas que se desprenden de unas fotografías armoniosas donde priman las líneas duras de la geometría urbana.

Y al final del recorrido, una narración en primera persona de García-Alix en el vídeo De donde no se vuelve que presta el título a la muestra. A la salida, aún resonaban en mi cabeza estas palabras: “Me río yo de las penas. Las narcoticé todas”.



«La fotografía es un poderoso médium.
Nos lleva al otro lado de la vida.
Y allí, atrapados en su mundo de luces y sombras,
siendo sólo presencia, también vivimos.
Inmutables. Sin penas. Redimidos nuestros pecados.
Por fin domesticados... Congelados.
Al otro lado de la vida... De donde no se vuelve.»


Alberto García-Alix