MARIE-CLAIRE UBERQUOI
Descubrir el arte
Hace sesenta años, una serie de artistas y escritores daneses, belgas y neerlandeses, vinculados a Copenhague, Bruselas y Ámsterdam, fundaron el grupo Cobra, nombre formado por las primeras letras de estas tres ciudades. Fundamentalmente, su principal objetivo era lanzar un grito de guerra contra la sociedad burguesa encorsetada por la tradición y contra el arte preso del formalismo. Corriente eminentemente europea, Cobra pasó a situarse en la encrucijada del surrealismo y del expresionismo abstracto norteamericano, aunque sus fuentes de inspiración y sus ambiciones abarcarían un horizonte mucho más amplio.
Para entender este movimiento, cuya actividad se desarrolló entre 1948 y 1951, conviene recordiar el contexto histórico y cultural de la época. Cobra nació en una Europa recién liberada de la Segunda Guerra Mundial, que se despertaba paulatinamente de una larga y dolorosa noche. Durante el conflicto, la gente tuvo que vivir replegada sobre sí misma, ya que la guerra impedía viajar de un país a otro, limitando así los intercambios entre artistas e intelectuales. De modo que para los impulsores de Cobra, la recuperación de la libertad era una situación que querían aprovechar para lanzarse a la creación de algo nuevo, que cristalizó en un movimiento a la vez transnacional y pluridisciplinario.
Curiosamente, Cobra no nació en Ámsterdam, ni en Bruselas, ni en Copenhague, sino en París, en el curso de una reunión que tuvo lugar en el café del Hotel Notre-Dame el día 8 de noviembre de 1948. A este encuentro asistieron los belgas Christian Dotremont y Joseph Noiret, el danés Asger Jorn y los neerlandeses Karel Appel, Constant y Corneille, que decidieron formar un grupo constituido únicamente por los movimientos de vanguardia de sus respectivos países. Su decisión surgió como consecuencia de sus desacuerdos con los surrealistas franceses y con la actuación de André Breton al frente de este movimiento. La principal divergencia de los impulsores de Cobra residió en el hecho de que ellos asociaban sus convicciones políticas con sus planteamientos artísticos, mientras que los franceses habían renunciado a ello. Los miembros de Cobra compartían un mismo idealismo socialista de izquierda y una clara hostilidad frente al formalismo del arte francés de la posguerra.
Texto fundacional
Redactado por Christian Dotremont (1922-1979), escritor y pintor belga que desempeñó un papel decisivo en el desarrollo de Cobra, el texto fundacional, titulado La cause est entendue era un verdadero manifiesto. Sus firmantes rechazaban allí cualquier intento de teoría estéril y dogmática, considerando en su conjunto, que la única forma de proseguir con su actividad internacional era desarrollar "un trabajo orgánico y experimental". Al núcleo inicial se sumaron después los belgas Pierre Alechinsky y Pol Bury, los franceses Jacques Doucet y Jean Michel Atlan y los daneses Morgens Balle y Carl-Henning Pedersen, entre otros.
Les unía un mismo deseo de expresarse de forma espontánea y absolutamente libre, sin someterse a ninguna convención predeterminada. Para los integrantes de Cobra, las normas estéticas establecidas durante siglos por el sistema de clases de la civilización occidental habían ejercido un efecto reductor en la pulsión creadora del ser humano, algo que a sus ojos no tenía ya ningún valor. Éste fue su principal caballo de batalla, lo que les llevó a reivindicar un arte vivo, que regresaba a sus orígenes, manteniendo una gran sintonía con el arte popular y el arte primitivo, dado que éstos eran lenguajes que, según los protagonistas de Cobra, no habían sido desvirtuados por los ideales burgueses.
La evolución del movimiento
La muestra organizada por los Musées Royaux des Beaux-Arts de Bélgica, en la ciudad de Bruselas, revisa la evolución del movimiento Cobra entre 1948 y 1951, situándolo en su contexto histórico y cultural. La selección reúne unas 180 obras, entre pinturas, esculturas, cerámicas, dibujos, grabados y una amplia documentación gráfica, que evocan las actividades de los miembros del grupo, sus viajes, sus exposiciones, sus creaciones colectivas y sus publicaciones. Destaca especialmente la revista llamada con el mismo nombre de Cobra, que constituyó una auténtica plataforma para la proyección internacional del grupo. Se publicaron ocho números bajo la dirección de Christian Dotremont y algunos de ellos sirvieron también como catálogo de exposición. Editada en francés, cada uno de sus números incluía textos, en los que los miembros de Cobra exponían sus principales ideas artísticas y libertarias, acompañadas de reproducciones de sus obras, algunas realizadas colectivamente.
Una de las principales características del grupo era su vocación pluridisciplinar. Con frecuencia, artistas y escritores mezclaban en sus obras pintura y escritura, siendo uno de sus casos más emblemáticos el del belga Pierre Alechinsky (Bruselas, 1972). Para este pintor y para sus compañeros de la aventura de Cobra, la escritura, como expresión creativa espontánea, integrada a la composición pictórica, adquiría una energía particular.
La mayoría de ellos realizó a menudo obras colectivas, ya fueran dibujos o pinturas, e incluso grandes decoraciones, como la de la Casa de los Arquitectos en Bregnerod (Dinamarca) del año 1949. En la muestra se ofrece una interesante selección de las llamadas Peintures-Mots (Pinturas-Palabras), obras elaboradas a cuatro manos; entre ellas, la célebre serie de pinturas poéticas de Dotremont y Asger Jorn titulada Ici la chevelure des choses, de 1948.
La historia de Cobra estuvo marcada por la celebración de tres grandes exposiciones, que se recuerdan en la abundante documentación reunida para la muestra. La primera de ellas tuvo lugar en Bruselas, en 1949; la segunda, en Ámsterdam, ese mismo año, y la última, en Lieja, en 1951. La manifestación más importante fue, sin duda, la del Stedelijk Museum de Ámsterdam, que provocó una auténtica tormenta de indignación en la prensa. Titulada Exposición internacional de arte experimental, reunía creaciones de artistas de diez nacionalidades distintas, incluyendo así las colaboraciones de algunos creadores afines a Cobra. Sus obras constituían un auténtico manifiesto ontra el lirismo poético, la abstracción estéril y la sociedad burguesa en general.
Las pinturas, esculturas, dibujos y grabados incluidos en la muestra llamaban la atención por su fuerte carácter expresionista y por un cromatismo exacerbado. Sus autores ponían en práctica su voluntad de dejar fluir libremente el pensamiento y las sensaciones, fuera del control ejercido por la razón. En su universo encontramos algunas huellas de la poética de Miró y de la magia de Paul Klee, mezcladas con símbolos, máscaras y criaturas místicas; unas figuras extrañas, que son mitad homre y mitad bestia, inspiradas en antiguas leyendas. De hecho, los artistas de Cobra intentaban hacer aflorar desde el fondo del subconsciente unas formas y arquetipos, pertenecientes al ámbito de los mitos y al imaginario colectivo.
En el recorrido de la muestra que venimos comentando, se presentan importantes conjuntos mongráficos que permiten conocer en profundidad las aportaciones de las personalidades más relevantes de Cobra, como Christian Dotremont, Asger Jorn, Constant, Corneille, Carl-Henning Pedersen y Henry Heerup. Este último, de origen danés, es el autor de impactantes esculturas realizadas con objetos de desecho. En la amplia selección aquí recogida, se refleja el carácter abierto y pluridisciplinar del grupo, del que conviene destacar además los gouaches de Pol Bury,las pizarras grabadas del belga Roul Ubac, las curiosas pinturas de Lucebert, las impactantes telas del francés Atlan y las fotografías de Serge Vandercam.
Un torbellino
Cobra fue un movimiento complejo, una suerte de "torbellino difícil de definir", según las propias palabras de Christian Dotremont, su principal ideólogo. Los artistas de Cobra querían ser portadores de un mensaje expresado a través de los colores, las palabras y las formas, un mensaje que invitara a hacer tabula rasa del viejo mundo formalista. Desde el punto de vista plástico, el expresionismo agresivo de las pinturas de algunos miembros de Cobra tuvo cierta influencia en los pintores surgidos a principios de los años ochenta, bautizados como "los nuevos fauves", o los "nuevos expresionistas", entre ellos, Barceló, los italianos Enzo Cucchi y Sandro Chia y los alemanes A. R. Penck y Georg Baselitz.
Cobra fue algo más que una corriente artística. Su ambición era incidir en la sociedad a través de un proyecto cultural abierto, que no estuviera limitado por ninguna barrera nacional, racial o ideológica. Después de la dispersión de Cobra, cada uno de sus miembros continuó su propia carrera sin renegar de los principios que les habían unido. Algunos incluso, como Constant y Asgen Jorn, participaron en la Internacional Situacionista, colaborando en la revista de este movimiento. Como señala Richard Miller en el catálogo de la muestra, sesenta años después de su trascendental aventura, las preguntas planteadas por los artistas de Cobra continúan ahora mismo de actualidad, alcanzando con ello una dimensión y escala mundial.
En Musées Royaux des Beaux Arts de Belgique (Bruselas) hasta el 15 de febrero de 2009