Música, Política y ser Negro en EE UU


FERNANDO BLANCO
Revista Pueblos



Will.I.Am compone para el candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos el tema Yes, we can [Sí, podemos]. John Rich, un cantante country, escribe Raisin’ McCain [Aupando a McCain], que el candidato republicano adopta para sus mítines a sugerencia de su hija, Meghan McCain. Uno es el candidato de los que han batallado durante los ocho años últimos contra el conservadurismo belicista encarnado en George W. Bush. Son, entre otros muchos, Bruce Springsteen, Billy Joel, Jackson Brown o Neil Young. El otro refleja los valores de la América del Norte tradicionalista, aferrada a unos principios muy propios de la música country, excepción hecha del trío femenino Dixie Chicks.


Música y política han conocido esencialmente momentos de agudas disonancias desde el final de la I Guerra Mundial. La guerra en Vietnam, la segregación racial, la lucha de los trabajadores y hoy la guerra en Irak son hechos de una tensa confrontación entre poder político y movimientos sociales a los que la música ha puesto la banda sonora. En septiembre pasado, el músico de rock Neil Young, uno de los más combativos contra la política del saliente presidente estadounidense, presentó en el Festival de Cine de San Sebastián la película CSNY/Déjà vu, basada en la gira contra la guerra en Irak que realizó por Estados Unidos en 2006 en compañía de sus antiguos compañeros, Crosby, Stills y Nash. Obama es el que se ha postulado en contra de la intervención en Irak. Si a la Casa Blanca llega Barak Obama, daría la puntilla a la revitalización del denostado espíritu de la guerra de Vietnam experimentado desde que el sillón presidencial lo ocupa George W. Bush. No en vano su sucesor en el partido republicano, John McCain, lleva a gala su pasado como destacado en Vietnam. La canción compuesta por John Rich para él habla de esos tiempos, de cómo defendió el honor de los Estados Unidos, de cómo soportó su tiempo de prisionero de guerra, de las secuelas de la tortura en uno de sus brazos. Por cosas del destino, el 16 de septiembre último moría en un hospital de Los Ángeles el autor del himno más feroz contra la guerra de Vietnam, Norman Jesse Whitfield. Se trata de War, que interpretó Edwin Starr y que también recogió en sus directos Bruce Springsteen con la E Street Band.

El carácter de denuncia, explícita o con mensajes sobreentendidos, germina en la música negra principalmente en géneros como el blues, los cantos espirituales y el jazz, para luego calar esta semilla en el rock, soul, folk y funk tras la II Guerra Mundial. Philippe Paraire, crítico musical, cuenta en su magnífico libro 50 años de música rock que el blues nació "en un periodo de extrema miseria para el pueblo negro de los Estados Unidos: linchamientos, crisis del algodón, industrialización de la agricultura sureña, éxodo rural masivo, segregación de los guetos, trabajos forzados y derechos civiles inexistentes. Esos años 20 y 30 (del pasado siglo) han dejado en las letras del blues inicial la huella de la desesperación de un pueblo obsesionado por el hambre, el paro, la enfermedad". Ahora bien, el blues insiste mucho sobre "el placer, el alcohol, la separación de las parejas, la soledad de los vagabundos". Es verdad: el blues exhibe el lado hedonista de un pueblo obligado a sufrir en silencio, una vía de escape del padecimiento diario en las grandes plantaciones sureñas y en los guetos de las urbes en el norte industrial. Ylos espirituales negros y el gospel son el asidero religioso.

‘Fruta extraña’y PCUSA

Pasaron muchas décadas hasta que el padrino del funk, James Brown, proclamó Say it loud, I’m black and I’m proud [Dilo alto, soy negro y estoy orgulloso]. Antes, el trompetista Louis Armstrong fue detenido por negarse a ceder su asiento a una persona blanca en un autobús en la ciudad de Memphis. Muchos años en el que el más famoso club de jazz neoyorquino, el Cotton Club, contrataba a los mejores músicos negros para clientes exclusivamente blancos. Tiempos previos a la II Guerra Mundial, cuando el estilo swing movía hasta el paroxismo del deleite el cuerpo de una sociedad golpeada por la crisis de 1929. Años tenebrosos en donde, siguiendo a Martin Smith, sólo dos voces se alzaron contra la segregación racial y los linchamientos amparados por el poder político en Washington y los gobernadores de los distintos Estados y las policías locales. Una fue la gran cantante de blues y jazz Billie Holiday, que cantó la escalofriante canción Strange Fruit [Fruta extraña]. La canción fue escrita por un maestro de escuela blanco y judío llamado Abel Meeropol. Dos jóvenes negros, Thomas SIP (18 años) y Abram Smith (19 años), fueron golpeados y colgados de un árbol en Indiana, 1930. La foto la vio Meeropol y le inspiró estos versos:

"Los árboles del Sur
tienen una fruta extraña,
sangre en las hojas y sangre en la raíz,
un cuerpo negro colgando en la brisa sureña,
fruta extraña colgando de un álamo".

El segundo fue Duke Ellington, concienciado militante de la causa negra y participante en actos convocados por el Partido Comunista de Estados Unidos (PCUSA) contra el fascismo y el racismo. Otros músicos blancos también se oponían a la política racista de los gobiernos estadounidenses. Benny Goodman –clarinetista blanco especializado en swing–, por ejemplo, dirigió uno de los primeros grupos musicales que integraba a negros y blancos y se negó a actuar ante públicos segregados. La presión popular se trasladó a los estudios de Hollywood para que incluyeran caras negras en sus películas. Los estudios contrataron a Duke Ellington, Count Basie –el verdadero ‘Rey del Swing’, aunque negro– y Louis Armstrong en la parte musical. Y sí, existió un Partido Comunista hasta su depuración tras la II Guerra Mundial. Aliado de los sindicatos y su lucha por mejorar las condiciones de vida de los trabajadores a través del Congres of Industrial Organisations (CIO). Artistas negros de la talla de Dizzy Gillespie, Charles Mingus, Max Roach o Miles Davis simpatizaron con las causas defendidas por el PCUSA. Llegó la Guerra Fría a partir de 1948. La ley Taft-Haley purgó a los comunistas de los sindicatos. El resto corrió a cargo del Comité de Actividades Antiamericanas del senador Joe McCarthy y su fanática obsesión contra la "infiltración comunista" en el cine y en la música. El actor, deportista y cantante Paul Robeson, una persona de un talento extraordinario –cita Martin Smith-, fue convocado en 1956 ante el Comité mcCarthiano. Ahí declaró: "Queréis cerrarle la boca a todo negrazo que se atreva a decir basta y luchar por los derechos de su gente". El Gobierno le retiró el pasaporte, su nombre pasó a la lista negra, no pudo hacer giras, su carrera se hundió y murió en la más absoluta ruina en 1976.

Cambio de escenario

El primer álbum de jazz que retrata en su portada al movimiento de los derechos civiles de los negros lo publica Max Roach. Se titula We insist! Freedom Now Suite (1960) y se ve sentados a la barra de un bar para blancos a tres jóvenes negros. John Coltrane tocó en citas del Comité Estudiantil de Coordinación No Violenta y en apoyo a Luther King. Compuso el tema ‘Alabama’ en homenaje a las cuatro niñas negras asesinadas el 15 de septiembre de 1963 al explotar una docena de cartuchos de dinamita en la iglesia baptista de la ciudad de Birmighan, en Alabama. El acto fue planeado por racistas blancos en un intento de aterrorizar a los manifestantes pro-derechos civiles.

Los movimientos folk y folk rock de los 50 y los 60 se situaron en la senda de la América del Norte incómoda al poder presidencial. Canciones políticas, cantos sindicales y pacifistas (ver Pueblos nº 33), de denuncia de la violencia racial y de la discriminación…, son temas abordados por Guthrie y su discípulo Pete Seeger, esenciales para la formación musical de Bob Dylan o Joan Baez. No obstante, la música negra de los sesenta no fue nunca, en general, explícitamente comprometida. A los artistas negros les costaba ya bastante atraer al público blanco, y se quedaban en una reserva prudente, pero sí hay ciertas canciones entendidas en doble sentido: Dancing in the street [Bailando en las calles], de Martha and The Vandellas, era entendida como una llamada a la rebelión (los manifestantes cantaban la canción modificando el estribillo, que se convertía en Fighting in the streets [Luchando en las calles]). Respect [Respeto], de Otis Redding, más que una canción de amor era una llamada a considerar a los negros como seres humanos que hay que "respetar". Freedom [Libertad], de Aretha Frankling, era más clara, y el arriba apuntado tema de James Brown.