Trovador en la era virtual. Pete Molinari, un británico que bebe de las fuentes del "folk" americano


MANUEL BORRERO
Diagonal



Ha recorrido medio mundo con su guitarra a cuestas y se declara seguidor de Johnny Cash y de los poetas beat. Es la figura más preclara del nuevo folkbritánico

Una fuerte onda revisionista se ha hecho presente en el panorama de la música popular, manifestándose en varios estilos y artistas: el trío de hermanos Kitty, Daisy & Lewis tienen fascinados a los aficionados al rock’n’roll clásico y al rockabilly con su peculiar y muy primitivo sonido evocador de la década de los ‘50 e incluso anterior, ya que también aparecen en sus canciones ecos del swing de los años ‘20.

Curiosamente su propuesta parece que ha traspasado la tradicionalmente inmovilista escena rockabilly, no en vano el trío es uno de los primeros artistas confirmados para la edición 2009 de un festival que basa parte de su apuesta en artistas de vanguardia, como es el Primavera Sound.

En la escena soul / rythm & blues la aparición de Ely ‘Paperboy’ Reed ha supuesto un auténtico bombazo, con su actualización de las maneras que hicieron inmortales a gigantes como Otis Redding, Sam Cooke o James Carr, vertidas sobre el escenario en torrenciales shows de una intensidad que no se veía hace tiempo, como se pudo comprobar en su reciente gira por tres ciudades españolas. ¿Representa Molinari el mismo caso dentro de la escena country / folk? La verdad es que este británico, natural de Chatman, en el estado de Kent, reúne todos los requisitos para ser incluido en este lote.

Molinari condensa en su corto pero intenso ciclo vital todos los componentes que pueden parecer necesarios en la carrera de un songwriter al uso. Nacido en el seno de una familia con ancestros malteses, italianos y egipcios, pronto destacó por sus inusuales gustos musicales: mientras sus compañeros de generación se declaraban seguidores de las bandas del momento (Oasis, Suede, Nirvana), nuestro hombre suspiraba desde pequeño atendiendo a arcanas grabaciones de Billie Holliday, John Coltrane, Bob Dylan o Hank Willimas, en viejos vinilos de sus hermanos mayores. Así mismo quedó vivamente impresionado por el poder evocador y romántico que encontró en los escritos de Woody Guthrie y en el legendario On the Road de Jack Kerouac. Siendo todavía un adolescente, aprovechó una visita a Nueva York que en principio iba a tener una duración de un mes para lanzarse a recorrer el país con la guitarra (acústica, por supuesto) al hombro, viviendo de actuaciones que le iban saliendo en bares, cafés y cualquier tugurio en el que se dignasen a oírle. Este improvisado tour también le brindó la oportunidad de pisar algunos escenarios míticos, como el caso del Café Wha o el Bitter End, tablas hoyadas en tiempos pretéritos por Dylan, Ramblin’ Jack Elliot o poetas beat como Gregory Corso y Allen Ginsberg.

El largo periplo le proporcionó la oportunidad de entrar en contacto con todo tipo de auditorios, desde los más intelectuales de ciudades como Boston, Nueva York o Filadelfia, más cercanos y sensibles a las propuestas del bardo británico, a honky tonk inmundos de villorrios en los estados sureños con auditorios menos receptivos. Entre este heterogéneo grupo de espectadores logró trabar amistad con el actor Vicent Gallo, que, según parece, registró en vídeo algunas actuaciones de Molinari.

Ya de vuelta a Gran Bretaña, Billy Childish le propone registrar un álbum completo. Childish es un veterano de la escena garagera británica, líder de bandas como The Milkshakes o Thee Headcoats, y un auténtico chiflado del sonido lo-fi (antipódico de la high fidelity) y las grabaciones analógicas.

El álbum en cuestión se registró en una grabadora Revox, convirtiéndose la cocina de la casa de Childish en improvisado estudio de grabación, y fue publicado en 2006 en el sello Damaged Goods Records con el título de Walking Off The Map. En él podemos disfrutar de la cristalina voz de Molinari, con una producción sencilla y áspera, cercana a la sonoridad del primer Dylan acústico. Como acompañamiento a la guitarra acústica, Molinari contó con la armónica de Jim Riley, la suave percusión de Wolf Howard y los coros de la esposa de Billy Childish, Julie.

No es sin embargo hasta la publicación de su segunda entrega A Virtual Landslide (Damage Goods, 2008), una grabación más rica en sonoridad y en surtido estilístico, cuando el talento de Molinari ha quedado patente de una manera más preclara.

Rememorar décadas pasadas

"A VIRTUAL LANSLIDE" / Damaged Goods Records

En el mundillo discográfico se considera la segunda obra de un artista como la auténtica prueba de fuego, que confirma o desmiente los logros alcanzados en las primeras grabaciones. Tomando por bueno este axioma, el segundo larga duración del cantautor de Chatham lo confirma como uno de los valores al alza dentro de panorama del folk británico.

Grabado en esta ocasión en los estudios Toe Rag y producido por Liam Watson, A Virtual ... nos ofrece un variado recorrido por la tradición folk /rock/country de ascendencia netamente yanqui, bebiendo de fuentes tan recomendables como el Johnny Cash de Adeline, Everly Brothers (la inicial It Came Out Of The Wilderness), recordando la sutil melancolía del gran Fred Neil en la preciosa One Stolen Moment o al Dylan más prístino en Look What I Made.

Nos sorprende con los aires fronterizos de Dear Angelina y cierra el disco con un velado homenaje a los cantautores más socialmente comprometidos, vía Woody Guthrie y Pete Seger, con Lest We Forget. Todo ello envuelto en una preciosa portada (recomendable su adquisición en formato vinilo) y dotado de una evocadora manera de entender la composición musical, rememoradora de décadas pasadas.