El dossier social, cada día que pasa más abultado, lleva camino de convertirse en el Talón de Aquiles del Gobierno francés. El malestar se instala y el Elíseo trata de apagar con anuncios sorpresa y cumbres el incendio en las Antillas, por temor a que el humo alcance al Hexágono
MAITE URIBIA
Gara
La agenda de Nicolas Sarkozy rebosa de compromisos de diálogo, aunque los prolegómenos de las dos citas principales de la semana no sean precisamente prometedores. La intersindical, que logró encajar un golpe considerable al Gobierno conservador con la movilización del 29 de enero, será recibida hoy en el Elíseo.
Ya al inicio de la legislatura, el presidente francés abrió las puertas del despacho tanto a los portavoces de los sindicatos como a los líderes de la patronal.
De este modo, Sarkozy fijó en su álbum político dos imágenes con las que proyectar a la ciudadanía la idea de que su presidente no ejercería de comparsa, sino que marcaría los ritmos en la transformación de un país que en las últimas décadas ha perdido peso en el ámbito internacional y que en el flanco interno paga los efectos de un envejecimiento evidente de su sistema político-institucional.
Mucho ha cambiado desde aquel apretón de manos del 14 de mayo de 2007 -en vísperas de que Sarkozy jurara su cargo como presidente-. En aquella primera «cumbre social», patronos y sindicatos conocieron de primera mano los planes reformistas del sucesor de Chirac.
Desde entonces, éste se ha librado a una carrera de reformas de la que no han salido indemnes ni siquiera los sindicatos. El líder conservador les ganó de mano las primeras batallas: sembró eficazmente la semilla de la discordia al combatir logros históricos de los trabajadores con el discurso de que esos derechos están desfasados y son hoy «privilegios insoportables».
De esto modo, borró los estatus especiales, elevó la barrera de la jubilación y emprendió reformas -léase recortes- en la seguridad social, la asistencia médica o las ayudas familiares.
Sarkozy ha podido sacar adelante ese primer paquete antisocial sin sufrir mayor desgaste. Es cierto que los sindicatos han calentado la calle de vez en cuando («otoño caliente» de 2007), pero el Elíseo ha digerido sin dificultad unas movilizaciones discontinuas y más bien limitadas a los sectores afectados.
Los problemas para Sarkozy han llegado más tarde, de la mano de una crisis financiera mundial que ha situado al país en enero de 2009 en un escenario de recesión en el que se agudizan las contradicciones sociales (las previsiones hablan de más de 300.000 nuevos inscritos en las oficinas de desempleo este año) y se instala la duda sobre la pericia del equipo de Sarkozy para «arreglar las cosas».
La visión de la mayoría social hacia Sarkozy se ha transformado a la misma velocidad con que la crisis y las reformas se han aliado para perturbar la economía doméstica y, sobre todo, las expectativas de futuro de las clases medias que dieron la Presidencia al líder derechista.
Según el último sondeo publicado por «Le Parisien», un 60% de los franceses quieren que su presidente module su política en función de las principales demandas de los sindicatos. Nada que ver con las encuestas que secundaban hasta hace bien poco su firmeza al mantener el calendario de las reformas.
En este sentido, es sintomática la evolución en las movilizaciones del sector educativo. Las imágenes de estudiantes en pie de guerra contra las reformas Darcos y Pecresse han dado paso a acciones conjuntas a las que primero se sumaron los profesores de los liceos -temerosos de engrosar la lista de esos 13.000 puestos que se suprimirán en la Educación Nacional- y ahora mismo reúnen también al personal docente de universidades e institutos técnicos, con presencia destacada para los profesores-investigadores.
El perfil amplio de esta ola de malestar ha animado a los sindicatos a dar la batalla. El 29 de enero, entre uno y dos millones y medio de franceses secundaron la jornada de movilización unitaria. En su intervención del 5 de febrero, Sarkozy anunciaba en prime time la cumbre social que se celebra hoy al tiempo que aireaba una partida de 1.400 millones para inversión social..... cheque dudoso a rellenar con los intereses que espera recuperar el Estado de los préstamos otorgados a los bancos.
La patronal Medef ya ha adelantado que la subida de los salarios está fuera de su agenda, lo que situará a los sindicatos en la disyuntiva de aceptar las medidas menores ya adelantadas por Sarkozy como un primer paso, o bien rechazarlas como un parche insuficiente. Sarkozy se daría por satisfecho si lograra dividir en una sola cita a sus inter- locutores tras esos dos posibles argumentos, de cara a desgastar la segunda convocatoria movilizadora que la intersindical anuncia para marzo.
Mientras, trece organizaciones de izquierda han preferido bajar a la calle en vísperas de la cita en el Elíseo para apoyar desde París la lucha de los trabajadores que desde hace un mes desarrollan huelgas, bloqueos y marchas masivas en las Antillas.
La situación en los «territorios de Ultramar», en particular en Guadalupe, se ha deteriorado fuertemente en las últimas horas.
Ante el desinterés general de los medios franceses y también, digámoslo, de buena parte de la izquierda intelectual del Hexágono, las autoridades coloniales se han cerrado durante semanas a la reclamación de bajada de precios y de aumento de sueldos. Y las cargas policiales suplen hoy con violencia creciente las lagunas de la política.
Ya al inicio de la legislatura, el presidente francés abrió las puertas del despacho tanto a los portavoces de los sindicatos como a los líderes de la patronal.
De este modo, Sarkozy fijó en su álbum político dos imágenes con las que proyectar a la ciudadanía la idea de que su presidente no ejercería de comparsa, sino que marcaría los ritmos en la transformación de un país que en las últimas décadas ha perdido peso en el ámbito internacional y que en el flanco interno paga los efectos de un envejecimiento evidente de su sistema político-institucional.
Mucho ha cambiado desde aquel apretón de manos del 14 de mayo de 2007 -en vísperas de que Sarkozy jurara su cargo como presidente-. En aquella primera «cumbre social», patronos y sindicatos conocieron de primera mano los planes reformistas del sucesor de Chirac.
Desde entonces, éste se ha librado a una carrera de reformas de la que no han salido indemnes ni siquiera los sindicatos. El líder conservador les ganó de mano las primeras batallas: sembró eficazmente la semilla de la discordia al combatir logros históricos de los trabajadores con el discurso de que esos derechos están desfasados y son hoy «privilegios insoportables».
De esto modo, borró los estatus especiales, elevó la barrera de la jubilación y emprendió reformas -léase recortes- en la seguridad social, la asistencia médica o las ayudas familiares.
Sarkozy ha podido sacar adelante ese primer paquete antisocial sin sufrir mayor desgaste. Es cierto que los sindicatos han calentado la calle de vez en cuando («otoño caliente» de 2007), pero el Elíseo ha digerido sin dificultad unas movilizaciones discontinuas y más bien limitadas a los sectores afectados.
Los problemas para Sarkozy han llegado más tarde, de la mano de una crisis financiera mundial que ha situado al país en enero de 2009 en un escenario de recesión en el que se agudizan las contradicciones sociales (las previsiones hablan de más de 300.000 nuevos inscritos en las oficinas de desempleo este año) y se instala la duda sobre la pericia del equipo de Sarkozy para «arreglar las cosas».
La visión de la mayoría social hacia Sarkozy se ha transformado a la misma velocidad con que la crisis y las reformas se han aliado para perturbar la economía doméstica y, sobre todo, las expectativas de futuro de las clases medias que dieron la Presidencia al líder derechista.
Según el último sondeo publicado por «Le Parisien», un 60% de los franceses quieren que su presidente module su política en función de las principales demandas de los sindicatos. Nada que ver con las encuestas que secundaban hasta hace bien poco su firmeza al mantener el calendario de las reformas.
En este sentido, es sintomática la evolución en las movilizaciones del sector educativo. Las imágenes de estudiantes en pie de guerra contra las reformas Darcos y Pecresse han dado paso a acciones conjuntas a las que primero se sumaron los profesores de los liceos -temerosos de engrosar la lista de esos 13.000 puestos que se suprimirán en la Educación Nacional- y ahora mismo reúnen también al personal docente de universidades e institutos técnicos, con presencia destacada para los profesores-investigadores.
El perfil amplio de esta ola de malestar ha animado a los sindicatos a dar la batalla. El 29 de enero, entre uno y dos millones y medio de franceses secundaron la jornada de movilización unitaria. En su intervención del 5 de febrero, Sarkozy anunciaba en prime time la cumbre social que se celebra hoy al tiempo que aireaba una partida de 1.400 millones para inversión social..... cheque dudoso a rellenar con los intereses que espera recuperar el Estado de los préstamos otorgados a los bancos.
La patronal Medef ya ha adelantado que la subida de los salarios está fuera de su agenda, lo que situará a los sindicatos en la disyuntiva de aceptar las medidas menores ya adelantadas por Sarkozy como un primer paso, o bien rechazarlas como un parche insuficiente. Sarkozy se daría por satisfecho si lograra dividir en una sola cita a sus inter- locutores tras esos dos posibles argumentos, de cara a desgastar la segunda convocatoria movilizadora que la intersindical anuncia para marzo.
Mientras, trece organizaciones de izquierda han preferido bajar a la calle en vísperas de la cita en el Elíseo para apoyar desde París la lucha de los trabajadores que desde hace un mes desarrollan huelgas, bloqueos y marchas masivas en las Antillas.
La situación en los «territorios de Ultramar», en particular en Guadalupe, se ha deteriorado fuertemente en las últimas horas.
Ante el desinterés general de los medios franceses y también, digámoslo, de buena parte de la izquierda intelectual del Hexágono, las autoridades coloniales se han cerrado durante semanas a la reclamación de bajada de precios y de aumento de sueldos. Y las cargas policiales suplen hoy con violencia creciente las lagunas de la política.