"Star", semilla de contracultura


EDUARDO TÉBAR
Sonicwave magazine



Su nombre le sonará muy poco a la mayoría de los consumidores de revistas especializadas en música y tendencias culturales, pero en junio de 1974, cuando este país padecía un trágico retroceso con respecto al mundo civilizado, Star se convirtió en el germen de la nueva modernidad europea y sentó las bases como publicación pionera en España en contenidos musicales y artísticos al margen del pensamiento único. Al mismo tiempo, Oz y Actuel desarrollaban quimeras similares en Inglaterra y Francia. Aunque los delirios libertarios del proyecto editorial con sede en Barcelona chirriaron más aquí. El director de Star, Juan José Fernández, tuvo que afrontar continuas represalias por ser una china en el zapato de la pedagogía ‘oficial’: abundaron los secuestros, multas, juicios, suspensiones y amenazas durante seis años de andadura.

El libro ‘Star. La contracultura de los 70’ (Glénat) recuerda aquel periodo. Sin nostalgia. Con la simpática tranquilidad del que contempla una fotografía de la niñez. Veintiocho años después, nadie se escandaliza por un cómic de historietas sobre sadomasoquismo. Tampoco por ‘Las confesiones de un comedor de opio inglés’ (Thomas De Quincey) o por las ‘Memorias de un pornógrafo tímido’ (Kenneth Patchen). Estos títulos –igual que ‘Derrama whisky sobre tu amigo muerto’ (Raúl Núñez), ‘Tratado sobre la tolerancia’ (Voltaire) o los populares ‘Señores y nuevas criaturas’ (Jim Morrison), ‘Tarántula’ (Bob Dylan), ‘En la carretera’ (Jack Kerouac) o ‘Ubu Rey’ (Alfred Jarry)– solían acompañar a la revista. Eran los llamados Star-Books. Literatura ácida importada de la generación beat estadounidense unida a las vanguardias del viejo continente, con espacio para los efervescentes creadores nacionales. Un aura de progresía incipiente rodeaba a Star, que reflejaba la transformación del país.

Juan José Fernández pertenecía a la estirpe de editores de Ferma. Su posición le permitió viajar y otear la realidad exterior. Publicar una revista contracultural era una odisea, una locura de veinteañeros idealistas que atrapó a un promedio de 100.000 lectores en cada número. Se trataba de un auténtico gueto de ideas frescas. Desde las portadas, verdaderas obras de arte en las que desbordaban su imaginación Alberto García Alix, Ceesepe, Ouka Leele o ‘El Hortelano’. Es decir, pintores, ilustradores y fotógrafos hoy consagradísimos. Igual que su equipo de periodistas y escritores; redactores en fase de arranque que ahora mismo sustentan la prensa musical española. Ahí despuntaban el eterno Diego A. Manrique –ojo, Diego ‘Fuzztone’ por entonces– o capos de Ruta 66 como Ignacio Juliá, Jaime Gonzalo y Oriol Llopis.

Vista atrás

Todos ellos estrujan el recuerdo en estas páginas. Algunos con cierto sonrojo, aunque, en general, satisfechos por formar parte de una generación hambrienta por el cambio. Los libros prohibidos, los conciertos clandestinos y los bastiones universitarios escenificaron un periodo decisivo. Y Star catalizó con descaro aquel tiempo. Mucha responsabilidad para un simple tocho de papel coloreado. Hojas llenas de veneno para una sociedad de educación rancia. En ese sentido, la temática era diversa: textos con empatía hacia el punk emergente, cine de serie ‘b’, comics para adultos (los primeros por estos lares), reflexiones sobre la modernidad, exposiciones, ecología, sustancias narcóticas, itinerarios alcohólicos de Barcelona…

En este ejercicio de memoria, donde se expone una amplia retrospectiva visual, también se ventilan curiosidades. Porque habrá quien se sorprenda al tropezar con las firmas ‘progres’ de los jóvenes Ramón de España, Ignacio Vidal-Folch, Isabel Coixet o Karmele Marchante –sí, han leído bien–. Así como Pau Malvido –Pau Maragall, en realidad–; el hermano menor del célebre político catalán, fallecido por efectos de las drogas, circuló entre los primeros articulistas de rock de la península (Anagrama publicó en 2006 ‘Nosotros los malditos’, una deliciosa antología de sus escritos).

Superada la resaca, unos se fueron, otros se aburguesaron y los que menos siguen por ahí, casi igual de indómitos. Explica Juan José Fernández que “en una época en la que el conformismo cultural es la norma, Star debería ser un referente para la gente con inquietudes, tendría que impulsarles a buscar la ruptura de la omnipresente fuerza del ‘consumo, luego existo”. Por desgracia, la memoria no es nuestro fuerte.