KEPA ARBIZU
Lumpen
M. Ward cuenta con la fantástica, y poco habitual, caracterísita de ser admirado por un abanico muy amplio del consumidor musical. Desde los amantes del rock clásico hasta aquellos seguidores de sonidos más vanguardistas o modernos, tienen buenas palabras para él. Cosa nada extraña, por otra aprte, viendo su maravillosa carrera.
Son ya seis los discos editados por el compositor norteamericano. En sus inicios, “End of amnesia”, su sonido estaba basado en un country folk tocado de manera austera. El soporte principal, y casi único, eran la guitarra y su voz. Elemento este que pasa por ser una de sus principales cualidades, un tono susurrante, cálido, capaz de transmitir al oyente sensaciones muy fuertes. En “Transfiguration of Vincent”, su siguiente disco, empieza a dar pequeños pasitos añadiendo algunas sonoridades más complejas y adornando su, hasta ahora, estilo más desnudo. En esa dirección ha ido modulando progresivamente y sin grandes saltos abruptos, su personalidad musical.
En su anterior disco en solitario, "Post-war", sí ha habido un progreso cuantitativamente mayor respecto a los arreglos en su música. Ha añadido muchos más elementos, más instrumentación , llegando a utilizar sonidos muy eléctricos, poco dados hasta el momento , pero todo manteniendo siempre su marcada identidad y sin bajar para nada el nivel.
El año pasado se embarcó en el proyeco “She and him”junto a la actriz y cantante Zooey Deschanel. De título “Volume one”, da la sensación de que no se trata de algo esporádico sino que tendrá continuidad. El resultado en este caso está basado en el pop de los cincuenta y sesenta y en el sonido Motown, de hecho realizan versiones de los Beatles y de Smokey Robinson.
El recién editado “Hold time”, sigue básicamente los parámetros de su anterior trabajo individual, incrementando un poco más el gusto por la ornamentación y ampliando su espectro musical. Lo que sigue sin cambiar es la consideración de que estamos ante uno de los músicos jóvenes con más talento.
“Begginers”, canción que abre el disco, es un ritmo lento pero cadencioso que nos hace recordar las composiciones más pausadas de Harry Nilsson. “Never”, se mueve a ritmo de rock and roll espolvoreado de purpurina, donde homenajea a los héroes de dicho estilo, T Rex o Gary Glitter. Un divertimento que sin embargo no acaba de encajar en el ambiente del disco. “Hold time” desde sus inicios orquestados demuestra que es un tema grandioso, donde la música y su voz susurrante, forman un conjunto inseparable. También hay sitio para la “desacelerada” versión del clásico de Buddy Holly, “Rave on”. “To save me” es un tema con tintes pop con el sello de Phil Spector o los Beach Boys. La nota más clásica, hablando de estilos, se dan en “One hundred” y “Fisher man” perfectas construcciones con un poso country donde se ve la sombra de viejos maestros como Hank Williams o Townes Van Zandt. El momento más brillante, y trágico a la vez, es el dúo con Lucinda Williams, dos estilos de voz totalmente opuestas que crean una perfecta sintonía. “Epistomlogy” es un rock melancólico donde se ve el dominio que tiene el músico de todos los estilos.
Cierra el disco un instrumental, que suena como una actualización de John Fahey (al que ya dedicó un homenaje), que es el perfecto colofón para explicar el amplio concepto musical que posee M Ward. Aparte de su técnica, consigue a través de las canciones crear unos sugerentes ambientes repletos de sentimientos.
Son ya seis los discos editados por el compositor norteamericano. En sus inicios, “End of amnesia”, su sonido estaba basado en un country folk tocado de manera austera. El soporte principal, y casi único, eran la guitarra y su voz. Elemento este que pasa por ser una de sus principales cualidades, un tono susurrante, cálido, capaz de transmitir al oyente sensaciones muy fuertes. En “Transfiguration of Vincent”, su siguiente disco, empieza a dar pequeños pasitos añadiendo algunas sonoridades más complejas y adornando su, hasta ahora, estilo más desnudo. En esa dirección ha ido modulando progresivamente y sin grandes saltos abruptos, su personalidad musical.
En su anterior disco en solitario, "Post-war", sí ha habido un progreso cuantitativamente mayor respecto a los arreglos en su música. Ha añadido muchos más elementos, más instrumentación , llegando a utilizar sonidos muy eléctricos, poco dados hasta el momento , pero todo manteniendo siempre su marcada identidad y sin bajar para nada el nivel.
El año pasado se embarcó en el proyeco “She and him”junto a la actriz y cantante Zooey Deschanel. De título “Volume one”, da la sensación de que no se trata de algo esporádico sino que tendrá continuidad. El resultado en este caso está basado en el pop de los cincuenta y sesenta y en el sonido Motown, de hecho realizan versiones de los Beatles y de Smokey Robinson.
El recién editado “Hold time”, sigue básicamente los parámetros de su anterior trabajo individual, incrementando un poco más el gusto por la ornamentación y ampliando su espectro musical. Lo que sigue sin cambiar es la consideración de que estamos ante uno de los músicos jóvenes con más talento.
“Begginers”, canción que abre el disco, es un ritmo lento pero cadencioso que nos hace recordar las composiciones más pausadas de Harry Nilsson. “Never”, se mueve a ritmo de rock and roll espolvoreado de purpurina, donde homenajea a los héroes de dicho estilo, T Rex o Gary Glitter. Un divertimento que sin embargo no acaba de encajar en el ambiente del disco. “Hold time” desde sus inicios orquestados demuestra que es un tema grandioso, donde la música y su voz susurrante, forman un conjunto inseparable. También hay sitio para la “desacelerada” versión del clásico de Buddy Holly, “Rave on”. “To save me” es un tema con tintes pop con el sello de Phil Spector o los Beach Boys. La nota más clásica, hablando de estilos, se dan en “One hundred” y “Fisher man” perfectas construcciones con un poso country donde se ve la sombra de viejos maestros como Hank Williams o Townes Van Zandt. El momento más brillante, y trágico a la vez, es el dúo con Lucinda Williams, dos estilos de voz totalmente opuestas que crean una perfecta sintonía. “Epistomlogy” es un rock melancólico donde se ve el dominio que tiene el músico de todos los estilos.
Cierra el disco un instrumental, que suena como una actualización de John Fahey (al que ya dedicó un homenaje), que es el perfecto colofón para explicar el amplio concepto musical que posee M Ward. Aparte de su técnica, consigue a través de las canciones crear unos sugerentes ambientes repletos de sentimientos.