ABC
En el teatro isabelino no había sitio para las actrices: los personajes femeninos eran interpretados por hombres, por lo que tiene su lógica la inclinación de destacadas actrices por asumir los papeles masculinos. Ahora, sumándose a una larga lista de intérpretes hamletianas, Blanca Portillo salta al escenario del Matadero madrileño enfundada en las mallas de un Hamlet de carne y sueño, aliñado por el esloveno Tomaz Pandur con su estética de negrura, cuero y hielo, e insertado en una encrucijada de referencias de género, ambigüedades, juegos especulares, y pulsiones de ying y yang atrapadas en un mismo gesto. Un personaje dual que engarza con una de las vetas argumentales del teatro áureo más propicia a la pluralidad de significaciones: la de la mujer vestida de hombre. Shakespeare creó al dubitativo príncipe danés cociendo en la retorta de su genio alguna obra anterior y diversas referencias históricas y literarias, singularmente la Gesta Danorum de Saxo Grammaticus y las Histoires tragiques de François de Belleforest.
Doble muesca. Fue el actor isabelino Richard Burbage quien estrenó las palabras que el Bardo puso en boca de esta criatura singular, que oculta un raro imán que atrae irremisiblemente a las actrices. En la amplia nómina de eximias trágicas que se han mirado en ese espejo insondable, la primera interpretación femenina de Hamlet de la que se tiene constancia es la de la británica Sarah Siddons (1755-1831), popularísima por su magnífica composición de otra creación shakespeareana, Lady Macbeth. Cuando se atrevió a calibrar el peso de la calavera de Yorick tenía 20 años; siguió visitándolo durante tres décadas más. A Sarah Bernhardt (1844-1923) le corresponde el honor de haber sido la primera mujer que encarnó a Hamlet para el cine pocos años después de que el invento de los Lumière iniciara su andadura; fue en un corto, mudo naturalmente, dirigido por Clément Maurice en 1900: El duelo de Hamlet.
Sobre el escenario lo abordó nada menos que a los setenta años de edad, añadiendo a su deslumbrante historial la doble muesca dorada de ser la única actriz que ha triunfado tanto con las calzas de Hamlet como con las faldas de Ofelia. Se anticipó en un par de décadas a otra versión cinematográfica de la pieza altamente valorada por la crítica, el Hamlet (1920) de Sven Gade y Heinz Schall, que protagonizó y produjo la actriz danesa Asta Nielsen (1881-1972), cuya espléndida actuación contribuyó a hacer de esta película el primer gran éxito internacional del cine alemán.
Xirgu, Espert. Para poner en pie este Hamlet mujer educada como hombre para suceder a su padre en el trono, el guionista Erwin Gepard cosió al texto de Shakespeare la teorías expuesta por el británico Edward P. Vining en El misterio de Hamlet (1881), según la cual el príncipe de Dinamarca era una princesa andrógina, detalle que venía a explicar sus angustias existenciales y que basaba en tres puntos: su abulia depresiva, su atracción por Horacio, y la forma en que condena a Ofelia al ostracismo. Ya en 1795, Goethe, en Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister, había dejado caer que Hamlet era afeminado y frágil. En el ámbito hispano se guarda constancia de un Hamlet al que dio vida en 1938 la gran Margarita Xirgu (1888-1969) en Buenos Aires, animada por Benavente y tras haberse documentado en Inglaterra, donde había viajado en compañía del dramaturgo en 1933. «Un Hamlet de verdad tiene que ser espontáneo», pensaba la actriz, arguyendo que el personaje debe ignorar el peso de las especulaciones filosóficas y psicológicas acumuladas durante siglos y huir de la rigidez académica; las interpretaciones antienfáticas y fluidas que presenció en Londres la persuadieron de que tenía razón. En 1960 fue Nuria Espert quien osó asumir el papel dirigida por su marido, Armando Moreno. La actriz ha relatado a Marcos Ordóñez (De aire y fuego) la marimorena con que fue recibido el montaje en el Grec barcelonés: «Se organizó un escándalo de envergadura porque aceptaron muy mal que una mujer hiciera el personaje. Ana Mariscal se había atrevido, tiempo atrás, a hacer de don Juan Tenorio y también la pusieron a caldo. Fue una de esas raras funciones en las que una parte del público llega con "el pito puesto", como dicen en la Scala, y empieza a abuchear desde el principio. A la que aparecí yo, concretamente». No siempre el público se ha portado así.
«Hamletas». Puede consultarse la suma erudita de cuantas Hamletas en el mundo han sido en Women as Hamlet. Performance and Interpretation in Theatre, Film and Fiction (Cambridge University Press) de Tony Howard, un libro fascinante que pide a gritos ser traducido al español y del que se puede consultar una amplia vista previa en books.google.es. Howard ofrece una exhaustiva panorámica y ofrece esta lista selecta ordenada alfabéticamente: Judith Anderson, Sarah Bernhardt, Charlotte Cushman, Alla Demidova, Nuria Espert, Olwen Fouere, Fatma Girick, Clare Howard, Elizabeth Inchbad, Madame Judith, Bertha Kalisch, Eva Le Gallienne, Siobahn McKenna, Asta Nielsen, Nance O?Neil, Giacinta Pezzana, Anna Marie Quinn, Julianna Ramaker, Sarah Siddons, Frances de la Tour, Diane Venora, Angela Winkler, Margarita Xirgu y Clara Ziegler. Añádase en el lugar correspondiente a Blanca Portillo.
Doble muesca. Fue el actor isabelino Richard Burbage quien estrenó las palabras que el Bardo puso en boca de esta criatura singular, que oculta un raro imán que atrae irremisiblemente a las actrices. En la amplia nómina de eximias trágicas que se han mirado en ese espejo insondable, la primera interpretación femenina de Hamlet de la que se tiene constancia es la de la británica Sarah Siddons (1755-1831), popularísima por su magnífica composición de otra creación shakespeareana, Lady Macbeth. Cuando se atrevió a calibrar el peso de la calavera de Yorick tenía 20 años; siguió visitándolo durante tres décadas más. A Sarah Bernhardt (1844-1923) le corresponde el honor de haber sido la primera mujer que encarnó a Hamlet para el cine pocos años después de que el invento de los Lumière iniciara su andadura; fue en un corto, mudo naturalmente, dirigido por Clément Maurice en 1900: El duelo de Hamlet.
Sobre el escenario lo abordó nada menos que a los setenta años de edad, añadiendo a su deslumbrante historial la doble muesca dorada de ser la única actriz que ha triunfado tanto con las calzas de Hamlet como con las faldas de Ofelia. Se anticipó en un par de décadas a otra versión cinematográfica de la pieza altamente valorada por la crítica, el Hamlet (1920) de Sven Gade y Heinz Schall, que protagonizó y produjo la actriz danesa Asta Nielsen (1881-1972), cuya espléndida actuación contribuyó a hacer de esta película el primer gran éxito internacional del cine alemán.
Xirgu, Espert. Para poner en pie este Hamlet mujer educada como hombre para suceder a su padre en el trono, el guionista Erwin Gepard cosió al texto de Shakespeare la teorías expuesta por el británico Edward P. Vining en El misterio de Hamlet (1881), según la cual el príncipe de Dinamarca era una princesa andrógina, detalle que venía a explicar sus angustias existenciales y que basaba en tres puntos: su abulia depresiva, su atracción por Horacio, y la forma en que condena a Ofelia al ostracismo. Ya en 1795, Goethe, en Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister, había dejado caer que Hamlet era afeminado y frágil. En el ámbito hispano se guarda constancia de un Hamlet al que dio vida en 1938 la gran Margarita Xirgu (1888-1969) en Buenos Aires, animada por Benavente y tras haberse documentado en Inglaterra, donde había viajado en compañía del dramaturgo en 1933. «Un Hamlet de verdad tiene que ser espontáneo», pensaba la actriz, arguyendo que el personaje debe ignorar el peso de las especulaciones filosóficas y psicológicas acumuladas durante siglos y huir de la rigidez académica; las interpretaciones antienfáticas y fluidas que presenció en Londres la persuadieron de que tenía razón. En 1960 fue Nuria Espert quien osó asumir el papel dirigida por su marido, Armando Moreno. La actriz ha relatado a Marcos Ordóñez (De aire y fuego) la marimorena con que fue recibido el montaje en el Grec barcelonés: «Se organizó un escándalo de envergadura porque aceptaron muy mal que una mujer hiciera el personaje. Ana Mariscal se había atrevido, tiempo atrás, a hacer de don Juan Tenorio y también la pusieron a caldo. Fue una de esas raras funciones en las que una parte del público llega con "el pito puesto", como dicen en la Scala, y empieza a abuchear desde el principio. A la que aparecí yo, concretamente». No siempre el público se ha portado así.
«Hamletas». Puede consultarse la suma erudita de cuantas Hamletas en el mundo han sido en Women as Hamlet. Performance and Interpretation in Theatre, Film and Fiction (Cambridge University Press) de Tony Howard, un libro fascinante que pide a gritos ser traducido al español y del que se puede consultar una amplia vista previa en books.google.es. Howard ofrece una exhaustiva panorámica y ofrece esta lista selecta ordenada alfabéticamente: Judith Anderson, Sarah Bernhardt, Charlotte Cushman, Alla Demidova, Nuria Espert, Olwen Fouere, Fatma Girick, Clare Howard, Elizabeth Inchbad, Madame Judith, Bertha Kalisch, Eva Le Gallienne, Siobahn McKenna, Asta Nielsen, Nance O?Neil, Giacinta Pezzana, Anna Marie Quinn, Julianna Ramaker, Sarah Siddons, Frances de la Tour, Diane Venora, Angela Winkler, Margarita Xirgu y Clara Ziegler. Añádase en el lugar correspondiente a Blanca Portillo.