Günter Grass: "Me sentí como un payaso cuando los mediocres intentaban ridiculizarme"


ALBERTO OJEDA
El Mundo



Tras pelar capa por capa la cebolla de su biografía, y llegar a su epicentro más controvertido, el de su pertenencia pasada a las Waffen SS, Günter Grass se vio amarrado a la picota del repudio público. Su figura, hasta entonces incuestionable, empezó a tambalearse. Fue en el verano de 2006. El escritor atravesó entonces una etapa difícil. La depresión le cercaba en mitad de un fuego cruzado entre sus defensores y detractores. Unos decían que sus revelaciones eran un gesto valiente y no le desacreditaban. Otros lamentaban que hubiera esperado tanto para poner el naipe más negro de su pasado sobre la mesa. El autor alemán, herido, buscó el refugió de la poesía. Escribió entonces Payaso de agosto (Bartleby), por cuyos versos se filtra toda la convulsión del momento.

Pregunta.- ¿Por qué llegó a identificarse con la figura del payaso en mitad del escándalo?

Respuesta.- El payaso de agosto del que yo hablo es el payaso del circo, del que la gente se ríe, y así es como me sentía cuando los mediocres trataban de ridiculizarme. Lo de agosto lo escojo porque fue en ese mes, en el año 2006, cuando unos pocos periódicos empezaron el estúpido y extremadamente ofensivo debate en torno a mi libro biográfico Pelando la cebolla.

P.- ¿Fueron la tristeza y la rabia los que le empujaron a escribir estos poemas?

R.- Tristeza y rabia, sí, pero también sorpresa y estupor. Yo había escrito un libro auténtico y sincero, incluso alegre en algunas partes, sobre mi juventud, y sobre algunas de las penurias vividas en aquella época, compartidas con muchos alemanes de mi generación. Y luego me encontré con que muchos periodistas interpretaron aquel libro con criterios arbitrarios y marcados por una presunta superioridad moral. Lo cierto es que sólo se fijaron en una única página de él, o en dos o tres frases sueltas. Cuando hablaban de Pelando la cebolla resultaba obvio que no la habían leído.

P.- Algunos críticos de su país calificaron Payaso de agosto como un mero ejercicio de victimismo y autojustificación. ¿Qué tiene que decir al respecto?

R.- No siento ninguna necesidad de justificarme. A estos críticos sólo les pediría una cosa muy sencilla: que lean los poemas.

P.- Muchos de sus poemas los acompaña con ilustraciones propias. ¿Qué le salen primero: los dibujos o las palabras?

R.- La verdad es que el proceso creativo no tiene un método fijo. A veces empiezo con un dibujo, o con una serie de ellos. Otras con un poema o con las primeras frases de una nueva novela. Cuando escribo -yo suelo escribir un primer borrador de mis obras a mano-, de repente empiezo a dibujar en los márgenes. Son dibujos que me ayudan a encontrar la palabras adecuadas.

P.- La prensa recibe varios ataques en su poemario. ¿La considera la principal responsable de la magnitud que tomó la controversia sobre su pasado?

R.- Sí, sin duda. Así lo creo.

P.- ¿Se ha llegado a arrepentir en alguna ocasión de haber pelado la cebolla hasta su epicentro más escabroso?

R.- No, nunca, en ningún momento. Y, por favor, no olvide que Pelando la cebolla es un libro autobiográfico que va desde mis años de juventud hasta el momento en que publiqué, hace 50 años, mi primera novela, El tambor de hojalata. No es, por tanto, una reflexión centrada únicamente en los cuatro meses de mi involuntaria incorporación a las Waffen-SS. A la postre, la reacción de los lectores me dio confianza y terminó por animarme.

P.- ¿Ha logrado recuperar la paz? ¿O el rumor de la controversia todavía resuena en su conciencia?

R.- La polémica me conmocionó durante un cierto tiempo, porque yo ya había manifestado, abiertamente, en artículos y libros, que me arrepentía de haber creído cuando era sólo un jovenzuelo en Hitler y en el nacionalismo, y de haber sido escéptico sobre lo publicado tras la guerra en torno a los crímenes cometidos por Alemania.

Después, pasado un tiempo, me ayudó ver cómo los medios y el público de otros países reaccionaron respecto a Pelando la cebolla, como en Polonia, España y Estados Unidos. Muchos escritores me apoyaron. Y escribir los poemas de Payaso de agosto también me ayudó mucho. De ese modo pude recobrar la paz y la calma necesaria para empezar a escribir de nuevo ensayos, así como una nueva entrega autobiográfica (La cámara oscura), publicada hace unos meses en Alemania.

P.- ¿Está todo dicho para Günter Grass? ¿O aún conserva la necesidad de “escupir contra el viento”?

R.- Para un escritor nunca está todo dicho. Y sí, quiero seguir escupiendo contra el viento, en discursos, artículos, ensayos y en poemas. La situación política actual da, además, muchos motivos a los escritores comprometidos para alzar la voz. Llevo entre manos también un nuevo proyecto literario, que me tendrá bien ocupado los próximos años. Pero es demasiado pronto para empezar a hablar de él.