El presidente electo, Mauricio Funes, pretende compaginar el impulso a la integración centroamericana con las buenas relaciones con EEUU, país con respecto al que El Salvador mantiene una dependencia económica preocupante debido al Tratado de Libre Comercio Centroamericano y a los envíos de remesas de los salvadoreños residentes allí.
LUISMI HUARTE
Gara
La histórica victoria de la antigua guerrilla del FMLN va a dar a El Salvador la oportunidad, difícilmente desaprovechable, según el autor, de subirse, de la mano de Petrocaribe y el ALBA, al tren soberano que desde el sur del continente recorre América Latina.
La victoria del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en las elecciones presidenciales de El Salvador, además de un cambio histórico para el país, por ser la primera vez que un partido de izquierdas gana el poder ejecutivo nacional, va a incidir también en la partida de ajedrez que en términos geopolíticos se está jugando a nivel continental.
Rasgos de la nueva época. Sin duda, este triunfo de la ex guerrilla hay que situarlo en una nueva época con unas coordenadas geopolíticas continentales e internacionales sustancialmente diferentes a las de la década de los 80. No estamos en el marco del fin de la Guerra Fría, con la expansión del pensamiento neoliberal, las políticas de ajuste y la guerra abierta de la Administración Reagan contra el Gobierno sandinista y la insurgencia centroamericana en Guatemala y El Salvador.
Nos encontramos en los inicios de una crisis profunda y estructural del sistema mundo -parafraseando a Wallerstein-; con un inquilino en la Casa Blanca que, a pesar de sus limitaciones, podría rememorar en ciertos aspectos el legado de Roose- velt y de Kennedy; con un segundo Gobierno sandinista en Nicaragua, más moderado y pragmático que el de los 80; y con un proceso de integración latinoamericano creciente e inédito en la historia moderna.
Es en este contexto en el que se produce la victoria de la ecuación Funes-FMLN. La combinación de estos dos factores ha posibilitado que por primera vez la derecha salga derrotada en unos comicios nacionales, es decir, la sinergia entre la potente maquinaria política del Frente y el notable carisma de un periodista crítico, ha permitido la victoria electoral de la izquierda. El FMLN, con una inevitable dosis de pragmatismo, ha optado por una figura externa a la militancia histórica y guerrillera para acceder al poder ejecutivo. No es un viejo combatiente, sino un civil de perfil moderado quien se convierte en el gancho electoral para que la ex guerrilla acceda la máxima instancia de gobierno.
Esto no debe sorprender, ya que está en sintonía con esta «nueva época», donde antiguas guerrillas y ex guerrilleros hoy forman parte de gobiernos progresistas y de izquierdas: Pepe Mújica y sectores de los Tupamaros uruguayos, el vicepresidente Álvaro García Linera en Bolivia, y figuras clave en el Ejecutivo de Chávez como Alí Rodríguez Araque, actual ministro de Finanzas.
Un país devastado. El legado que asume Funes y el FMLN es una nación profundamente devastada en el plano social y económico. Según la CEPAL, un 47% del total de la población es pobre, y casi un 20% está en situación de extrema pobreza. La salud y la educación pública están notablemente deterioradas, y todo esto viene acompañado de una de las tasas de inseguridad más altas de América Latina. Junto al drama social, nos encontramos una realidad económica deplorable, donde las recetas neoliberales han sido aplica- das por el partido ARENA con suma obediencia.
No es extraño que el país fuese calificado como uno de los mejores alumnos latinoamericanos, junto a México y Chile, por las instituciones internacionales defensoras de la globalización capitalista. A día de hoy, gran parte de la propiedad pública está privatizada (telecomunicaciones, electricidad, pensiones...), el dólar ha sustituido a la moneda nacional (el colón) desde 2001, y el «sistema de maquilas» de explotación intensiva de trabajadores tiene un gran peso económico. A esto hay que añadir una dependencia económica preocupante respecto a Estados Unidos, a través del Tratado de Libre Comercio Centroamericano y de los envíos de remesas de los ciudadanos salvadoreños residentes en EEUU.
En su primer discurso tras la victoria electoral, Funes anunció que su Gobierno seguiría una «política exterior independiente». Esto lo materializaría por dos vías: «impulso a la integración centroamericana» y «buenas relaciones con EEUU».
EEUU. Inevitablemente, la relación con la potencia del Norte va a seguir siendo estrecha, por razones económicas incontestables. Por un lado, un 90% del total de los dos millones y medio de salvadoreños que viven en el exterior reside en EEUU (recordemos que El Salvador tiene hoy día alrededor de 5.800.000 habitantes). Las remesas que envían estos inmigrantes suponen un 17% del PIB nacional, y por tanto se han convertido en un pilar fundamental de la estructura económica de El Salvador. Días antes de las elecciones, congresistas estadounidenses amenazaron con bloquear las remesas si ganaba el FMLN. Es improbable que esto vaya a suceder, pero de cualquier manera, el nuevo Gobierno es consciente de la importancia de mantener estable este importante flujo monetario.
Por otro lado, El Salvador fue el primer país que firmó el CAFTA (Tratado de Libre Comercio entre EEUU y Centroamérica) en 2004. Además, alrededor del 58% de sus exportaciones se dirigen a EEUU, mientras que más del 37% de sus importaciones provienen de ese país. Revertir esta dependencia va a ser sumamente complicado, aunque se prevé que el nuevo Ejecutivo haga una apuesta seria por reducirla.
Patria Grande. Sin embargo, El Salvador difícilmente va a desaprovechar la oportunidad de subirse al tren soberano que desde el Sur del continente viene recorriendo América Latina. En primera instancia, posiblemente tocará más pronto que tarde la puerta de Petrocaribe, organismo donde casi todo Centroamérica y el Caribe se reúnen. Las facilidades energéticas que Vene- zuela ofrece a sus integrantes, y de las que ya algunas alcaldías del FMLN habían disfrutado, obligarán al Ejecutivo de Funes a formar parte del grupo.
Asimismo, la invitación a integrarse en la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), liderada también por el Gobierno bolivariano, no se hará esperar. Si un país como Honduras, donde formalmente no gobierna la izquierda, terminó incorporándose al ALBA, gracias a los buenos oficios del presidente nicaragüense Daniel Ortega, por qué no habría de hacer lo mismo El Salvador, ahora bajo el mando del Frente, consciente de los beneficios que le reportará formar parte del bloque.
Mauricio Funes afirmó que su referente político es el presidente brasileño Lula, lo cual le retrata en términos ideológicos, con sus potencialidades y limitaciones. De cualquier forma, parece innegable que otro peón ha caído del lado de la Patria Grande.