Andrés, el artista llamado Calamaro


INÉS MARTÍN RODRIGO
ABC




Andrés Calamaro acaba de lanzarle un órdago a la crisis. A pesar de que (dicen) corren malos tiempos para la lírica, «El Cantante» acaba de presentar «Andrés» (Warner), un extenso recopilatorio compuesto por seis CD's, dos DVD's y hasta un libro. Las completas obras incompletas de Calamaro se convierten en la mejor biografía sonora de diez años de su vida (no sólo musical), los que van desde 1997 (el final de «Los Rodríguez») hasta 2007.

La expectación ante tal envergadura musical era máxima y el telón se abrió con un anfitrión cinematográfico, devoto de Calamaro y engalanado con las mejores alabanzas para la ocasión, de lujo. Fernando Trueba se deshizo en halagos hacia el (no) improvisado protagonista, que se descubrió como un gran actor pero, sobre todo, un artista enorme. «Andrés está en el grupo selecto de los que me hacen caminar sin darme cuenta», contó divertido Trueba aludiendo a la banda sonora que emplea en sus quehaceres deportivos.

Road movie musical

Después de definir (muy) acertadamente, como «road movie musical» el recopilatorio que hoy tocaba presentar, Fernando Trueba se colocó en un segundo plano y los focos se centraron en Andrés, ataviado con un sombrero vaquero, gafas oscuras y camiseta «in memoriam» de Elvis. Tal y como establecen los cánones de vestuario del rock and roll. No obstante, estamos ante un rockero de pro, de los que enarbolan la causa y hacen de la música su vida.

Una vida de la que en 2007 hizo balance, y del (des)equilibrió surgió la inspiración para dar forma al «grandes éxitos» que ahora presenta. Y es que, como el propio Calamaro reconoce, «grandes éxitos es un nombre bellísimo para un disco porque hay que tenerlos... bien puestos». Tan bien puestos como para reconocer que «el año pasado por primera vez sentí que era un buen momento para hacer balance, para repasar una década épica -de 1997 a 2007- con apogeo y decadencia del rock and roll». «So he did it», que dirían los gringos.

Pero no sólo de recopilatorios vive Calamaro y esta vez «Andrés» se detiene también en la parte menos conocida (al menos oficialmente, pues los cauces de la Red son inexorables), esos recovecos rellenos de versiones, duetos, inéditos y hasta música para bandas sonoras. «Soy un músico incompleto por mi naturaleza de músico de rock, pero al fin y al cabo los espacios vacíos nos hacen extraordinarios e imbéciles. El baño de humildad es permanente y compartir la vida con genios como Fernando Trueba, Jerry González, Diego el Cigala o Niño Josele lo pone a uno en su sitio».

Compromiso

Un sitio propio que el artista argentino se ha ganado disco a disco, concierto tras concierto, pues «en cada ensayo siento que renuevo el compromiso musical creativo». Compromiso que, en el caso de Calamaro, no sólo tiene tintes musicales sino también, y puede que por encima de estos, de índole humana. Así lo demuestra cuando en sus palabras, teñidas de nostalgia porteña, recuerda al poeta Miguel Abuelo y a otros amigos como Guillermo Martín, que perdieron la vida en medio del rock and roll. «Ahora tengo más unidas las partes del espejo, pero lo cierto es que espero que siga roto porque tengo motivos de sobra para ello».

Si bien hay quien puede tildar de osadía lanzar, con la que está cayendo, un cofre de 60 euros, valgan aquí las palabras del creador: «Es la caja negra que tiene las respuestas, la solución a la crisis por el contenido musical y artístico, porque caímos y porque nos levantamos». Es tan antiguo como el arte propio, capaz de «plantear de forma sencilla las grandes cuestiones de la humanidad». Y es que la música responde a otra clase de crisis... y anticrisis. Palabra de Calamaro.