"Gulf coast highway", Eric Lindell (2009)


KEPA ARBIZU
Lumpen




Tras contemplar el rotundo éxito de Amy Winehosue y en menor medida de Eli "Paperboy" Reed, no era desdeñable la idea de que este hecho pudiera servir de espaldarazo a otros muchos artistas, jóvenes o no, que practican el soul, en cualquiera de su multitud de vertientes. Visto lo visto, no parece que esa sea la elección del mercado musical. Los James Hunter, Alice Russell o Will Hoge, deberán esperar a otro momento de gloria.

En la misma situación se encuentra Eric Lindell, californiano de cuarenta años que dio sus primeros pasos dentro de la música en bandas de su zona natal, influenciadas por el skate y el hardcore-punk. Será más tarde, y tras pasar una temporada tocando en bares con su guitarra al estilo de un cantautor, cuando viaje a Nueva Orleáns y allí quede marcado por el derroche de influencias rítmicas que habitan en la zona. Ahí, y gracias a ser fichado por el carismático sello Alligator (uno de los más importantes en el terreno del blues), comienza su carrera tal y como la conocemos hoy en día. Así pues es un nuevo nombre a la densa lista de cantantes blancos, desde Eric Burdon hasta Steve Winwood, que interpretan un sonido genuinamente negro, como es la mezcla de blues y soul.

Sus dos discos anteriores, “Change in the weather” y “Low on cash, rich in love” también estaban basados en los sonidos ya mencionados, la diferencia con este último, “Gulf coast highway” básicamente consiste en que aquí el resultado final está más afianzado y aunque también hay una larga lista de influencias, todos están supeditados a una idea central más ajustada. Mucho tiene que ver en dicho resultado la consolidación de una banda que suena pletórica donde destaca una sección de vientos perfecta.

Tres son las corrientes que manejan el disco: una es el soul más ortodoxo, aquel que facturaban, por poner un ejemplo, sellos como Stax o Motown; otra es la innegable influencia del ambiente de Nueva Orlenas, todo el amplio abanico musical de raíz negra con un ritmo trepidante; y la última son los artistas de blues que sumaron mayor instrumentación que guitarra, bajo y batería como Little Milton u Otis Rush.

La canción que abre el disco destaca otra de las cualidades que posee el trabajo, el ambiente optimista y alegre que desprende a través de un ritmo contagioso facturado a la perfección por el grupo que le acompaña. “If love can’t find a way” recuerda por momentos a Stevie Wonder, incluso en el sonido de la harmónica tan característico. “Love and compasión” es otro tema bajo una estructura clásica de soul, aquí es Otis Redding el que nos viene a la mente. En “The look” y en “It’s a drag”, aparecen elementos del funk muy típicos en músicos como James Brown, al que evoca la forma de cantar en la primera de ellas. “Lullaby for Mercy Ann” es la balada más romántica del disco que incluso podría ser utilizada para acercarse al gran público. Hay que destacar también la importancia que tiene el saxo de James Carpenter en algunas composiciones como es en el caso de “Country livin”, estupendo tema cercano al rithmn and blues. También hay espacio para un par de versiones, una de ellas, “Here come the blues again”, más típica, ya que está compuesta por Delbert McClinton, una de las influencias más evidentes e importantes del artista californiano. La otra, menos habitual , es de Buck Owens, músico country, del que toma “Crying time” convirtiéndola en un vibrante ritmo típico de Louisiana.

Extraordinario el nuevo disco de Eric Lindell, supura energía, ánimo y muchas ganas de meterse de lleno en cada una de las canciones. Con trabajos así, el soul y sus derivados siguen estando vivos para todo aquel que quiera acercarse. No sólo de Amy Winehouse vive el hombre.