D.W. Griffith la descubrió para la gran pantalla y la hizo reina del cine mudo. Participó en más de 200 filmes y ganó un Oscar por su primera película hablada. Sus exigencias contribuyeron a modernizar el modelo de negocio en Hollywood. Cofundó United Artists y la Academia de Cine, institución que entrega los Oscar. Se retiró de la interpretación a los 41 años y vivió aislada
FRAN CASILLAS
El Mundo
Hollywood jamás ha conocido a una mujer tan poderosa como Mary Pickford. La menuda actriz no sólo participó en más de 200 filmes, sino que contribuyó a definir la industria del cine tal y como la conocemos, gracias a sus exigencias contractuales y a la fundación de United Artists y la mismísima Academia que otorga los Oscar. Este viernes se cumplen 30 años de la muerte de Pickford, mujer astuta y ambiciosa, luz primigenia en el firmamento de divas cinematográficas.
Gladys Marie Smith (su verdadero nombre) nació en Canadá en 1892 y desde niña vivió de la interpretación. Su familia atravesaba EEUU en trenes cochambrosos, uniéndose a compañías teatrales itinerantes y llevando una existencia eminentemente precaria.
Su nombre artístico, compuesto por la versión anglosajona de su segundo nombre y por el apellido de soltera de su madre, comenzaría a sonar con fuerza cuando sus dotes interpretativas atrajeron el interés de un pionero del séptimo arte como D.W. Griffith. Él la contrató para los estudios Biograph, cautivado por la intimidad y sencillez que derrochaba ante la cámara.
Griffith no se arrepintió de su apuesta, pues Pickford apareció en 100 largometrajes entre 1909 y 1910, causando un impacto inmediato. En aquella época, los nombres de los actores no se publicitaban en los carteles, así que las salas, para amortizar la popularidad de la joven, anunciaban en una pizarra la proyección de filmes protagonizados por 'la chica de los rizos de oro'. Su melena dorada era todo un icono, hasta el punto de que cuando se cortó el cabello a finales de los años 20, 'The New York Times' recogió la noticia en portada.
Solicitaba aumentos de sueldo como quien pide la hora
El éxito de Pickford alimentó su codicia. En 1911 abandonó Biograph para firmar por IMP (germen de Universal), pero pronto denunció a la productora para librarse de su contrato, alegando que lo había firmado cuando era menor de edad. Lo cierto es que se había dejado seducir por una tentadora oferta de Majestic: 225 dólares semanales y un empleo para el actor Owen Moore, su primer marido.
Majestic fue otra etapa efímera. Insatisfecha con los estándares creativos de la compañía, regresó al abrigo de Griffith en 1912, aun aceptando una rebaja en sus emolumentos. Un dato insólito si valoramos que Pickford solicitaba aumentos de sueldo con el mismo desparpajo con que se pide la hora. Sin embargo, a veces es preciso dar un paso atrás para tomar impulso: la actriz protagonizó algunos de sus filmes más memorables en esta segunda época con Griffith.
Asentada como la dama del cine mudo, Pickford ficharía por la futura Paramount en 1913. Tres años más tarde, su contrato ya le otorgaba pleno control sobre sus filmes, desde la supervisión del guión al montaje pasando por el casting. Fue además la primera actriz en recibir un porcentaje de los beneficios de una película.
Pickford era una mujer influyente, un rasgo que el gobierno yanqui supo explotar convenientemente. La actriz batió récords vendiendo 'bonos de la libertad', esto es, recaudando fondos para la entrada de EEUU en la Primera Guerra Mundial.
Douglas Fairbanks fue el gran amor de su vida
Otro actor que la acompañaba en sus discursos era Douglas Fairbanks, con quien inició un romance. Y es que su matrimonio con Owen Moore naufragaba. Los problemas conyugales afloraron por el alcoholismo de él, envidioso de la fama de su esposa. Además, siempre se ha creído que Pickford sufrió un aborto, lo que explicaría su posterior incapacidad para quedar embarazada.
Ni ella ni Moore superaron nunca ese episodio traumático. Vivieron una larga temporada separados, aunque el divorcio se demoraría varios años. Eso sí, una vez formalizado, Pickford tardó menos de un mes en pasar de nuevo por el altar para casarse con Fairbanks, el gran amor de su vida.
Por entonces, Pickford ya había abandonado Paramount. Era una emprendedora congénita y se había aliado con Griffith, Charles Chaplin y el propio Fairbanks para crear United Artists, una empresa que revolucionó el modelo de negocio cinematográfico, facilitando el acceso a salas de realizadores independientes. Hasta entonces, eran los propios estudios quienes monopolizaban las pantallas.
En 1927, Pickford fue una de las 36 personalidades que fundaron la Academia de Hollywood. Los felices años 20 fueron especialmente dichosos para la adorada actriz. En papeles de niña, de madre, de mujer pérfida, de incauta, de esclava o de prostituta, su magnética presencia siempre hipnotizaba a los espectadores. Sus honorarios por película se situaban ya en siete cifras. Y entonces llegó el sonido.
El cine sonoro precipitó su retirada de la interpretación
Como suele suceder con las modelos y los futbolistas, Pickford perdió gran parte de su atractivo cuando se vio obligada a abrir la boca. "Añadir sonido a las películas es como ponerle pintalabios a la Venus de Milo", llegaría a afirmar. Y eso que en 1930 ganó el Oscar a la mejor actriz por su primera película hablada, 'Coquette'. Claro que sólo tres años después, Pickford ya era una jubilada.
Su declive como intérprete corrió paralelo al de su relación con Fairbanks. Habían estado demasiado expuestos al ojo público, y "Douglas sólo sabía afrontar los problemas de un modo: huyendo", diría Pickford. Al final, ni siquiera las fiestas con invitados ilustres como George Bernard Shaw, Albert Einstein, Amelia Earhart o Arthur Conan Doyle pudieron maquillar el fracaso.
Pickford se casaría una tercera vez, con Charles 'Buddy' Rogers (actor, cómo no), y juntos adoptarían dos hijos a los que ella despreciaba (el niño era enano y la niña tenía los dientes torcidos). En realidad, Pickford nunca se olvidó de Fairbanks, a quien ensalzaba continuamente. Es más, a veces se confundía y llamaba Douglas a su nuevo marido.
Contra todo pronóstico, Pickford y Rogers permanecieron juntos durante más de cuatro décadas. Pero para entonces ella se había convertido prácticamente en una reclusa. Apenas salía de su mansión y concedía visitas a personas contadas. Cuando se le otorgó un Oscar honorífico en 1976, la Academia tuvo que enviar a un cámara a casa de Pickford para grabar su escueto mensaje de agradecimiento.
Aquel vídeo fue una de las últimas veces que el público pudo ver a Pickford, que falleció en 1979. Tenía 87 años, pero los latidos que se apagaban eran los de aquella niña que había cautivado al universo con su dulzura y determinación. En su adiós definitivo, resonaba el eco de las palabras que pronunció al retirarse del cine: "No me siento exactamente satisfecha, pero estoy agradecida".
Gladys Marie Smith (su verdadero nombre) nació en Canadá en 1892 y desde niña vivió de la interpretación. Su familia atravesaba EEUU en trenes cochambrosos, uniéndose a compañías teatrales itinerantes y llevando una existencia eminentemente precaria.
Su nombre artístico, compuesto por la versión anglosajona de su segundo nombre y por el apellido de soltera de su madre, comenzaría a sonar con fuerza cuando sus dotes interpretativas atrajeron el interés de un pionero del séptimo arte como D.W. Griffith. Él la contrató para los estudios Biograph, cautivado por la intimidad y sencillez que derrochaba ante la cámara.
Griffith no se arrepintió de su apuesta, pues Pickford apareció en 100 largometrajes entre 1909 y 1910, causando un impacto inmediato. En aquella época, los nombres de los actores no se publicitaban en los carteles, así que las salas, para amortizar la popularidad de la joven, anunciaban en una pizarra la proyección de filmes protagonizados por 'la chica de los rizos de oro'. Su melena dorada era todo un icono, hasta el punto de que cuando se cortó el cabello a finales de los años 20, 'The New York Times' recogió la noticia en portada.
Solicitaba aumentos de sueldo como quien pide la hora
El éxito de Pickford alimentó su codicia. En 1911 abandonó Biograph para firmar por IMP (germen de Universal), pero pronto denunció a la productora para librarse de su contrato, alegando que lo había firmado cuando era menor de edad. Lo cierto es que se había dejado seducir por una tentadora oferta de Majestic: 225 dólares semanales y un empleo para el actor Owen Moore, su primer marido.
Majestic fue otra etapa efímera. Insatisfecha con los estándares creativos de la compañía, regresó al abrigo de Griffith en 1912, aun aceptando una rebaja en sus emolumentos. Un dato insólito si valoramos que Pickford solicitaba aumentos de sueldo con el mismo desparpajo con que se pide la hora. Sin embargo, a veces es preciso dar un paso atrás para tomar impulso: la actriz protagonizó algunos de sus filmes más memorables en esta segunda época con Griffith.
Asentada como la dama del cine mudo, Pickford ficharía por la futura Paramount en 1913. Tres años más tarde, su contrato ya le otorgaba pleno control sobre sus filmes, desde la supervisión del guión al montaje pasando por el casting. Fue además la primera actriz en recibir un porcentaje de los beneficios de una película.
Pickford era una mujer influyente, un rasgo que el gobierno yanqui supo explotar convenientemente. La actriz batió récords vendiendo 'bonos de la libertad', esto es, recaudando fondos para la entrada de EEUU en la Primera Guerra Mundial.
Douglas Fairbanks fue el gran amor de su vida
Otro actor que la acompañaba en sus discursos era Douglas Fairbanks, con quien inició un romance. Y es que su matrimonio con Owen Moore naufragaba. Los problemas conyugales afloraron por el alcoholismo de él, envidioso de la fama de su esposa. Además, siempre se ha creído que Pickford sufrió un aborto, lo que explicaría su posterior incapacidad para quedar embarazada.
Ni ella ni Moore superaron nunca ese episodio traumático. Vivieron una larga temporada separados, aunque el divorcio se demoraría varios años. Eso sí, una vez formalizado, Pickford tardó menos de un mes en pasar de nuevo por el altar para casarse con Fairbanks, el gran amor de su vida.
Por entonces, Pickford ya había abandonado Paramount. Era una emprendedora congénita y se había aliado con Griffith, Charles Chaplin y el propio Fairbanks para crear United Artists, una empresa que revolucionó el modelo de negocio cinematográfico, facilitando el acceso a salas de realizadores independientes. Hasta entonces, eran los propios estudios quienes monopolizaban las pantallas.
En 1927, Pickford fue una de las 36 personalidades que fundaron la Academia de Hollywood. Los felices años 20 fueron especialmente dichosos para la adorada actriz. En papeles de niña, de madre, de mujer pérfida, de incauta, de esclava o de prostituta, su magnética presencia siempre hipnotizaba a los espectadores. Sus honorarios por película se situaban ya en siete cifras. Y entonces llegó el sonido.
El cine sonoro precipitó su retirada de la interpretación
Como suele suceder con las modelos y los futbolistas, Pickford perdió gran parte de su atractivo cuando se vio obligada a abrir la boca. "Añadir sonido a las películas es como ponerle pintalabios a la Venus de Milo", llegaría a afirmar. Y eso que en 1930 ganó el Oscar a la mejor actriz por su primera película hablada, 'Coquette'. Claro que sólo tres años después, Pickford ya era una jubilada.
Su declive como intérprete corrió paralelo al de su relación con Fairbanks. Habían estado demasiado expuestos al ojo público, y "Douglas sólo sabía afrontar los problemas de un modo: huyendo", diría Pickford. Al final, ni siquiera las fiestas con invitados ilustres como George Bernard Shaw, Albert Einstein, Amelia Earhart o Arthur Conan Doyle pudieron maquillar el fracaso.
Pickford se casaría una tercera vez, con Charles 'Buddy' Rogers (actor, cómo no), y juntos adoptarían dos hijos a los que ella despreciaba (el niño era enano y la niña tenía los dientes torcidos). En realidad, Pickford nunca se olvidó de Fairbanks, a quien ensalzaba continuamente. Es más, a veces se confundía y llamaba Douglas a su nuevo marido.
Contra todo pronóstico, Pickford y Rogers permanecieron juntos durante más de cuatro décadas. Pero para entonces ella se había convertido prácticamente en una reclusa. Apenas salía de su mansión y concedía visitas a personas contadas. Cuando se le otorgó un Oscar honorífico en 1976, la Academia tuvo que enviar a un cámara a casa de Pickford para grabar su escueto mensaje de agradecimiento.
Aquel vídeo fue una de las últimas veces que el público pudo ver a Pickford, que falleció en 1979. Tenía 87 años, pero los latidos que se apagaban eran los de aquella niña que había cautivado al universo con su dulzura y determinación. En su adiós definitivo, resonaba el eco de las palabras que pronunció al retirarse del cine: "No me siento exactamente satisfecha, pero estoy agradecida".