Palabra y melodía. Un libro con letras de Antonio Vega ensalza su talla de escritor. Varios poetas debaten sobre la calidad literaria de los cantautores
JESÚS MIGUEL MARCOS
Público
Bob Dylan, cantante, podría ganar el Premio Nobel de Literatura. Es un hecho: cada año es candidato al galardón. Es más, hay quién no oculta que su cancionero reúne más méritos que, por ejemplo, las obras completas de Le Clézio, último premio de la academia sueca. Sobre todo después de publicar Crónicas, espléndido primer volumen de sus memorias. Ahora que su pluma no queda relegada por su guitarra, quizás los académicos vean con más claridad la seriedad del aspirante.
Los escritores de canciones arrastran un complejo de inferioridad en relación a los poetas. Quizás se debe a que, como decía ayer a Público Álvaro Urquijo, de Los Secretos, "muchas veces el rock sólo ha hablado de tetas, culos y alcohol". Por eso, cuando uno destaca, llámese Dylan, Cohen o Morrissey, se le dice poeta. "No veo por qué hay que restarle mérito e importancia al oficio de compositor y escritor de canciones. Parece que hubiese que buscarle un grado más (poeta, culto, etc) para sublimarlo", se queja Ángel Petisme, Premio Internacional de Poesía Claudio Rodríguez en 2008.
Ayer, con motivo de la muerte de Antonio Vega, las crónicas periodísticas le calificaron una y otra vez como poeta. Cualquier aficionado a su música no dudaría en ratificarlo, pero... ¿qué piensan los poetas estrictamente literarios sobre estos brillantes compositores?
La mayoría valora las creaciones de los cantautores, pero a la hora de definirlas como poesías hay divergencias. Para Carlos Marzal, Premio Nacional de Poesía en 2002, "Antonio Vega es un espléndido cantante pop, con canciones llenas de aciertos de naturaleza poética, pero no un poeta. Cultiva otro género. Los poemas conocidos como ‘canciones' tampoco son canciones musicales. No se trata de un juicio de valor, sino de una precisión técnica".
Por su parte, Agustín Fernández Mallo sí lo considera poeta. "Tiene imágenes muy trabajadas y poco comunes en el pop. Me interesan, en particular, toda una serie de metáforas que establece entre la sentimentalidad y los fenómenos físicos naturales. En ese sentido lo considero un maestro", ratifica. Para muestra, este párrafo de La última montaña: "El sol ya no se deja ver, / la noche ébano es. / Sentí lo vivo y fantasmal / de la montaña".
Fruto del cariño y la admiración por el repertorio de Vega, la editorial Demipage publicará la semana que viene ¿Y si pongo una palabra?, una selección de letras de sus canciones plasmadas en forma de caligrama. En este caso, el subtítulo de la obra lo deja claro: Poesía. La casualidad, y no la oportunidad, ha querido que Vega no vea la cuidada edición que se había preparado para su repertorio.
Es aquí cuando surge la principal duda. El impacto emocional de la letra de una canción es evidente cuando se recibe acompañada de la música. Otra cosa muy distinta es asegurar que ese texto funciona igualmente cuando se le separa de la sustancia melódica y se queda colgando, desnudo y negro, de la hoja en blanco.
Ángel Petisme tiene una opinión muy gráfica al respecto: "La letra de una canción es el 50% de una canción, el otro 50 es armonía, ritmo y melodía. Quizás pueden leerse por separado y tener un valor literario indudable, pero sería como ver una película sin la banda de audio". Alberto Santamaría, uno de los poetas jóvenes más brillantes de los últimos años, es más rotundo: "La letra de una canción pierde el sentido sin la música, casi siempre. Puede salvarse algún verso, alguna imagen, pero en su conjunto no".
Un auténtico poema
Fernández Mallo también piensa que se pueden salvar partes de las canciones, aunque rescata un ejemplo que considera un auténtico poema. "No hay muchas, pero una canción que creo que funciona toda ella como poema es Escapa Amanecer, de Sr. Chinarro", revela. Curiosamente, casi todos los poetas consultados han mencionado a Antonio Luque, el nombre real de Sr. Chinarro, como uno de los letristas -alguno lo llamó poeta- más destacados en la actualidad
No son pocos los cantautores que creen que sus textos pierden su esencia cuando sólo se leen. El asturiano Nacho Vegas e incluso el mismo Bob Dylan, por poner dos ejemplos, han afirmado que sus letras son indisociables de la música, que pierden su efecto, como si de una aspirina caducada se tratara. Otros van aún más lejos. Los libretos de los discos de Pulp, con las excepcionales y ácidas letras del irreverente Jarvis Cocker, siempre mostraban la siguiente leyenda: "Por favor, no lean las letras mientras se escucha la música". Y no fueron los únicos.
Carlos Marzal está de acuerdo con ellos y añade una matización esclarecedora: "Una canción no es una letra por separado o una música por separado: es la suma de dos cosas que da más de dos. La canción". El todo es más que las partes. La canción, por tanto, levita sobre un margen de sustancia trascendente que despoja de sentido a sus partes constitutivas. Misterio, pues.
Lo que está claro es que, por mucho que tengan en común, una canción no es un poema. La canción cuenta con la alianza intrínseca de la música, que es capaz de comunicar emociones por sí misma. De ahí que en no pocas ocasiones una canción guste a miles de personas que ni siquiera entienden su letra. Vayan a cualquier concierto de un grupo de rock anglófona y lo verán con sus propios ojos el truco de magia.
Pero la poesía puede ser entendida de otra forma, más allá de la escritura en verso. Poesía puede haber en un edificio, en una película o en un paisaje. Abierto el objetivo, es indudable que los músicos son también poetas. Dice el escritor Roger Wolfe: "Poesía y canción no son lo mismo. Es un poco como comparar cine y novela. Son formatos artísticos diferentes. Pero podríamos decir que las canciones de ciertos autores están más cargadas de poesía que las de otros. A mí la obra de Lou Reed siempre me ha parecido una perfecta fusión entre literatura y música popular. Se podría afirmar incluso que Lou Reed es una especie de Baudelaire de nuestra época".
Al final, poesías y canciones persiguen lo mismo: se trata de transmitir belleza, emociones, sensaciones, conocimientos, de alcanzar corazones... El valor no está en el género elegido, en el medio, sino en la imaginación, la fuerza, la hondura o el ingenio con los que se proyecta y ejecuta la obra. "No consideraría poetas a aquellos que evidentemente y como es lógico tan sólo se preocupan de encajar palabra y melodía sin importarles el contenido, tan sólo un acabado material impersonal. Hay que diferenciar por tanto entre quienes sólo buscan la superficie y los que no pueden evitar indagar más profundo", explica la poeta asturiana Ana Vega, que en 2008 publicó 'El cuaderno griego'.
Aunque las letras de las canciones puedan ser más sencillas que una poesía, el nivel de complejidad tampoco es lo importante. Por otro lado, al músico le queda la labor de encajar el texto en la melodía, mientras que el poeta se puede mover de forma más libre en ese sentido. Según Ángel Petisme, "nada hay peor que ser pretencioso, solemne y engolado. Hay artistas que quieren hacerse pasar por intelectuales y poetas y luego descubres que escriben sus canciones con libros abiertos de verdaderos poetas. Rascas un poco y no hay nada".
El poeta bicho
En España, Antonio Vega y Sr. Chinarro no son los únicos a los que se ha laureado con el calificativo de poetas. Alberto Santamaría, por ejemplo, destaca a Fernando Alfaro, ex líder de Surfin' Bichos y Chucho: "Sus letras tienen un carácter intenso y casi trágico que hace de ellas algo muy atractivo".
Roger Wolfe, que escribió los textos de un disco de Diego Vasallo, ex Duncan Dhu, recuerda los textos de Burning -"sencillez absoluta, contenidos claramente identificables, que tienen que ver con la vida real de quien las escucha, y melodías memorables; ésas son las grandes canciones populares"- y de Ilegales -"Jorge Martínez ha escrito algunas de las mejores canciones del rock español. En su caso, las letras son ya más complejas, pero lacerantemente efectivas"-.
Poetas o simplemente compositores de canciones, conviene no mirar por encima del hombro a estos creadores. Muchas veces, ocultos bajo la pegadiza melodía de sus canciones, descansan hallazgos poéticos de altura, capaces de emocionarnos y de hacernos sentirnos más vivos, aunque el poeta que los cantaba ahora esté muerto.
Los escritores de canciones arrastran un complejo de inferioridad en relación a los poetas. Quizás se debe a que, como decía ayer a Público Álvaro Urquijo, de Los Secretos, "muchas veces el rock sólo ha hablado de tetas, culos y alcohol". Por eso, cuando uno destaca, llámese Dylan, Cohen o Morrissey, se le dice poeta. "No veo por qué hay que restarle mérito e importancia al oficio de compositor y escritor de canciones. Parece que hubiese que buscarle un grado más (poeta, culto, etc) para sublimarlo", se queja Ángel Petisme, Premio Internacional de Poesía Claudio Rodríguez en 2008.
Ayer, con motivo de la muerte de Antonio Vega, las crónicas periodísticas le calificaron una y otra vez como poeta. Cualquier aficionado a su música no dudaría en ratificarlo, pero... ¿qué piensan los poetas estrictamente literarios sobre estos brillantes compositores?
La mayoría valora las creaciones de los cantautores, pero a la hora de definirlas como poesías hay divergencias. Para Carlos Marzal, Premio Nacional de Poesía en 2002, "Antonio Vega es un espléndido cantante pop, con canciones llenas de aciertos de naturaleza poética, pero no un poeta. Cultiva otro género. Los poemas conocidos como ‘canciones' tampoco son canciones musicales. No se trata de un juicio de valor, sino de una precisión técnica".
Por su parte, Agustín Fernández Mallo sí lo considera poeta. "Tiene imágenes muy trabajadas y poco comunes en el pop. Me interesan, en particular, toda una serie de metáforas que establece entre la sentimentalidad y los fenómenos físicos naturales. En ese sentido lo considero un maestro", ratifica. Para muestra, este párrafo de La última montaña: "El sol ya no se deja ver, / la noche ébano es. / Sentí lo vivo y fantasmal / de la montaña".
Fruto del cariño y la admiración por el repertorio de Vega, la editorial Demipage publicará la semana que viene ¿Y si pongo una palabra?, una selección de letras de sus canciones plasmadas en forma de caligrama. En este caso, el subtítulo de la obra lo deja claro: Poesía. La casualidad, y no la oportunidad, ha querido que Vega no vea la cuidada edición que se había preparado para su repertorio.
Es aquí cuando surge la principal duda. El impacto emocional de la letra de una canción es evidente cuando se recibe acompañada de la música. Otra cosa muy distinta es asegurar que ese texto funciona igualmente cuando se le separa de la sustancia melódica y se queda colgando, desnudo y negro, de la hoja en blanco.
Ángel Petisme tiene una opinión muy gráfica al respecto: "La letra de una canción es el 50% de una canción, el otro 50 es armonía, ritmo y melodía. Quizás pueden leerse por separado y tener un valor literario indudable, pero sería como ver una película sin la banda de audio". Alberto Santamaría, uno de los poetas jóvenes más brillantes de los últimos años, es más rotundo: "La letra de una canción pierde el sentido sin la música, casi siempre. Puede salvarse algún verso, alguna imagen, pero en su conjunto no".
Un auténtico poema
Fernández Mallo también piensa que se pueden salvar partes de las canciones, aunque rescata un ejemplo que considera un auténtico poema. "No hay muchas, pero una canción que creo que funciona toda ella como poema es Escapa Amanecer, de Sr. Chinarro", revela. Curiosamente, casi todos los poetas consultados han mencionado a Antonio Luque, el nombre real de Sr. Chinarro, como uno de los letristas -alguno lo llamó poeta- más destacados en la actualidad
No son pocos los cantautores que creen que sus textos pierden su esencia cuando sólo se leen. El asturiano Nacho Vegas e incluso el mismo Bob Dylan, por poner dos ejemplos, han afirmado que sus letras son indisociables de la música, que pierden su efecto, como si de una aspirina caducada se tratara. Otros van aún más lejos. Los libretos de los discos de Pulp, con las excepcionales y ácidas letras del irreverente Jarvis Cocker, siempre mostraban la siguiente leyenda: "Por favor, no lean las letras mientras se escucha la música". Y no fueron los únicos.
Carlos Marzal está de acuerdo con ellos y añade una matización esclarecedora: "Una canción no es una letra por separado o una música por separado: es la suma de dos cosas que da más de dos. La canción". El todo es más que las partes. La canción, por tanto, levita sobre un margen de sustancia trascendente que despoja de sentido a sus partes constitutivas. Misterio, pues.
Lo que está claro es que, por mucho que tengan en común, una canción no es un poema. La canción cuenta con la alianza intrínseca de la música, que es capaz de comunicar emociones por sí misma. De ahí que en no pocas ocasiones una canción guste a miles de personas que ni siquiera entienden su letra. Vayan a cualquier concierto de un grupo de rock anglófona y lo verán con sus propios ojos el truco de magia.
Pero la poesía puede ser entendida de otra forma, más allá de la escritura en verso. Poesía puede haber en un edificio, en una película o en un paisaje. Abierto el objetivo, es indudable que los músicos son también poetas. Dice el escritor Roger Wolfe: "Poesía y canción no son lo mismo. Es un poco como comparar cine y novela. Son formatos artísticos diferentes. Pero podríamos decir que las canciones de ciertos autores están más cargadas de poesía que las de otros. A mí la obra de Lou Reed siempre me ha parecido una perfecta fusión entre literatura y música popular. Se podría afirmar incluso que Lou Reed es una especie de Baudelaire de nuestra época".
Al final, poesías y canciones persiguen lo mismo: se trata de transmitir belleza, emociones, sensaciones, conocimientos, de alcanzar corazones... El valor no está en el género elegido, en el medio, sino en la imaginación, la fuerza, la hondura o el ingenio con los que se proyecta y ejecuta la obra. "No consideraría poetas a aquellos que evidentemente y como es lógico tan sólo se preocupan de encajar palabra y melodía sin importarles el contenido, tan sólo un acabado material impersonal. Hay que diferenciar por tanto entre quienes sólo buscan la superficie y los que no pueden evitar indagar más profundo", explica la poeta asturiana Ana Vega, que en 2008 publicó 'El cuaderno griego'.
Aunque las letras de las canciones puedan ser más sencillas que una poesía, el nivel de complejidad tampoco es lo importante. Por otro lado, al músico le queda la labor de encajar el texto en la melodía, mientras que el poeta se puede mover de forma más libre en ese sentido. Según Ángel Petisme, "nada hay peor que ser pretencioso, solemne y engolado. Hay artistas que quieren hacerse pasar por intelectuales y poetas y luego descubres que escriben sus canciones con libros abiertos de verdaderos poetas. Rascas un poco y no hay nada".
El poeta bicho
En España, Antonio Vega y Sr. Chinarro no son los únicos a los que se ha laureado con el calificativo de poetas. Alberto Santamaría, por ejemplo, destaca a Fernando Alfaro, ex líder de Surfin' Bichos y Chucho: "Sus letras tienen un carácter intenso y casi trágico que hace de ellas algo muy atractivo".
Roger Wolfe, que escribió los textos de un disco de Diego Vasallo, ex Duncan Dhu, recuerda los textos de Burning -"sencillez absoluta, contenidos claramente identificables, que tienen que ver con la vida real de quien las escucha, y melodías memorables; ésas son las grandes canciones populares"- y de Ilegales -"Jorge Martínez ha escrito algunas de las mejores canciones del rock español. En su caso, las letras son ya más complejas, pero lacerantemente efectivas"-.
Poetas o simplemente compositores de canciones, conviene no mirar por encima del hombro a estos creadores. Muchas veces, ocultos bajo la pegadiza melodía de sus canciones, descansan hallazgos poéticos de altura, capaces de emocionarnos y de hacernos sentirnos más vivos, aunque el poeta que los cantaba ahora esté muerto.