El filme conjuga el sentimentalismo de Disney con el distanciamiento irónico de Pixar. La película es una historia poderosa que resiste que haya partes mudas y en blanco y negro
SALVADOR LLOPART
La Vanguardia
Ayer vimos el futuro del cine y no nos dimos ni cuenta. El certamen vivió un momento trascendente, de esos que pasan a los anales de la historia del cine: el reconocimiento del 3D por parte de un gran festival como Cannes . Y a nadie le importó….
Era lo mejor que podía pasar. Porque el futuro, según los grandes estudios de Hollywood, se llama 3D: el sistema pensado para crear la ilusión de la tercera dimensión en el cine. Y 'Up' , la nueva película surgida de la asociación de los viejos estudios Disney con los revolucionarios Pixar, los pioneros de la animación mediante ordenador con películas como 'Bichos' y 'Toy story', se encargó ayer de difundir la buena nueva en el festival más respetado del mundo, el más elitista y el más caprichoso también. Tanto como para abrir su 62.ª edición con una película de dibujos animados.
El 3D no es nuevo. De hecho es un sistema casi tan viejo como el cine, con varios sonados fracasos a sus espaldas, especialmente en los años cincuenta. Muchos pensábamos en ello cuando nos encasquetamos las necesarias gafas polarizadas. Pero muy pronto te olvidabas de todo, del momento histórico, de la nueva tecnología y de las engorrosas gafas, arrastrado como te ves por la historia de un viejito de casi ochenta años (Carl) que decide echar a volar, literalmente, con su casa puesta, gracias a miles y miles de globos atados a su tejado... Pues eso es lo que 'Up' nos cuenta.
¿Ha mejorado tanto la técnica de proyección en 3D? Seguramente sí. Las gafas utilizadas ayer eran del tipo denominado activo. Nada que ver con aquellas bromas de papel con supuestos cristales de dos colores que se utilizaban antes. Pero el verdadero secreto del éxito del 3D ayer en Cannes fue sin duda la propia 'Up', una emotiva película que conjuga, con armonía, el sentimentalismo propio de Disney con el distanciamiento irónico de Pixar.
Porque 'Up' rompe reglas y sale airosa del estropicio. Está protagonizada, entre otros personajes, por un par de viejos, algo que al parecer es veneno para la taquilla. El citado Carl, un amargado vendedor de globos cuyas facciones, de aire caricaturesco, se parecen a las del Spencer Tracy ya anciano. Y que en la versión original – la vista ayer – tiene la voz de Ed Asner, que fue Lou Grant en la televisión. Y otro viejo aventurero, Charles Muntz, con la voz del venerable Christopher Plummer. Arranca el filme en blanco y negro y tiene partes casi mudas, como ocurría en 'Wall-E'.
Pero el veneno de la vejez, del blanco y negro y del silencio se torna en ambrosía en las manos de John Lasseter y su equipo de Pixar. La historia es poderosa, sobre todo la historia de amor que, sin palabras, cuenta 'Up' al inicio: la vida en común de Carl y su mujer, un prodigio de emoción y síntesis – no se puede contar más en menos tiempo – que arrastró a las lágrimas a más de uno con la impunidad que dan las gafas. De algo tenían que servir. Pero 'Up' no acaba ahí, ni mucho menos. Luego llega la aventura del viaje en globos, así, en plural, y más aventuras; tantas que, al finalizar la proyección, nadie pensaba ya en el 3D. En todo caso, en la impresionante, emotiva y bien contada película que acabábamos de ver. Ese es el verdadero éxito del 3D: ser imprescindible para contar una historia; y al mismo tiempo, poder olvidarse completamente de las molestas gafas que el lo acompañan.
Era lo mejor que podía pasar. Porque el futuro, según los grandes estudios de Hollywood, se llama 3D: el sistema pensado para crear la ilusión de la tercera dimensión en el cine. Y 'Up' , la nueva película surgida de la asociación de los viejos estudios Disney con los revolucionarios Pixar, los pioneros de la animación mediante ordenador con películas como 'Bichos' y 'Toy story', se encargó ayer de difundir la buena nueva en el festival más respetado del mundo, el más elitista y el más caprichoso también. Tanto como para abrir su 62.ª edición con una película de dibujos animados.
El 3D no es nuevo. De hecho es un sistema casi tan viejo como el cine, con varios sonados fracasos a sus espaldas, especialmente en los años cincuenta. Muchos pensábamos en ello cuando nos encasquetamos las necesarias gafas polarizadas. Pero muy pronto te olvidabas de todo, del momento histórico, de la nueva tecnología y de las engorrosas gafas, arrastrado como te ves por la historia de un viejito de casi ochenta años (Carl) que decide echar a volar, literalmente, con su casa puesta, gracias a miles y miles de globos atados a su tejado... Pues eso es lo que 'Up' nos cuenta.
¿Ha mejorado tanto la técnica de proyección en 3D? Seguramente sí. Las gafas utilizadas ayer eran del tipo denominado activo. Nada que ver con aquellas bromas de papel con supuestos cristales de dos colores que se utilizaban antes. Pero el verdadero secreto del éxito del 3D ayer en Cannes fue sin duda la propia 'Up', una emotiva película que conjuga, con armonía, el sentimentalismo propio de Disney con el distanciamiento irónico de Pixar.
Porque 'Up' rompe reglas y sale airosa del estropicio. Está protagonizada, entre otros personajes, por un par de viejos, algo que al parecer es veneno para la taquilla. El citado Carl, un amargado vendedor de globos cuyas facciones, de aire caricaturesco, se parecen a las del Spencer Tracy ya anciano. Y que en la versión original – la vista ayer – tiene la voz de Ed Asner, que fue Lou Grant en la televisión. Y otro viejo aventurero, Charles Muntz, con la voz del venerable Christopher Plummer. Arranca el filme en blanco y negro y tiene partes casi mudas, como ocurría en 'Wall-E'.
Pero el veneno de la vejez, del blanco y negro y del silencio se torna en ambrosía en las manos de John Lasseter y su equipo de Pixar. La historia es poderosa, sobre todo la historia de amor que, sin palabras, cuenta 'Up' al inicio: la vida en común de Carl y su mujer, un prodigio de emoción y síntesis – no se puede contar más en menos tiempo – que arrastró a las lágrimas a más de uno con la impunidad que dan las gafas. De algo tenían que servir. Pero 'Up' no acaba ahí, ni mucho menos. Luego llega la aventura del viaje en globos, así, en plural, y más aventuras; tantas que, al finalizar la proyección, nadie pensaba ya en el 3D. En todo caso, en la impresionante, emotiva y bien contada película que acabábamos de ver. Ese es el verdadero éxito del 3D: ser imprescindible para contar una historia; y al mismo tiempo, poder olvidarse completamente de las molestas gafas que el lo acompañan.