CEAR denuncia que un reality de Cuatro falsea y perjudica la vida de los bosquimanos del norte de Namibia
DIEGO BARCALA
Público
Los Molina-Herrera flipan con la tribu de bosquimanos de Namibia. La familia tinerfeña observa boquiabierta sus taparrabos, sus pechos descubiertos y sus collares de huesos de animales. Alucinan tanto que el nuevo reality de Cuatro, Perdidos en la tribu, que pretende integrar a una familia española en una indígena africana, parece lo que anuncia: telerrealidad. Sin embargo, la Fundación CEAR-Habitáfrica, que trabaja en el desarrollo de las poblaciones bosquimanas de Namibia desde 2006, denuncia que todo es una farsa que, además, ha perjudicado su esfuerzo por desarrollar a estas poblaciones tan maltratadas por la explotación occidental de los diamantes africanos.
La manera más elegante que encuentra la ONG para definir lo que la productora Cuatro Cabezas ha hecho con los pobladores namibios del programa que Nuria Roca presenta los domingos es la siguiente: "Un reality show con pretensiones de antropología barata". La delegada de esta organización en la zona, Silvia Sala, denuncia que el rodaje ha invadido la integridad de la remota población San, que habita en la parte namibia del desierto del Kalahari.
Sala también critica que, a cambio de participar en el show, los bosquimanos de San sólo han recibido una cantidad de dinero que de poco sirve para solventar los graves problemas de una población mermada por la tuberculosis y cuya esperanza de vida apenas llega a los 47 años.
Acuerdo con Namibia
Fuentes de Sogecable, empresa responsable de emitir el reality, niegan el extremo denunciado. "No se les ha pagado como si fueran actores, pero se les ha compensado de manera material y el Gobierno de Namibia es el que ha facilitado el contacto con la tribu", argumentan.
Por su parte, Cuatro asegura que el objetivo del programa es dignificar su tradicional modo de vida. Sin embargo, la ONG denuncia que la imagen de los indígenas ha sido desfigurada, desde la vestimenta hasta sus viviendas.
La cooperante explica que las verdaderas casas de los bosquimanos que aparecen en Perdidos en la tribu se hallan a 30 kilómetros de donde tuvo lugar el rodaje. Además, argumenta que lo mostrado se acerca más a una visión simplista occidental que a su verdadera realidad. "Es cierto que son tribus remotas, de un mundo rural aislado, pero no viven en chozas, sino en chabolas de chapa. No cazan y la tierra es privada", denuncia Sala.
Algunos de los niños que participan en las pretendidas actividades de interacción cultural con las familias españolas fueron excluidos de las escuelas durante todo el rodaje. También varios adultos han sufrido las consecuencias de ser apartados de su hábitat natural durante todo un mes. "San era una de las pocas poblaciones que se enorgullecía de no haber caído en el alcoholismo [común en las sociedades indígenas que establecen contacto incontrolado con occidentales], pero, a consecuencia del rodaje, se han producido dos intoxicaciones etílicas", explica Sala.
Según los testimonios que ha podido recabar la representante de CEAR, algunos de los miembros de la tribu, al volver a su remoto lugar de origen, contactaron con pueblos donde el alcoholismo, la drogadicción y la prostitución están a la orden del día.
Las poblaciones indígenas conocidas como bosquimanos, que cuentan con una población de 100.000 personas en Botswana y Namibia, han sido maltratadas en las últimas décadas por sus respectivos gobiernos, según han denunciado las ONG que trabajan en la protección de sus derechos.
La explotación de sus ricas materias primas diamantes, uranio, cobre o zinc impulsó a los gobiernos locales a desplazar a campamentos a estas poblaciones ancestrales. La perversión de su entorno ha supuesto, según la ONG Survival, que el sida se extienda entre el 40% de su población, cuando antes era una enfermedad inexistente.
La Fundación CEAR-Habitáfrica trabaja en un proyecto de desarrollo rural en la zona donde se ha rodado el reality con un presupuesto de un millón de euros, en colaboración con la Agencia Estatal de Cooperación Internacional y Desarrollo (Aecid), dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores. La Aecid ha comenzado a recabar información ante la denuncia de una posible explotación de los indígenas. El convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) firmado por el Gobierno de España, asumido por tanto en su ordenamiento jurídico desde febrero de 2007, impide contratar a los indígenas sin su consentimiento informado.
"Trabajamos en el desarrollo a largo plazo de huertos de plantas medicinales, de su artesanía, de granjas... No se trata de darles un cheque sin más", lamenta Sala, quien trabaja en Namibia desde hace cuatro años.
El programa presenta a los indígenas como una población que caza con arco camuflada de leopardo. Una imagen muy alejada de la realidad que narra la cooperante, que sostiene que la subsistencia de estos bosquimanos pasa por los 30 euros que reciben de pensión al mes.