Ceylan y Ustaoglu la 'nueva ola' turca cara a cara

Las premiadas Tres monos y La caja de Pandora llegan a la cartelera


BEATRICE SARDÁ/JUAN SARTORI
El Mundo




La cinematografía turca brilla con los éxitos de Nuri Bilge Ceylan con Tres monos (estreno el 19 de junio), premio al Mejor Director en el Festival de Cannes 2008, y Yesim Ustaoglu, Concha de Oro en el último Festival de San Sebastián con La caja de Pandora, que se estrena hoy. Hablamos con ambos cineastas para desvelar los secretos de un cine autóctono y pausado.

La familia y Estambul son los ejes centrales de dos películas que resuelven su dramaturgia de formas muy distintas. En La caja de Pandora, última Concha de Oro realizada por la directora Yesim Ustaoglu (Kars, 1960), las pasiones estallan y se verbalizan desde el principio; los conflictos son violentos en cuanto la nonagenaria matriarca de la familia desaparece, abriendo con su huida, como su propio título indica, la “caja de pandora” de tres hermanos que viven de espaldas a su entorno y a ellos mismos.

En Tres monos, del director Nuri Bilge Ceylan (Estambul, 1959), los miembros de una familia desintegrada por dentro se comportan como esos tres simios de la sentencia de Confucio: no ven, no oyen y no hablan. Eso sí, ninguna de las dos familias logra solucionar sus conflictos, aunque la película ganadora de San Sebastián sí ofrezca una salida, una catarsis que abre nuevas perspectivas. Después de verlas, la pregunta que el espectador podrá hacerse es si es mejor hablar o callar, discutir o dejar que las cosas se empozoñen. La respuesta, en cualquier caso, no está clara, con una ligera ventaja para la expresividad.

Ambas películas son producciones que prefieren observar a juzgar y que cuentan su historia a partir de pequeños gestos con influencias tanto de Oriente como de Occidente, haciendo valer esa posición de cruce de culturas que se adjudica a Turquía, un país tan desconocido en España como fascinante. Tanto Ceylan como Ustaoglu parten de lo cotidiano: “A mi mujer y a mí nos gusta hablar de la vida, sin asustarnos sus mayores oscuridades -explica Ceylan, quien ha escrito el guión de Tres monos con su esposa Ebru-. Hemos trabajado siempre juntos, en historias mayoritariamente autobiográficas. Se trata de una excelente escritora y fotógrafa que a veces actúa en mis películas. éste es un punto de partida desde el que puede usted considerar Tres monos como un filme noir o sobre un crimen sin castigo... lo dejo a su elección. Tras la película Climas sentí una necesidad de cambio radical. Lo que no sé es lo que vendrá a continuación”.

Dos visiones de Estambul

Ustaoglu también parte como materia prima de la observación de la realidad: “Para mí la cualidad esencial es la honestidad. Es entonces cuando logras una buena conexión con el público internacional y el nacional. La gente se siente identificada cuando capta esa sinceridad. Me interesa hablar sobre personas, lo que sienten y lo que les pasa. Sin mayores artificios”.

Sin embargo, esa búsqueda de la verdad en lo cotidiano se traduce en dos miradas muy distintas. Mientras la ganadora de la Concha de Oro opta por una fotografía y un tono típicamente realista, las películas de Ceylan destacan por su elaboradísima imagen, que muchas veces desencadena en secuencias de una belleza sobrecogedora y espectral muy alejada de lo que comúnmente se entiende por “realismo”.

En este caso, la distancia entre una forma de trabajar y otra es especialmente notoria, ya que ambos filmes reflejan una misma ciudad, Estambul. Quizá podría hablarse de la diferencia entre el objetivismo (que caracteriza a Ustaoglu) y el subjetivismo (más propio de Ceylan), aunque esa dicotomía podría llevarnos a una interminable discusión filosófica. Así, preguntado por su visión de la ciudad del Bósforo, Ceylan compara su planteamiento con la pintura de El Greco. “él plasmaba en sus lienzos los rostros o paisajes tal y como los veía. A mí me ocurre lo mismo. Lo que se ve en la película es como yo lo percibo. Primero tomé fotografías de las localizaciones (algunas de las cuales expuso el British Council) y después decidí los colores de la película. No es un ejercicio de estilo”.

Secretos y mentiras

Yesim tiene otro método de trabajo: “He querido retratar la ciudad tal como es, partiendo de un esquema muy simple. No me gusta la melodramatización de la realidad, lo que hago es poner un espejo”. En sus manos, Estambul recuerda a ese lugar paradójico (hermoso y acogedor por un lado, peligroso y enloquecido por el otro) que refleja una y otra vez el popular Fatih Akin (Contra la pared, Al otro lado) en sus filmes. Sin embargo, la directora no está de acuerdo: “No utilizaría esos adjetivos, no es ni peligrosa ni loca. Es una ciudad muy dinámica y muy salvaje”. Una ciudad dinámica y salvaje que es testigo por un lado de la violencia callejera (La caja de Pandora) y por otro de accidentes mortales (Tres monos). En cualquier caso, parecen llegar a la misma conclusión: la familia es, sobre todo, el primer campo de batalla al que se enfrenta el ser humano. En este sentido, señala Ceylan: “Confucio utilizó la metáfora de los tres monos en una acepción positiva. Yo lo utilizo como el reverso: la miseria de esconder la evidencia. Hay una familia destrozada e incomunicada por hechos terribles. Y los tres fingen que nada ha pasado. Es todo una mentira. No mienten pero callan”.

En el caso de La caja de Pandora, una misma familia se convierte en metáfora de la sociedad turca. Por una parte, la comodidad burguesa de los hermanos instalados en la gran ciudad. Por la otra, la vida retirada y anclada en el tiempo de una mujer de 90 años que ya no es capaz de valerse por sí misma. Su Alzheimer se convierte en símbolo: “Con este planteamiento, quería hacer una metáfora sobre la pérdida de la memoria colectiva. Si no entendemos el pasado y la historia con sus luces y sus sombras no hay forma de avanzar. La fundación de la república fue un acontecimiento histórico positivo para mi país, pero allí pasaron muchas cosas, y no todas buenas. Es necesario que nos enfrentemos a esos hechos”.

La sombra del genocidio kurdo es un tabú en la república turca ya que pone en tela de juicio la magnificiencia de Ataturk - fundador del país, pero también acusado de terribles atrocidades-, cuya efigie es alabada en cada esquina y cuyo rostro omnipresente planea sobre las palabras de Ustaoglu. No sólo eso, la cineasta, que antes trabajó como arquitecta y cuya belleza física posee una enorme sofisticación, también plantea en su película el enorme desequilibrio en la sociedad. “Hay una gran parte de la población que vive en una situación muy precaria -matiza Yesim- y no hay ninguna conexión entre estas dos clases. La gente que vive bien no tiene ni idea de lo que hacen los otros. Eso incluye al resto de grupos étnicos. En una gran ciudad como Estambul puedes verlo con claridad. Lo mismo ocurre entre la gente del pueblo y la ciudad”.

La muerte y los animales

Ustaoglu deja caer otros temas, casi involuntariamente, como el de la eutanasia. “Nunca me lo había planteado en estos términos -afirma la directora-. Muchos animales deciden dónde quieren morir, les pasa a los caballos o a los elefantes. Tienen un gran sentido de su muerte. Y esta mujer también tiene un gran sentido de dónde quiere acabar sus días. Ella aún mantiene esa relación atávica con la muerte que estamos perdiendo. Lo único que hace es enseñarle a su nieto una lección de libertad”. Abuela y nieto son el eje de la película, la bocanada de aire fresco entre unos urbanitas histéricos : “Ellos dos están buscando un camino. Son puros y salvajes. Buscar algo, rebelarse, escapar de lo que no te gusta no significa estar perdido, quienes de verdad lo están son los demás a pesar de su aparente comodidad burguesa. Los protagonistas están buscando la luz, cada uno a su manera, y tienen un grado de lucidez que les falta los demás”.

Por el contrario, esa luz, aunque pálida y tortuosa, brilla por su ausencia en Tres monos: “Hay una gran amargura -dice Ceylan, su director-. La disfuncionalidad se asienta en unas vidas que sólo elevan acta de su demencia. De la venalidad e inmoralidad humanas”. Todo ello, con una exquisita fotografía de la que responde el propio director. Por algo trabajó en publicidad antes de dedicarse al cine: “Para mí es fundamental hacerme cargo de la dirección de la fotografía. Sólo yo conozco el nexo psicológico entre una toma y otra. Sin que suene autocomplaciente, puedo decir que yo me garantizo a mí mismo la continuidad exigida”. Y sin nada de música, con el fin de hacerlo más tortuoso. Las similitudes y divergencias entre ambos cineastas dan buena prueba de la vitalidad del cine turco actual, de la ‘nueva ola’ que invade carteleras y festivales. De sus inicios Ceylan recuerda: “No se me había pasado nunca por la cabeza hacer películas. Además, era un lujo al alcance de pocos. Devoraba películas y leía libros acerca de la creación cinematográfica. Creo recordar que lo que disparó mi vocación fue la lectura de la autobiografía de Roman Polanski. Me fascinó la aventura de su vida y su independencia creativa. Me compré una cámara Arriflex 2C muy ruidosa que me hacía sentir en posesión de una ametralladora. Me costó diez años aprender a usarla hasta que hice un corto con mi familia. Después rodamos Kasaba (1997) y no he dejado de dirigir desde entonces”.

Buen momento

Ustaoglu también llegó a la dirección sin habérselo propuesto desde un principio. Cuando trabajaba como arquitecta rodó algunos cortos y, ante la buena acogida, decidió dar el salto al largo. Su consagración le vino con su segunda película, Journey to the Sun, en 1999, ganadora de un premio en la Berlinale. “éste es un buen momento para el cine independiente turco y también para el cine comercial”, afirma. Buena prueba de lo primero es el éxito de Yesim y Ceylan en un mismo año. Y de lo segundo, que en las 19 primeras semanas de 2009, hasta en 13 ocasiones películas autóctonas alcanzaron primeros puestos de taquilla, una quimera en España. Seyfi Teoman (Summer Book), Mehmet Eryilmaz (A Fairground Attraction), Umit Unal (Ara) y Zeki Demirkubuz (Kader) son otros nombres importantes de esta nueva ola que está cambiando el panorama cinematográfico turco y europeo.