Todos hemos visto imágenes de batallas pero quizás no somos conscientes de estamos viviendo desde hace mucho tiempo constantes «batallas de imágenes». La ciudad alemana de Osnabrück acoge una exposición que recoge una muestra histórica de esta «guerra» y que ha recobrado actualidad con la «crisis iraní»
IÑIGO NIEBEL
Gara
Esta semana nos han inundado con imágenes que supuestamente documentan la muerte de la estudiante iraní Neda. Según las distintas versiones, fue abatida a tiros o por la policía de Teherán o por un francotirador a sueldo de la oposición. La cuestión, en este caso, no es el hecho en sí, sino lo que cada bando quiere expresar con esas imágenes. ¿Es Neda, la shahid, la mártir y heroína del «Irán moderno», vilmente asesinada por el «Irán reaccionario«, tal y como la presenta buena parte de la prensa, o es la víctima que tuvo que morir porque los supuestos guionistas de una orquestada «revuelta popular» contra el presidente Mahmud Ahmadineyad lo tenían previsto para calentar los ánimos dentro y fuera de Irán?
Las imágenes de la agonía de Neda en particular y las de las protestas en general recuerdan al golpe de Estado que el 11 de abril de 2002 tuvo lugar en Venezuela. Los golpistas tenían a sueldo a un puñado de francotiradores que abatieron una docena de simpatizantes chavistas. La sangre y los muertos eran reales, las imágenes también, pero no el comentario con el que los medios privados los lanzaron al aire: el montaje y el texto crearon la mentira según la cuál el presidente Hugo Chávez habría ordenado disparar sobre manifestantes de la oposición.
Las crónicas de las televisiones antichavistas deberían haber tenido su lugar en la exposición de Osnabrück porque hace falta creatividad (y cinismo) para elaborar estas muy peculiares obras de arte a la hora de mezclar imágenes reales con una historia ficticia. En la realidad histórica, el avance técnico y la ficción se basa «Bilderschlachten». De manera poco poética pero muy prosaica revela su subtítulo de qué va la exhibición: «2.000 años de noticias sobre la guerra. Técnica-medios-arte».
La muestra arranca con los relatos que nos dejaron escritores romanos de las derrotas que sufrieron sus legiones en estos lares de Germania y termina con la guerra de agresión contra Irak de 2003. Los césares de hace dos milenios no tuvieron que mentir a sus ciudadanos para irse a la conquista de las tribus bárbaras del norte; los de hoy sí. Dado que el entonces secretario de Estado estadounidense, Colin Powell, justificó la contienda contra Bagdad con unos letales laboratorios móviles, que luego resultaron inexistentes, el escultor Iñigo Manglano-Ovalle ha creado una obra llamada «Phantom Truck». Su camión fantasma se parece al que se vio en las ficticias fotos que el ex general de la segunda guerra del Golfo (1991) mostró ante la ONU en su día. Para recordar este hecho, los expositores han colocado una pantalla con su discurso en las cercanías de la obra de arte.
2.000 años de (des)información
De la mano de los distintos escenarios de la exposición, los visitantes pueden recorrer los 2.000 años de (des)información sobre la guerra, contemplando la interacción de la realidad histórica con el avance tecnológico y la intervención de este último a través de la comunicación por fuego y señales, la impresión de libros, fotografía y cine, telegrafía y telefonía en la creación de cada vez más nuevas imágenes de batallas.
Quien busca al cursillo rápido para aprenderlo tiene que enfrentarse a la obra de Lynn Hershman, titulada «America's Finest». Lo «mejor de América» es un fusil de asalto M-16, montado en un trípode, y con mira telescópica. Cuando el voluntario francotirador agarra el arma y apunta a su blanco a través de la mira telescópica, se ve a sí mismo. Si aprieta el gatillo, la imagen de video se va y por un instante aparece otra ficticia de guerra, como la de Rambo, por ejemplo. Así cada uno se convierte tanto en autor como en víctima. Entre estos dos extremos se mueve también el periodista cuando informa de «crisis», «conflictos» o «guerras».
Conviene, finalmente, no olvidar que desde los años 80 del siglo XX, las Fuerzas Armadas de EEUU dan la misma importancia a la «guerra de la información» que a la contienda militar tradicional. «Bilderschlachten» invita a pensar si antes de perder la cabeza en la guerra, uno ya puede haber perdido el cerebro por la batalla de imágenes que hoy en día precede a cada contienda militar.
Las imágenes de la agonía de Neda en particular y las de las protestas en general recuerdan al golpe de Estado que el 11 de abril de 2002 tuvo lugar en Venezuela. Los golpistas tenían a sueldo a un puñado de francotiradores que abatieron una docena de simpatizantes chavistas. La sangre y los muertos eran reales, las imágenes también, pero no el comentario con el que los medios privados los lanzaron al aire: el montaje y el texto crearon la mentira según la cuál el presidente Hugo Chávez habría ordenado disparar sobre manifestantes de la oposición.
Las crónicas de las televisiones antichavistas deberían haber tenido su lugar en la exposición de Osnabrück porque hace falta creatividad (y cinismo) para elaborar estas muy peculiares obras de arte a la hora de mezclar imágenes reales con una historia ficticia. En la realidad histórica, el avance técnico y la ficción se basa «Bilderschlachten». De manera poco poética pero muy prosaica revela su subtítulo de qué va la exhibición: «2.000 años de noticias sobre la guerra. Técnica-medios-arte».
La muestra arranca con los relatos que nos dejaron escritores romanos de las derrotas que sufrieron sus legiones en estos lares de Germania y termina con la guerra de agresión contra Irak de 2003. Los césares de hace dos milenios no tuvieron que mentir a sus ciudadanos para irse a la conquista de las tribus bárbaras del norte; los de hoy sí. Dado que el entonces secretario de Estado estadounidense, Colin Powell, justificó la contienda contra Bagdad con unos letales laboratorios móviles, que luego resultaron inexistentes, el escultor Iñigo Manglano-Ovalle ha creado una obra llamada «Phantom Truck». Su camión fantasma se parece al que se vio en las ficticias fotos que el ex general de la segunda guerra del Golfo (1991) mostró ante la ONU en su día. Para recordar este hecho, los expositores han colocado una pantalla con su discurso en las cercanías de la obra de arte.
2.000 años de (des)información
De la mano de los distintos escenarios de la exposición, los visitantes pueden recorrer los 2.000 años de (des)información sobre la guerra, contemplando la interacción de la realidad histórica con el avance tecnológico y la intervención de este último a través de la comunicación por fuego y señales, la impresión de libros, fotografía y cine, telegrafía y telefonía en la creación de cada vez más nuevas imágenes de batallas.
Quien busca al cursillo rápido para aprenderlo tiene que enfrentarse a la obra de Lynn Hershman, titulada «America's Finest». Lo «mejor de América» es un fusil de asalto M-16, montado en un trípode, y con mira telescópica. Cuando el voluntario francotirador agarra el arma y apunta a su blanco a través de la mira telescópica, se ve a sí mismo. Si aprieta el gatillo, la imagen de video se va y por un instante aparece otra ficticia de guerra, como la de Rambo, por ejemplo. Así cada uno se convierte tanto en autor como en víctima. Entre estos dos extremos se mueve también el periodista cuando informa de «crisis», «conflictos» o «guerras».
Conviene, finalmente, no olvidar que desde los años 80 del siglo XX, las Fuerzas Armadas de EEUU dan la misma importancia a la «guerra de la información» que a la contienda militar tradicional. «Bilderschlachten» invita a pensar si antes de perder la cabeza en la guerra, uno ya puede haber perdido el cerebro por la batalla de imágenes que hoy en día precede a cada contienda militar.