NATIVIDAD PULIDO
ABC
«Un día cualquiera decidí que iba a ser fotógrafa. Haría fotografías sencillas de la gente, empezando por las personas que conocía. Nunca había tenido una cámara, pero eso era lo que quería hacer». Es toda una declaración de intenciones de Dorothea Lange, sacada de una entrevista de 1964, un año antes de que un cáncer acabara con la vida de una de las grandes fotógrafas del siglo XX. El Museo Colecciones ICO (Zorrilla, 3) abre el jueves una exposición centrada en su trabajo de los 30 y 40, sus años decisivos, que forma parte de PhotoEspaña, festival que inaugurarán oficialmente los Príncipes de Asturias el miércoles.
La comisaria, Oliva María Rubio, no ha querido hacer una retrospectiva, sino concentrarse «en una época que fue fundamental en su trayectoria fotográfica». De su etapa de plena madurez se muestran 140 imágenes. Destaca muy especialmente el encargo que le hizo el Gobierno norteamericano (la Farm Security Administration), dentro del proyecto de Roosevelt para salir de la Gran Depresión. «El Gobierno era consciente de la capacidad de la fotografía para transmitir un mensaje -comenta la comisaria-; era necesario hacer consciente al país de la difícil situación que estaba atravesando y de los proyectos que había emprendido para paliar tal situación». Se encarga a numerosos fotógrafos (entre ellos, Lange y Walker Evans) que recorran de 1935 a 1942 el país y den fe de lo que estaba pasando. «La fotografía se utiliza como instrumento de propaganda -añade Oliva María Rubio-; es la primera vez en la Historia que un Gobierno se embarca en un trabajo de documentación fotográfica de esta envergadura».
Éxodo forzoso
Dorothea Lange se había dado cuenta de que «sólo estaba fotografiando a la gente que me pagaba por ello. Eso me molestaba». Había estudiado fotografía en Nueva York y en 1918 abría su propio estudio en San Francisco, donde pasó un tiempo centrada en retratos de estudio. Pero ella confiaba en sus instintos y el encargo del Gobierno le permitió sacar el gran talento que llevaba dentro para retratar el alma humana, su gran empatía con las personas que tenía ante su objetivo. Miles de personas obligadas a un éxodo en busca de trabajo a causa del paro, el hambre, la sequía... Aquel proyecto en el que documentó el éxodo de las familias de granjeros nos ha legado auténticos iconos. Vemos el drama marcado en rostros deseperados de personas que vagan por las calles como fantasmas. Pero, a pesar de lo duro de la situación, Dorothea Lange, la fotógrafa del pueblo, confesó que halló el coraje en lugares inesperados: «Si pierdes tu coraje, pierdes lo más valioso que hay en ti, todo lo que te queda para sobrevivir».
En las 140 instantáneas en blanco y negro que cuelgan en ICO, la mayoría vintages (copias de época), hay otros tantos dramas humanos: familias enteras tiradas en la carretera cuando iban en busca de trabajo en los campos de algodón, rostros tiznados de niños que no entienden qué ocurre, refugiados de las sequías de Oklahoma y de Phoenix que esperan su cheque de subsidio, campos de trabajadores migratorios de Marysville, granjeros de Arkansas deshauciados... «En todos los escenarios su fotografía es humanista -apunta la comisaria de la muestra- , con un estilo maduro, sabiendo enmarcar a los personajes en medio de las masas, utilizando los recursos de la Nueva Visión para hacer imágenes potentes, muchas de ellas de gran belleza estética, más allá de su carácter documental, con una tomas casi épicas, que muestran la esperanza en salir de la situación». La exposición en ICO también muestra parte de su trabajo sobre la evacuación de los japoneses estadounidenses a los campos de concentración de la zona occidental del país. Algunas fotografías fueron embargadas por el ejército por su crudeza.
Durante 40 años, una cita del filósofo Francis Bacon permaneció clavada en la puerta del cuarto oscuro de Dorothea Lange. Rezaba así: «La contemplación de las cosas como son, sin error o confusión, sin sustitución o impostura, es en sí misma algo más noble que una cosecha entera de invención». Lange lo siguió a rajatabla toda su vida.
La comisaria, Oliva María Rubio, no ha querido hacer una retrospectiva, sino concentrarse «en una época que fue fundamental en su trayectoria fotográfica». De su etapa de plena madurez se muestran 140 imágenes. Destaca muy especialmente el encargo que le hizo el Gobierno norteamericano (la Farm Security Administration), dentro del proyecto de Roosevelt para salir de la Gran Depresión. «El Gobierno era consciente de la capacidad de la fotografía para transmitir un mensaje -comenta la comisaria-; era necesario hacer consciente al país de la difícil situación que estaba atravesando y de los proyectos que había emprendido para paliar tal situación». Se encarga a numerosos fotógrafos (entre ellos, Lange y Walker Evans) que recorran de 1935 a 1942 el país y den fe de lo que estaba pasando. «La fotografía se utiliza como instrumento de propaganda -añade Oliva María Rubio-; es la primera vez en la Historia que un Gobierno se embarca en un trabajo de documentación fotográfica de esta envergadura».
Éxodo forzoso
Dorothea Lange se había dado cuenta de que «sólo estaba fotografiando a la gente que me pagaba por ello. Eso me molestaba». Había estudiado fotografía en Nueva York y en 1918 abría su propio estudio en San Francisco, donde pasó un tiempo centrada en retratos de estudio. Pero ella confiaba en sus instintos y el encargo del Gobierno le permitió sacar el gran talento que llevaba dentro para retratar el alma humana, su gran empatía con las personas que tenía ante su objetivo. Miles de personas obligadas a un éxodo en busca de trabajo a causa del paro, el hambre, la sequía... Aquel proyecto en el que documentó el éxodo de las familias de granjeros nos ha legado auténticos iconos. Vemos el drama marcado en rostros deseperados de personas que vagan por las calles como fantasmas. Pero, a pesar de lo duro de la situación, Dorothea Lange, la fotógrafa del pueblo, confesó que halló el coraje en lugares inesperados: «Si pierdes tu coraje, pierdes lo más valioso que hay en ti, todo lo que te queda para sobrevivir».
En las 140 instantáneas en blanco y negro que cuelgan en ICO, la mayoría vintages (copias de época), hay otros tantos dramas humanos: familias enteras tiradas en la carretera cuando iban en busca de trabajo en los campos de algodón, rostros tiznados de niños que no entienden qué ocurre, refugiados de las sequías de Oklahoma y de Phoenix que esperan su cheque de subsidio, campos de trabajadores migratorios de Marysville, granjeros de Arkansas deshauciados... «En todos los escenarios su fotografía es humanista -apunta la comisaria de la muestra- , con un estilo maduro, sabiendo enmarcar a los personajes en medio de las masas, utilizando los recursos de la Nueva Visión para hacer imágenes potentes, muchas de ellas de gran belleza estética, más allá de su carácter documental, con una tomas casi épicas, que muestran la esperanza en salir de la situación». La exposición en ICO también muestra parte de su trabajo sobre la evacuación de los japoneses estadounidenses a los campos de concentración de la zona occidental del país. Algunas fotografías fueron embargadas por el ejército por su crudeza.
Durante 40 años, una cita del filósofo Francis Bacon permaneció clavada en la puerta del cuarto oscuro de Dorothea Lange. Rezaba así: «La contemplación de las cosas como son, sin error o confusión, sin sustitución o impostura, es en sí misma algo más noble que una cosecha entera de invención». Lange lo siguió a rajatabla toda su vida.