ROBERTO CUETO
Cahiers du cinéma
El título de la última película de Lee Chang-Dong, 'Secreta luz del sol', casi parece un chiste sobre la recepción de su filmografía en España, ya que de las cuatro películas que la componen ninguna de ellas ha sido estrenada comercialmente en nuestro país ni editada en DVD. Es decir, que el resplandor de su cine sigue oculto para el espectador español. Secret Sunshine compitió hace dos años en el Festival de Cannes (llevándose el mejor premio a la mejor actriz), y su llegada ahora a las salas comerciales salda una deuda con uno de los nombres más relevantes de ese nuevo cine surcoreano con el que llevamos conviviendo ya toda una década.
Decía José Manuel López, en un pertinente artículo sobre el cineasta, que el cine de Lee nos habla siempre de personajes "arrollados" por la Historia, el tiempo o la sociedad en que les tocó vivir. De eso precisamente trata también su cuarta película, aunque el trasfondo político sobre el que se construía 'Peppermint Candy' (1999) o la crónica social que servía de base a 'Green Fish' (1997) y 'Oasis' (2002) den paso aquí a una indagación de corte más íntimo sobre la manera en que podemos (o, más bien, no podemos) afrontar un dolor insoportable. Lee no duda en aceptar ciertos códigos del melodrama como manera de desarrollar su relato: una narración prolija (142 minutos) marcada por trágicos puntos de inflexión y con la sombra de un tormentoso pasado flotando siempre fuera de campo. No hay que olvidar que el melodrama es un género que goza de gran popularidad en Corea del Sur, hasta el punto de conformar más bien una especie de "mirada melodramática" que planea sobre todos los géneros, ya sea la comedia, el thriller de acción o el cine de terror. Sin embargo, Lee no cae en los excesos del cine popular de su país y cuestiona la propia función del melodrama como herramienta de catarsis. Su preciso y parco empleo de la música, sus planos construidos con cuidados disposición de los personajes, el distanciamiento con que trabaja los momentos de mayor intensidad dramática son algunos de los recursos con los que la propia puesta en escena del film construye su discurso: ¿existe alguna manera lógica de afrontar el sufrimiento?
Rabia sin consuelo
Secret Sunshine podría relacionarse con los recientes trabajos de Naomi Kawase ('El bosque del luto') o Hirozaku Kore-eda ('Still walking'), pues todos ellos tratan sobre cómo lidiar con la insoportable ausencia de un ser querido. Pero si Kawase parece seguir creyendo en el ritual como medio de canalizar ese dolor y Kore-eda plantea la melancólica asunción de que las cosas no permanecen, el film de Lee está recorrido por una rabia sin consuelo. Su relato se articula sobre quiebros que rompen la película que creíamos estar viendo hasta ese momento: una amable historia de mujer viuda que llega a una pequeña ciudad para rehacer su vida (comedia romántica) se ve defenestrada por un violento suceso; una posible redención a través del cristianismo (melodrama religioso) queda destruida por la súbita conciencia de su futilidad... No es de extrañar que la protagonista acabe siendo una errabunda dentro de la propia estructura narrativa que la acoge, una vez que el film parece haber constatado que ni siquiera los formalismos rituales pueden ayudarnos a llenar ese vacío. En su demoledora (pero quizá esperanzada) conclusión, esta gran película parece decirnos que, tras experimentar una furia totalmente legítima, la solución sólo depende de nosotros mismos.