Bilbao BBK Live Festival (7, 8 y 9 de julio de 2009)




AIDA M. PEREDA
Lumpen



La cuarta edición del Bilbao BBK Live Festival, con un cartel sin grandes alardes, parecía sostenerse con pinzas. Prácticamente todo el peso recaía en Depeche Mode, si bien había que tener en cuenta que su actuación se encuadraba en jueves y que además, el día anterior, ofrecían un concierto en Valladolid. Por todo ello, la asistencia a Kobetamendi fue menor que en convocatorias pasadas, aunque se dosificó de forma más o menos equitativa entre las tres jornadas alcanzando aproximadamente los 18.000 asistentes, excepto el viernes, con 2.000 entradas menos.


Depeche Mode

Sin lugar a dudas, el festival adquirió todo su esplendor con la hipnótica puesta en escena del ‘Tour the universe’ diseñada por el fotógrafo y cineasta Anton Corbjin para Depeche Mode. David Gahan fascinaba por su calculada elegancia y por su voz serena y penetrante. Martin Gore, a la guitarra, eclipsaba por momentos a Gahan, con un atuendo de brillo y lentejuelas plateado que, sin embargo, fue incapaz de desviar la atención cuando sorprendió a todos cantando de manera exquisita ‘Home’, una balada de delicado lirismo, prácticamente a capella. Con semejante duelo, el teclista y programador Andrew Fletcher quedó abocado irremediablemente a un segundo plano.

La del trío de Essex fue una actuación soberbia, en la que presentaron su nuevo disco, Sounds of the universe, que no llega a satisfacer las expectativas, y del que sonaron ‘In chains’, ‘Wrong’ y ‘Hole to feed’ en una impactante apertura, que sirvió de excusa para repasar algunas de sus grandes composiciones, que han pasado a la historia del dark rock electrónico en álbumes como ‘Violator’ o ‘Music for the mases’. El clásico 'Walking in my shoes' abrió la caja de los recuerdos, de la que también salieron la sensacional 'It's no good', con su aura de misterio, y 'Precious’, otra de las míticas.

El público, sin embargo, se mostró poco receptivo cuando Gahan les ofreció el micro para entonar ‘Peace’, el himno que incluye su último disco, demasiado obvio y de simpleza casi infantil, que convirtió ese momento en el más bajo del concierto. Sin embargo, acto seguido, el nivel comenzó a recuperarse con ‘In your room’ y más tarde con ‘'I Feel you', que fue recibida con gran ovación y sirvió de anticipo al éxtasis que produjo 'Enjoy de Silence', su éxito por excelencia, que fue escenificado con originales imágenes de los componentes de la banda vestidos de astronautas. El bis, de sólo dos canciones, se inició con ‘Stripped’ y terminó con una apoteósica puesta en escena del ‘Personal Jesus'.


Placebo

Otro de los conciertos más apabullantes fue el de Placebo. La banda repite en Kobetamendi, pero esta vez, su directo sobrepasó el esquema que guardábamos en la cabeza desde su anterior actuación. En la única fecha en la península, Brian Molko lucía un aspecto más andrógino si cabe, con media melena anudada en una coleta. Stefan Olsdal seguía aparentemente como siempre, pero el cambio radicaba en su nuevo batería, Steve Forrest, componente de Evaline, el grupo que los teloneó en su gira estadounidense.

El espectáculo dio comienzo con la ambiental 'Battle for the sun', el tema que da nombre a su nuevo disco, aún no del todo digerido, del que desgranaron 'Kitty Litter', y 'The never ending why', la efectiva 'For what it’s worth', y la surrealista 'Ashtray heart', que gana sin embargo en las distancias cortas.

Los saltos no comenzaron hasta ‘Every you, every me’, del recomendable Without you I’m nothing, y dieron tregua con la delicadeza de ‘Special needs’, el momento más emotivo del concierto. El clímax llegó con la potente ‘Special K’, del imprescindible Black Market Music. Por el contrario, 'Black Eyed' y 'Follow The Cops Back Home' no encajaban en la selección, y en mi opinión, se echó en falta ‘Pierrot the clown’, una de mis favoritas.

'Song To Say Goodbye' e 'Infra-Red' volvieron a hacernos disfrutar sabiendo que formaban parte de la inminente despedida. Y para el bis eligieron la genial 'The bitter end', que podría haber cerrado el concierto de manera brillante, y no 'Taste in men', un corte demasiado techno-apocalíptico, pero que no fue capaz ni mucho menos de echar por la borda la entrega que puso Molko durante todo el concierto.


Editors

Me gustaría también destacar la actuación de Editors, una de las bandas que mejor ha sabido asimilar el sonido de Joy Division. Su cantante, Tom Smith, que sorprende por su modo de cantar tan melódico, algo poco frecuente en las formaciones de post punk, se mostró teatral en sus gestos e hiperactivo en su forma de moverse por el escenario.

Aprovecharon la ocasión para adelantar algunos de los cortes que incluirá su inminente tercer disco, In this light and on this evening (saldrá en septiembre), que por lo que parece suena algo más electrónico, con ejemplos como ‘Bicks and mortar’ o ‘Eat raw meat’. Y recordaron canciones de su debut, The back room, que les dio a conocer en 2005 (anteriormente publicaron bajo los nombres de The Pride y Snowfield) con ‘Bullets’, su tema estrella, ‘Camera’, o ‘Fingers in the factories’. También tocaron algunos de los cortes de su segundo álbum, An end has a start, como el aplaudido tema que da nombre al disco, además de ‘Bones’, ‘The racing rats’ y ‘Smokers outside the hospital doors’.


Otros

El turno de Kaiser Chiefs fue exprimido al máximo, con un Ricky Wilson desenfrenado, que lo mismo se bajaba del escenario para acercarse a sus fans, como trepaba a la barra más alta que equilibraba la estructura. Ofreció un espectáculo divertido basado en su batería de hits, marcadamente comerciales pero resultones, como 'Everyday I love you less and less' o 'Never miss a beat'. Tampoco faltaron ‘Ruby', ‘You want a history’, ‘Take my temperature’ o ‘Oh my God’.

Por su parte, Jane’s Addiction no dieron muestras de batalla interna entre el frontman Perry Farrell y Dave Navarro, guitarrista ex componente de los Red Hot Chili Peppers. Entre los riffs de Navarro y las histriónicas poses de Farrell, más propias de un culturista que de una estrella del rock, se sucedió un repertorio tocado de manera impecable, pero que resultó sin embargo algo monótono. Primal Scream me decepcionaron bastante, con un espectáculo muy por debajo de sus posibilidades, que puso en evidencia la deriva de los escoceses en los últimos tiempos, ajenos al listón de ‘Swastica eyes’.

Como resultado global, el conjunto del cartel del Bilbao BBK Live resultó demasiado variopinto para analizarlo de manera general, lo cual, además de impedir encuadrarlo, lo define como un festival de corte desigual y con una pretendida heterogeneidad que no ayuda a concederle el atractivo que se requiere para fidelizar con el público.