El 'petroestado' de los Obiang


La maldición del oro negro. La ex colonia española ejemplifica cómo la riqueza del petróleo no acaba con la pobreza


PERE RUSIÑOL
Público


Los aviones que llegan atestados de ejecutivos del petróleo aterrizan en un aeropuerto pequeño, pero moderno, reluciente y con aire acondicionado a discreción. Fuera, arranca una gran autopista, con pocos coches y muchos carriles, inaugurada recientemente. A la derecha y a la izquierda se construyen nuevos edificios y las nuevas obras terminadas rascacielos, estadios deportivos se observan en cualquier dirección que se fije la vista.

¿El golfo Pérsico? No. Esto es Guinea Ecuatorial, la minúscula ex colonia española sumida en la pobreza pero en pleno boom petrolero y espectacular transformación. Los derechos humanos se pisotean como siempre Teodoro Obiang lleva 30 años en el poder y su imagen es omnipresente y obligatoria: grandes carteles en cada esquina le felicitan por su 67º aniversario, pero el único rincón de África que habla español ya no es más el patito feo: ahora es algo parecido a El Dorado, un petroestado que crece por encima del 15% gracias al crudo, que aporta el 95% de los ingresos del Gobierno.

Fracaso español

El origen del milagro que ha ensanchado aún más las diferencias sociales, ya muy pronunciadas es consecuencia de un fracaso español, otro episodio desgraciado de las complejas relaciones entre Guinea y España.

El pasado viernes, Obiang se regodeaba de ello en su insólito encuentro ante la prensa española, que acompañó al ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, en su visita oficial. "Le cedimos todo a España [Repsol] para que buscara petróleo y mucho tiempo después dijo que no había nada", desgranaba con cierto rintintín Obiang en su gran palacio de Bata, la capital continental del país. Y añadió: "España se fue y entonces vino aquí una sola persona, Walter, que en seis meses empezó a descubrir petróleo".

Walter era en realidad una empresa tejana, una wild carter, como se llama a las compañías especializadas en olfatear el petróleo en lugares de riesgo. Los pozos, ingentes tanto como los de gas, ahora en pleno lanzamiento, llegaron así a manos estadounidenses y en seguida, a mediados de la década de 1990, explotaron en beneficio final de las compañías estadounidenses ExxonMobil y Marathon Oil.

Hoy en día, Guinea Ecuatorial, con capacidad para producir 400.000 barriles de crudo al día, es el cuarto productor de África Subsahariana por detrás de Nigeria, Angola y Sudán y las empresas españolas, incluida Repsol YPF, tratan de reengancharse al maná que hace unos años pudo ser enteramente suyo.

Las grandes multinacionales han encontrado un filón, del que unos pocos ecuatoguineanos sacan también tajada. La organización de derechos humanos Human Rights Watch (HRW) acaba de lanzar un informe demoledor, elaborado tras una investigación de cuatro años, que muestra hasta qué punto el petróleo ha enriquecido al presidente y a su clan.

Las cuentas corrientes del Estado y de la familia del prócer y su camarilla se confunden, lo que condena a la pobreza a miles de personas que el mundo llama pobres y Obiang prefiere calificar de "holgazanes". Ese el término que empleó en un encuentro con la prensa española el pasado viernes, a lo largo del cual afirmó que la riqueza del petróleo sí se reparte "salvo entre los holgazanes" y que su régimen es democrático y él es un dictador en la medida en que "dicta las normas".

Condiciones como en Afganistán

En un país tan pequeño entre 500.000 y un millón de habitantes, según las fuentes, esta lluvia de petróleo y gas podría servir para alcanzar el hito de erradicar la pobreza al menos en un país de África. Pero se trata por ahora de una ensoñación: "Las condiciones de vida de la población equivalen en la práctica a las de Afganistán, cuando la renta per cápita del país, gracias al crudo, es parecida a la de España", subraya Lisa Misol, una de las investigadoras que firma el informe de HRW.

Los datos oficiales son un pelín matizados, pero igualmente rotundos. El PIB per cápita en paridad de compra de Guinea Ecuatorial supera, según el Fondo Monetario Internacional, los 18.000 dólares, la misma cifra que tenía España en 1997. O sea, anteayer. Y el dato es el mejor de todo el continente africano no sólo de la región subsahariana, sólo superado por las islas Seychelles, que tienen muy poco que ver con África.

Guinea Ecuatorial ocupa el puesto 127 sobre un total de 177 en el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas. Por tanto, sobre el papel está mejor que la mayoría de sus vecinos, no sólo en indicadores de renta, sino también en servicios. Pero, paradójicamente, el boom petrolero está haciendo añicos algunos indicadores sociales que antes eran aceptables en el contexto africano, como pone de manifiesto un estudio de este mismo mes del Center for Economic and Social Rights (CESR).

Algunos de los datos que aporta este centro con sedes en Nueva York y en Madrid, extraídos de documentos de referencia de Naciones Unidas, son contundentes: por ejemplo, el 60% de la población vive con menos de un dólar al día. Otro: el acceso a agua potable en áreas urbanas es sólo del 45%, el peor dato de todo África.

La mortalidad infantil, a peor

Y lo que es peor: algunos indicadores básicos incluso han retrocedido desde que empezó el boom petrolero. Como la mortalidad infantil: entre 1995 y 2006, la supervivencia entre los menores de cinco años ha pasado de 813 a 794 por 1.000, cuando la evolución del continente ha sido positiva. O el ratio de escolarización primaria, que siendo de los mejores del continente ha pasado del 92% al 87%, según el CESR.

Los efectos visibles del auge petrolero son, sin embargo, evidentes más allá del clan que rodea a Obiang. Y no sólo en obras para la glorificación del Líder o en infraestructuras para acelerar las posibilidades de la industria petrolera. Lo cierto es que también hay obras espectaculares en marcha para el disfrute de las clases populares, como un gigantesco paseo marítimo en Bata, de más de cinco kilómetros.

"El gran problema es que la industria del petróleo acabará con todo el tejido económico anterior", lamenta Plácido Micó, el único diputado opositor en un Parlamento de 100 escaños. "Esto es un espejismo de desarrollo: tras el boom, cuando el petróleo se acabe, las élites se habrán enriquecido, pero el país estará mucho peor", lamenta el menudo y valiente diputado opositor.

En Bata, los contrastes están a la vista de todos, incluso de las delegaciones invitadas que, como la española a la que se integró Público, no tienen posibilidades de moverse fuera del autobús oficial.

Mientras en el paseo marítimo se está construyendo una réplica de la Torre Eiffel, que se llamará Torre de la Libertad, en el interior de la misma ciudad, a unos pocos metros, se amontonan las pseudocasas con techo de lata. Y ratas grandes como gatos devuelven a la dura realidad hasta al más entusiasta apologista de Guinea Ecuatorial.