Las mujeres son imposibles

NICOLE THIBON
Público



“¡Las mujeres son imposibles! ¡Hay que ver cómo nos esquivan!” –Aristófanes–

Decididamente, la vida en 2009 es estupenda. Dos mil años de filosofía, más de dos siglos hablando de igualdad, y a las mujeres se las sigue discriminando en el trabajo, se les paga menos, y están sub-representadas en todos los centros de decisión; y ello, en la mayor parte de los países desarrollados del planeta. El 12 de mayo de 2009, los ministros de los 47 estados miembros del Consejo de Europa lo dijeron, esta vez de manera muy clara y contundente: “¡Hay que consolidar en los hechos la igualdad entre mujeres y hombres!”. Pero los hechos son testarudos y hablan más claramente que las palabras.

Según el informe Grésy de julio de 2009, el 47% de los trabajadores de Francia ya son mujeres. Con un 54% de diplomadas, están además mejor preparadas que sus colegas masculinos. Y las cosas parecen ir a más: este año obtienen el bachillerato el 70% de las muchachas, contra el 59% de los muchachos.

Pero hay que leer la primera página de Le Monde del pasado 13 de julio: “¿Un 40% de mujeres a la cabeza de las grandes sociedades?”. Una lectura demasiado rápida podría pasar por alto los signos de interrogación. No se trata de una realidad sino de imponer una cuota en los sectores privado y público, objetivo eminentemente positivo y que manifiesta una loable buena voluntad, pero que subraya lo desastroso de la situación actual. En Francia sólo hay un 10,5% de mujeres en los consejos de Administración de las empresas que cotizan en Bolsa; en los de las primeras 500 empresas, sólo un 8%.

Pero las francesas no se pueden quejar, si se las compara con el 6,6% en las 300 grandes empresas españolas, el 2,1% de las italianas y el 0,8 de las portuguesas. Sólo algo más de la mitad de los países del mundo publican datos estadísticos. “La contribución de las mujeres no aparece aún en las estadísticas oficiales”, dice un informe de Naciones Unidas de 2008. Es lo que púdicamente suele llamarse “la invisibilidad de las mujeres en los centros de decisión”.

Cuando las cosas no se hacen según la lógica y el sentido común, queda la ley. Es así que la solución tendrá que volver a ser la imposición de una cuota –que por otra parte da siempre excelentes resultados en política, en todos los países en que se la aplica–. Las empresas francesas tienen seis años para arreglar las cosas, y el sector público sólo cuatro. Las empresas noruegas sometidas a la cuota han llegado rápidamente a un 44,2% de mujeres en sus consejos de Administración. Se calcula que, si no se impusiera una cuota, se necesitarían 50 años para alcanzar cierta igualdad en los países normalmente desarrollados. Lo importante es no perder la paciencia.

El asunto es aún más cómico en el plano salarial. Pese a todas las recomendaciones y requerimientos, “las diferencias de salario se mantienen”, afirma el informe Grésy, y la remuneración global media de las mujeres es un 27% inferior a la de los hombres o, si se quiere, la de los hombres es un 37% superior a las de las mujeres. Es más: la diferencia máxima se halla en el sector de los ejecutivos; un 30,8%. Y más todavía, cuanto más diplomas o años de edad tiene una mujer, menos se le paga con respecto a su equivalente varón: un 32% de diferencia.

La situación no es menos divertida en Estados Unidos. Según un estudio de los sindicatos AFL-CIO, “la mujer de 25 años que trabaje a tiempo completo todos los años hasta que se jubile a la edad de 65, ganará 523.000 dólares menos que el trabajador masculino promedio”.

No es consuelo el que en otras partes sea peor. Según estimaciones recientes, las mujeres africanas constituyen el 70% de la mano de obra agrícola y producen el 90% de los alimentos. Su tasa de actividad económica es 61,9% superior a la de todos los países de la OCDE en su conjunto. Y, eso sí, son las más pobres y maltratadas.
España mantiene valientemente su posición en las estadísticas. Según un informe sobre el mercado laboral publicado por Manpower, las mujeres ganan un 50% menos que los hombres en el sector privado español y un 10,7% en el sector público, lo que significa que el salario medio de la mujer en España es un 34,7% inferior al del hombre. Todo se explica, según el analista, porque el tiempo de trabajo de la mujer es un “13% inferior al del hombre”, porque existen “diferencias en las características individuales” y porque cuando aumenta la experiencia laboral la diferencia salarial “se incrementa”, dado que la mujer “tiende a abandonar” su presencia en el mercado, sobre todo entre los 35 y los 40 años. ¡Cuando las cosas se explican bien todo se comprende! Lo que se comprende mucho más fácilmente es la acentuada tendencia a crear cooperativas de mujeres un muchas partes del mundo y, en particular, en España. Como lo exponía María Carmen Martín García, durante el reciente y brillante coloquio internacional Voces Mediterráneas III en Granada, estas cooperativas se basan en “los valores de ayuda mutua, responsabilidad, democracia, igualdad, equidad y solidaridad…, una ética de honestidad, transparencia, responsabilidad social y preocupación por los demás”. Movimiento originado en el Reino Unido en 1883, la Alianza Cooperativa Internacional reúne hoy 218 cooperativas de 78 países, y representa a más de 800 millones de personas. La Asociación de Mujeres Empresarias Cooperativistas española se dirige a mujeres que quieran poner en marcha un negocio bajo la fórmula empresarial de una cooperativa.

Podemos imaginar fácilmente que, harta de ser discriminada, mal pagada y con pocas posibilidades de promoción real en relación con su capacidad, la mujer activa, cada vez más educada y diplomada, y consciente de su dignidad, se encuentra más a gusto en un ambiente igualitario y transparente. Una no lo dudaría.