'Más allá de la duda', Fritz Lang y la justicia


ALBERTO ABUÍN
Blogdecine




Hace una semanas se estrenaba en nuestro país sin hacer demasiado ruido ‘Más allá de la duda’, film realizado por el artesano, en otros tiempos estimable, Peter Hyams. Se trata de un remake de una película de Fritz Lang, sobre un acusado de asesinato con final sorpresa. No la he visto, ni creo que lo haga, ¿para qué si ya tenemos la versión de Lang? Y es que cuando una cosa está bien hecha, no es necesario volver a hacerla. Dudo mucho que Hyams haya aportado algo de interés a una trama cuya mayor fuerza residía en cuestionar el poder y el valor de la justicia.

Hablar de Fritz Lang es hacerlo sobre uno de los mejores directores de todos los tiempos. Uno de esos autores cuyas películas siguen hoy tan frescas como el primer día, a pesar de que el paso del tiempo suele acabar con todo. Su carrera se diferencia claramente en dos etapas, la muda y la sonora. En la primera, enteramente realizada en Alemania podemos encontrarnos con joyas del calibre de ‘Metrópolis’ (1927) o ‘Las tres luces’ (‘Der müde Tod, 1921), y en la sonora, casi en su totalidad americana, hayamos ‘Furia’ (‘Fury’, 1936), ‘Sólo se vive una vez’ (‘You Only Live Once’, 1937) o ‘Perversidad’ (‘Scarlett Street’, 1945), por citar sólo unas pocas. ‘Más allá de la duda’ (‘Beyond a Reasonable Doubt’, 1956) es la última película de su período americano antes de regresar a Alemania donde siguió haciendo cine.

La película narra la historia de dos hombres que planean derribar el sistema judicial, siempre lleno de fallos imperdonables. Para ello elegirán un reciente caso de asesinato, haciendo que uno de los dos aparezca como principal sospechoso al conducir todas las pruebas a él. Cuando se dicte sentencia (muy probablemente culpable), se presentarán las pruebas que demuestran su inocencia para que salga libre y de paso burlarse de un sistema que se cree perfecto. Una llamada a la conciencia pública sobre un modo de justicia que es capaz de encarcelar y condenar a muerte a un ciudadano inocente. A lo largo de la historia ha habido casos de hombre inocentes condenados, pero Lang va mucho más allá, le da la vuelta a la tortilla, proponiendo a través del excelente guión de Douglas Morrow, algo mucho más terrible.

En todo momento, Lang pone al espectador de su lado, haciéndole sabedor de todos los movimientos de los protagonistas, deseando que llegue el momento de demostrar que la justicia se equivoca con frecuencia, y hasta queremos llegar a ser partícipes del plan, pues todo está perfectamente cubierto y nada puede salir mal. Pero una pirueta final, inteligentemente insertada y nada forzada, logra que Lang pegue un puñetazo al espectador que hasta ese momento se lo tomaba todo como un juego. Dicho giro no sólo refuerza la idea de que cualquiera con un mínimo de pruebas es susceptible de ser encañonado por el peso de la ley, sino que además, cualquier culpable de un horrendo crimen puede salirse con la suya. Y es ahí donde Lang presenta absolutamente todas sus cartas. El destino de un hombre en manos de la ley tiene que ser algo más que un trozo de papel firmado, hay muchas más cosas que la culpabilidad o la inocencia, no todo es blanco o negro, es la amplia gama de grises en la que la justicia tiene que mirar con lupa, y no tomarse nada a la ligera. Lang consigue todo esto con un sólo plano: el del indulto. Un papel que representa la libertad, una libertad que un hombre ha intentado forjarse a base de mentiras, de trucos y dobles sentidos, los mismos que utiliza la ley para hacerse cumplir.

‘Más allá de la duda’ (sin duda un excelente título) es una muestra más del poderío narrativo de Fritz Lang, y de cómo éste se tomaba las historias que narraba con pasión, pero sobre todo navega alrededor del tema más presente en la filmografía del genial director: la justicia. Y es que desde sus cintas de cine mudo (donde ese tema se nota con menos presencia), hasta el presente film, pasando cómo no, por ‘M’, ‘El hombre atrapado’ (‘Man Hunt’, 1941) o los films citados anteriormente, Lang parecía obsesionado con este tema, remarcando además un elemento que se hace aún mayor en la etapa final de su filmografía americana: la mezquindad humana. Los personajes de ‘Más allá de la duda’ están acabados, y no hay nada en la mirada del director que haga pensar que todavía tiene fe en el hombre como en algunas de sus primeras películas. No hay duda de que el personaje central es el más mezquino de todos, pero los secundarios no se salvan de la quema, ninguno. Su importante amigo está cegado por dejar en ridículo a la justicia, su prometida (Joan Fontaine en su línea) tiene que hacer lo contrario a lo que su corazón le dicta, el amigo de ésta se aprovecha de ella, el juez es una marioneta al servicio de una ley difícil de administrar, y así podríamos seguir con los demás. El hombre es un ser imperfecto que ha creado la ley, cuya imperfección es retratada a través de la mezquindad del ser humano.

‘Más allá de la duda’ es una magnífica película, pero hay algo que le impide ser una obra maestra (término que podría utilizarse varias veces en la filmografía de Fritz Lang): Dana Andrews. Actor bastante limitado, tuvo la suerte de ser dirigido por excelentes directores que supieron aprovechar como pocos su inexpresividad. Pero esta vez Lang es incapaz de lograr que Andrews esté a la altura de lo que narra, y es que su personaje, que es el que lleva todo el peso de la función, es demasiado poderoso para ser interpretado de una forma tan plana y poco intensa, sobre todo teniendo en cuenta que el cine de Lang es intenso hasta la médula.

Lo que sí es una pena es que esta película no esté editada en DVD en nuestro país, y no parece que vaya a estarlo en un futuro próximo. Eso sí, el remake de Hyams adornará muchas de las estanterías de los videoclubs o grandes tiendas de origen francés (e inglés) para que el pobre consumidor se haga con ella sin saber que existe esta joya. Recomendación para las futura edición del film moderno (en caso de nadie tenga el valor de editar el film de 1956): un segundo disco con la versión de Lang, ya veréis como vendéis más.