Reseña de la novela "El año que tampoco hicimos la Revolución "


RAMÓN PEDREGAL CASANOVA
Rebelión




Un motín de presos en la cárcel de Quatre Camins abre la novela El año que tampoco hicimos la Revolución, y hace que nos preguntemos por qué ocurrió.

El final del libro lo escriben los datos del 2001 del Ministerio de Hacienda: “Un 0,16 de los contribuyentes españoles, 53.000 personas, sumaban depósitos declarados a Hacienda por valor de 111.600 millones de euros hace dos años y medio”, y hacen que convirtamos el título en pregunta.

Entre ese principio de rebeldía de los más desposeídos, y ese final, la intriga revuelve al lector de una manera o con un mecanismo literario poco trabajado en la novela contemporánea, el realismo contante y sonante, nada convencional.

El final no es literalmente el que he señalado, salen como por el desagüe unas líneas más que coronan el alcance de la novela: “Los príncipes de Asturias anunciaron ayer que esperan el nacimiento de su primer hijo para el próximo mes de noviembre. Doña Letizia, que se encuentra en su tercer mes de embarazo, dará a luz al séptimo nieto de los Reyes, que ocupará el segundo lugar en la línea sucesoria de la Corona, tras don Felipe.”

Inmediatamente antes encontramos un poema de Bertolt Brecht titulado “Resolución de los comuneros”: “1. Considerando nuestras flaquezas aprobasteis / leyes que habían de someternos. / Leyes que en adelante no obedeceremos / considerando que no queremos seguir siendo siervos. / Considerando que en esa tesitura / nos amenazáis con fusiles y cañones / hemos resuelto temer en adelante / más a la mala vida que a la muerte. / …”

Y unas páginas antes encontramos la voz que conduce la narración escribiendo las siguientes líneas: “Pero hay una ley vital interna de la revolución que dice que nunca hay que pararse, sumirse en la inacción, en la pasividad después de haber dado un primer paso adelante. La mejor defensa es el ataque. Esta regla elemental de toda lucha rige sobre todos los pasos de la revolución.” Si el título respondiese a éste párrafo debería decir “Cuando se empieza la revolución no se para”.

Podríamos seguir contando-leyendo hacia atrás, quizás fuese lo adecuado para representar el ejercicio de memoria en recuperación como un rollo de película, sin embargo interesa más el libro, pues ordena la historia de modo que el lector medio pueda componer ante sus ojos, de extremo a extremo, lo que sería el mapa completo de la situación económica y social, de principio a fin, entre los años 2003 y 2004: ejemplo de sociedad capitalista.

La voz narrativa no hace un ejercicio personal sino una apuesta por la claridad, y vierte datos, operaciones empresariales, acuerdos y desacuerdos, arreglos y escamoteos, envidos judiciales, expresiones abruptas y expresiones lastimeras, declaraciones que manifiestan obsesión, persecución ansiosa de objetivos, … Por medio, saltando de fecha en fecha, hace aparición una denominada familia real, podía ser perfectamente ficticia, que inmortaliza el extremismo capitalista contra los más desfavorecidos, que bajo presión los sitúan en la alienación; también el lector alcanza un cierto grado de enajenación. Es el estilo; en estas páginas de la violación del obrero salta la borboniconería haciendo esquí, pases de modelos, bautizos, bodas y comuniones, carreras de veleros, yates, palacio en Mallorca, ágape papal, … el estado de felicidad hueca; y la lucha de clases sigue endureciéndose, la guerra a las fuerzas del trabajo se recrudece.

¿Falta de calidad humana? ¿Perversión manifiesta en la Familia? Llenan las páginas quienes levantan una muralla para protegerla. Los tratantes de dinero, los delincuentes del tocomocho financiero recubren de secretismo todo lo que respecta al grupo. Está a resguardo de la Ley, la Ley no lo contempla. Son un Estado colonialista dentro de una cáscara democrática.

Embarcados en las páginas leemos como el huracán capitalista arrasa al proletariado en tanto en cuanto puede sacarle beneficio, por eso lo sacrifica y va en busca de otro proletariado; toda su riqueza se la debe al sometimiento de los trabajadores. Una vez ahí, el capitalista borra la tradición obrera y sus principios; la patronal arrea como a presos a los vencidos: disminuyen los salarios, aumentan los despidos, reducen derechos, planifican pagar menos a la seguridad social, siempre, siempre, siempre en lucha contra los trabajadores, faltos de operatividad y en buena parte dirigidos por gentes ajenas a sus intereses de clase, que promueven la dispersión social, y así individualizan el problema y promueven el instinto.

Considerando (como dice Bertolt Brecht) los datos que aporta el mismo sistema informativo del capitalismo a lo largo del libro, se comprueba de manera fehaciente, que el orden social establecido es peligroso para los trabajadores, que el poder en las manos de esa clase es un arma que dispara y produce bajas en las filas obreras todos los días, desangra, diezma las filas y siembra el miedo permanentemente entre los trabajadores. El sistema de batalla que desarrollan, manifiesta una abrumadora complicidad entre el aparato del Estado, los bancos, las multinacionales y los gobiernos extranjeros, y su quehacer evidencia el principal objetivo: sacar las riquezas de aquí, y trasladarse a otros lugares en los que volver a hacer lo mismo. Son una pandemia.

Uno lee y ve que el honor de esas gentes del dinero no sería el que es sin tanta complicidad solapada, a pesar de lo cual esa complicidad no les da poder legítimo.

Me pregunto si la fortuna robada garantiza la vida de las personas que trabajan. Entonces, ¿cómo crees, amigo lector, que debe abordarse el problema?

Esta novela no es un examen de conciencia individualista y hacia dentro, existencial, como acostumbra la novela burguesa, por el contrario es una mirada de frente a la realidad y con ella una disposición de las partes de forma que atañe a la conciencia.