"With these hands (The rise and fall of Francis Delaney)", Michael J. Sheehy and The Hired Mourners (2009)


KEPA ARBIZU
Lumpen




La música, posiblemente, sea la disciplina más abstracta del arte. Depende de algo tan poco tangible y tan subjetivo (aunque no tanto como se suele argumentar) como el ritmo y la melodía. Es el único medio con el que cuenta para conseguir que el oyente de turno se emocione, baile, grite, etc. Su limitación es a la vez su gran virtud, sin motivos aparentes, un par de acordes o un simple silbido puede ser capaz de crear un torbellino en el interior de un individuo. Michael Sheehy es un ejemplo práctico ideal.

Su carrera en solitario comienza en el año dos mil, exactamente después de dar por acabado su hasta entonces grupo, Dream City Film Club, que deja tras de sí una mezcla curiosa entre un rock de fuertes guitarras y una ambientación siniestra. Una transición tan corta hace que sus primeros discos todavía tengan rémora de su pasado. En ellos va dejando huellas de su recién emprendido camino, menos ruidoso y con influencias más clásicas.

Se puede decir que no es hasta el 2007, en su disco “Ghost on the motorway”, cuando su nuevo estilo, ese que se barruntaba en grabaciones anteriores, queda consolidado o por lo menos ya tiene unos rasgos definidos. Son evidentes sus fundamentos básicos, las músicas primigenias, blues, country, gospel, folk... hacen de base en un conjunto aderezado por el lado siniestro, dramático y violento que impone Sheehy.

Todavía más patente esa confirmación estilística se refleja en su nuevo disco, “ With these hands (The rise and fall of Francis Delaney)”. Bajo el nombre de Michael J. Sheehy & The Hired Mourners recrea la historia de Francis Delaney, un boxeador ficticio, con claros toques autobiográficos, dado el gusto por dicho deporte del músico, que tras alcanzar el éxito cae derrotado en su pelea más importante. Las consecuencias de este hecho y todo el (sub)mundo que le rodea queda plasmado a lo largo de las canciones. Para intentar recrear con todo lujo de detalles dicha historia, y sobre todo su ambiente y sensaciones, emplea una amplísima gama de instrumentos que pretende plasmar hasta el más mínimo detalle.

“Did you hear about Delaney?” sirve como introducción. Nos comunica la existencia del personaje principal que más tarde se irá ampliando. Se trata de un ritmo de vals con cadencia espesa y tono misterioso. Seguido arremete con “Nobody’s fault but mine”, tema tradicional que aquí toma aspecto de canción de Tom Waits. El blues empieza a hacerse predominante. Lo mismo sucede con “Fight for your right to fight”, esta vez construida con guitarras altamente distorsionadas. “Medal made out of tin” crea una pausa en la tensión sonora que iba adquiriendo el disco. Una deliciosa canción con aspecto de nana perfectamente acompañada por un acordeón.

Pero el descanso no dura mucho, acto seguido, en “Crooked-eyed engineer” estamos de nuevo ante otra composición áspera, ayudada por los coros que le dan un tono sombrío, nos encontramos ante una de las mejores del disco, galardón que tiene que disputarse con “With these hands”, de parecidas características, pero cantada de una manera más “clara” y épica.

A partir de aquí el disco entra en un terreno con altibajos. Hay momentos realmente crudos, “Ain’t a white boy alive”, cantada con violencia por Sandy Dillon que imposta demasiado su voz para dar un tono ronco, y otros en los que se dedica a recitar, más que a cantar, vivencias del personaje, como en la destacada “The gospel according Marcelus J Mudd”, interpretada por Patsy Crime (guitarrista de Dream City Film Club) que recuerda a Captain Beefheart.

Con “Frankie my darling” llegamos al epílogo de este relato/disco. Gemma Ray se encarga de cantar de manera muy romántica una melodía que a pesar de su aparente dulzura contiene su dosis agria. “When did we grow so old?” prácticamente hablada y con un fondo musical parecido al Blaxploitation, recrea un discurso pesimista. El álbum se cierra con la versión “Goodnight Irene”, tema del músico de bues-folk Leadbelly, interpretada a capella y que pone un colofón casi religioso, funerario. El disco, en ocasiones, puede hacer sucumbir al oyente por su excesiva teatralidad pero resulta interesante en general, tanto por su cuidada temática como por su arriesgada sonoridad, convirtiendo las raíces del rock en un medio para expresar el drama de un personaje.