El oficio y la sensibilidad crítica de Jim Harrison convierten ‘Regreso a la tierra’ en gran literatura


La versión cinematográfica de Leyendas de pasión hizo famoso al estadounidense Jim Harrison. De este escritor lamentablemente poco conocido en España llega ahora Regreso a la tierra, novela en la que penetra en el mundo de los indios de EEUU y que combina con maestría distintas voces para relatar cómo Donald, enfermo terminal, quiere que su familia le ayude a morir y cómo esta lo afronta


JORDI PUNTÍ
EL Periódico de Catalunya





Hace años que una amiga que creció en Francia me hace propaganda de Jim Harrison (Grayling, Michigan, 1937). Qué gran novelista, qué prosa tan bien tallada, qué mirada tan limpia y penetrante sobre la condición humana. Qué raro que en España no se conozca a un autor tan relevante. En los años 70, aprovechando el tirón de la literatura beatnik, se publicó su novela Un buen día para morir. Más tarde llegaron Leyendas de pasión, adaptada en la película con Brad Pitt como protagonista, y otro intento que no cuajó: De vuelta a casa. Ahora de nuevo se traduce una de sus novelas –la preciosa Regreso a la tierra– esperando que por fin le llegue la atención que se merece.

Regreso a la tierra parte de la historia de Donald, un albañil mitad indio, mitad finlandés, que sufre una enfermedad terminal y quiere que su familia le ayude a morir. Su deseo, de acuerdo con las creencias de su tribu, es regresar a la tierra, que le entierren en la ladera de una montaña donde una vez pasó tres días y tres noches sin comer ni beber.

DESDE EL LECHO DE MUERTE

La novela se articula y avanza a través de cuatro voces que se complementan. En la primera parte, desde su lecho de muerte, el propio Donald reconstruye para su mujer Cynhtia el pasado de su familia. Viven en una zona de lagos y bosques, cerca de la frontera de Estados Unidos y Canadá, y el relato de Donald nos introduce en su tradición, muy terrenal y conectada con la naturaleza. «A mí me gustan las historias con personas», afirma, pero en todo lo que cuenta predomina el amor por perros, caballos, osos y lobos, y con el refugio de los árboles frondosos.

Tras la muerte provocada (o suicidio inducido) de Donald –un episodio narrado por Harrison con una delicadeza extrema– su primo K y su cuñado David retoman la historia para contar cómo su familia afronta la ausencia durante todo un verano. Su hijo Herald la asume con cierta distancia intelectual, mientras que Clare, la hija, se prepara para hibernar en una cabaña perdida porque cree que el alma de su padre ha pasado a un oso.

Las consecuencias de esa muerte, el dolor y el duelo, son una onda expansiva que afecta a Cynthia, la esposa y puntal familiar, quien en la última parte del libro se debate entre las creencias de su marido o cambiar para salir adelante. Harrison es un maestro a la hora de reunir y combinar todas esas voces. Su estilo es directo y vital, con una escritura partidaria de la felicidad pero que ni evita los malos tragos ni se recrea en ellos.

Gracias a la atracción que genera esa visión del mundo telúrica y mágica, desde hace unas décadas las tribus indias de Norteamérica son vampirizadas por la filosofía new age y otras ramificaciones esotéricas. Se falsifican cartas de los jefes de tribus, cargados de palabras sabias, con la intención divulgar el ecologismo. Asimismo, los indios andinos que suelen tocar en las calles de las grandes ciudades, los de la flauta de pan y El cóndor pasa, se han dado cuenta que el negocio es mayor si se disfrazan de indios norteamericanos e improvisan danzas de la lluvia. En manos de un escritor como Paulo Coelho, por ejemplo, el mundo que levanta Regreso a la tierra podría haberse convertido en un subproducto filisteo, ridículo y kitsch. En cambio, el oficio y la sensibilidad crítica de Jim Harrison lo transforman en gran literatura. Una novela ideal para este otoño.