Leo Bassi: "Berlusconi es locura pura; lo mejor aún está por llegar


Este hombre con pinta de apacible jugador de dominó es un torrente. Dentro y fuera del teatro. Leo Bassi vuelve a BCN



JOSÉ CARLOS SORRIBES
El Periódico de Catalunya




–¿Qué le lleva a Utopía?

–Una reacción a lo que pasó con La revelación, mi obra a favor del ateísmo. Fueron tres años entre ataques y descalificaciones, incluida una bomba en el teatro Alfil de Madrid. Vi que la derecha mantenía sus ideales de siempre y, por contra, en el lado progresista, donde me sitúo, hubo una reacción muy tibia. Puso en evidencia una falta de pasión a la hora de defender los ideales de izquierdas.

–¿En qué momento considera que la la izquierda pierde esa pasión?

–La caída del muro de Berlín no ha sido analizada lo suficiente. Además, los valores artísticos y éticos del 68 fueron engullidos por la industria. Su música, estética, la liberación sexual... Y los artistas también nos hemos vendido al dios dinero.

–Y ahora llega su Utopía...

–Es necesario un análisis de qué significa ser progresista y de izquierdas. Ante ese vacío intelectual, un payaso como yo intenta llenar el agujero.

–Payaso y caracterizado de forma tradicional, con la cara blanca.

–Se ha olvidado que en el siglo XIX, el de las grandes utopías, el circo tenía un papel gigantesco. Más que Marx y otros filósofos, el payaso era el portavoz de las ideas revolucionarias para la gente de la calle. Esa es la historia de mi familia. Mi abuelo y bisabuelo, artistas, eran también anarquistas, internacionalistas, anticlericales... Yo dejé el circo tradicional hace 25 años cuando ya se había vuelto muy conservador.

–¿Qué domina en Utopía, el pesimismo o la esperanza?

–Es muy optimista, pese a todo. Pero la primera parte es absolutamente pesimista. Intento llevar a la escena de manera divertida la idea de que ya no es posible cambiar el sistema. Pero, de repente, hay una explosión y se da la vuelta a la tortilla. De lo negativo sale lo positivo. Es el espectáculo más ambicioso de mi vida y muy ligado a la realidad.

–¿No le preocupa sentirse solo, como un predicador en el desierto?

–Vivimos demasiado en el presente y con la idea de lograr todo muy pronto. Creo, además, que el calendario cristiano no ayuda. Estamos en el 2009, pero yo prefiero hablar del año 74.000, porque de esa fecha es la primera obra de arte hallada en la tierra.

Esa idea cambia totalmente la perspectiva. No somos nada, una hormiguita que vive 80 años, muy poco. Si no es ahora, la revolución puede ocurrir dentro de 10.000 años. El error de las utopías ha sido pensar que son cosa de hoy o de mañana.

–¿Hay más mensaje esta vez que provocación en su propuesta?

–Hay provocación física y política. En Utopía hablo mal de la izquierda y muy mal de Aznar. Leí su libro [Carta a un joven español], algo que pocos progresistas han hecho. Ha vendido un millón de ejemplares y lo que dice es infantil y ridículo. Mira al pasado continuamente, algo patético.

–¿Cómo ve a Berlusconi, alguien con sangre italiana como es usted?

–He vivido mucho más fuera de Italia, pero no soy indiferente a lo que pasa. Si lo miras de forma racional, es patético, terrorífico. Si lo observas con cinismo y como espectáculo, Berlusconi es locura pura; y lo mejor aún está por llegar, en los tres años de mandato que le quedan.

–Y Obama, ¿qué opinión le merece?

–No soy de los críticos con él. Muestra muchos deseos de cambiar pero tengo mis dudas de que lo logre. Obama no es americano, sino híbrido, tan africano como estadounidense. Eso le hace ser un relativista.

–¿Relativista? ¿En qué sentido?

–Es alguien con dos culturas y eso marca. Sé lo que digo; yo tengo muchas. Bush y Clinton eran americanos al cien por cien. Han nacido y vivido en el mismo ambiente y con la misma visión del mundo. Los americanos están orgullosos de esa ignorancia. Obama no es así, pero está rodeado de ignorantes. No digo que vaya a revolucionar el mundo, pero tengo mucha simpatía por él.