Barack Obama, premio Nobel de la Paz


La elección de Obama por sus esfuerzos en el desarme nuclear y en lograr la paz en Oriente Medio tiene más sombras que luces



DANIEL DEL PINO
Público




No ha pasado ni un año en el cargo, pero los gestos del presidente de EEUU, Barack Obama, le han llevado a ser galardonado con el Premio Nobel de la Paz, según ha anunciado este viernes el Instituto Nobel de Noruega.

El premio le reconoce sus esfuerzos por conseguir un pacto para el desarme nuclear, por impulsar el proceso de paz en Oriente Medio y fomentar la lucha contra el cambio climático. Obama, que en las últimas semanas ha visto como su popularidad caía en picado, se lleva este premio aunque surgen dudas al respecto.

Sólo en lo que respecta al programa para el desarme nuclear ha habido avances significativos. El mes pasado, Washington decidió anular el proyecto de Bush sobre el escudo antimisiles en Polonia y la República Checa, lo que llevó a Rusia a acordar con EEUU una reducción de su arsenal atómico, al que se sumaron más tarde otros países.

Pero en lo que se refiere al resto, Obama es, junto a Arafat y Simon Peres, otro ejemplo de que los esfuerzos, más que los resultados, sirven también para llevarse un Nobel de la Paz.

La primera reacción del presidente, que ya prepara una declaración oficial, ha sido exclamar "¡guauuu!", cuando ha recibido la noticia, según ha relatado el corresponsal de la emisora local de radio WTOP.

Pasos en falso

La mayor aportación de Obama hasta el momento es el cierre de Guantánamo, aunque parece difícil que la Casa Blanca consiga terminar con los procesos en enero como se había propuesto. Otro punto fuerte de su política es la vuelta de EEUU al redil internacional, comprometiéndose a poner fin a la era de las decisiones tomadas de manera unilateral sin contar con la ONU y su entrada en el Consejo de Derechos Humanos.

Pero ni siquiera esto se ha seguido al pie de la letra. Con la instalación de las bases militares en Colombia, por ejemplo, EEUU no ha querido escuchar la opinión del resto de países de latinoamérica. Y con decisiones como la de no entrevistarse en persona con el Dalai Lama estos días en Washington, el presidente no hace más que legitimar de una manera indirecta la violación de los derechos humanos en el Tíbet.

Por estos motivos, su política en determinados momentos ha parecido ambigua. Como decía esta semana Gore Vidal en una entrevista en el diario británico The Times, "Obama trata de agradar a todo el mundo, pero eso es imposible".

Sin avances en Palestina

En lo que respecta al proceso de paz entre israelíes y palestinos, Obama no ha conseguido más que lo que otros presidentes de EEUU alcanzaron antes: buenas palabras pero ningún movimiento firme camino de la paz.

Desde su llegada a la Casa Blanca, el presidente de EEUU empezó a promover con convicción una serie de reuniones entre todos los actores en el conflicto. La administración Obama puso el dedo en la llaga sobre los asentamientos israelíes y ha criticado en numerosas ocasiones al Gobierno del primer ministro, Benjamin Netanyahu, por la expansión de las colonias en Jerusalén y el West Bank.

EEUU considera que este es un punto determinante en la consecución de un acuerdo de paz duradero. También hizo hincapié en el derecho de Palestina a ser reconocido como un estado independiente de Israel. Pero las palabras no se han correspondido con los hechos. Israel sigue construyendo a destajo en las colonias y ni siquiera ha sido capaz de comprometerse con esa petición expresa de Obama de congelar los asentamientos durante un año para avanzar en las negociaciones.

Tampoco fue Obama contundente con la última invasión israelí de la franja de Gaza. La ONU y diferentes ONG han acusado al Gobierno de Netanyahu de violar los derechos humanos, pero basándose en su alianza histórica, lo único que se pudo escuchar desde la Casa Blanca fue un silencio incómodo.

Cambio climático: no hay acuerdo

La última asamblea general de la ONU sirvió de ejemplo para comprobar que el compromiso de EEUU con el cambio climático no es consistente. Obama se empeñó en rebajar los objetivos que se pactarán en la Cumbre sobre el Clima que se celebrará en diciembre en Copenhague. Al inicio de la reunión, el presidente de EEUU dijo: "No debemos hacernos ilusiones, nos queda por delante el trabajo más duro. Estamos buscando soluciones en medio de una recesión global, donde la prioridad de cada país es rescatar su economía y dar trabajo a su población. Así que todos nos vamos a enfrentar a dudas y dificultades", volviendo a poner los intereses económicos por delante del medio ambiente.

EEUU es el responsable del 25% de las emisiones del planeta y sigue envuelto en una lucha constante con países como China o India que reclaman condiciones más ligeras para terminar su industrialización. La situación sobre la reducción de las emisiones de CO2 a la atmósfera siguen en el mismo punto que las dejó Bush cuando se negó a firmar el protocolo de Kioto.

Guantánamo, la esperanza

El mayor logro de Obama en todo este tiempo ha sido cumplir su compromiso para el cierre de la cárcel de Guantánamo. El proceso está siendo más complicado de lo esperado, pero Washington no ha reparado en recursos y en acciones, pese a que muchas de ellas pusieran en evidencia las prácticas antiterroristas del país. Obama decidió repasar uno a uno los casos de los hombres detenidos por supuesta relación con las redes de Al Qaeda y en esas revisiones se ha demostrado que la mayoría de ellos confesaron ser terroristas por las torturas a las que habían sido sometidos.

A los encargados de evaluar los casos no les ha quedado más remedio que liberarlos y asegurarse de su protección buscándolos países de acogida. A finales de septiembre, otros 75 presos estaban listos para ser liberados En este momento hay 223 personas detenidas y sólo 63 podrían ser acusados de colaborar con el terrorismo islámico.

Agujero en Afganistán e Irak

Pero el afán de Obama por limpiar los ocho años de la política errática de Bush no se han visto tampoco recompensados con avances en Irak y Afganistán, los dos conflictos creados a raíz de los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas de Nueva York.

En Irak, EEUU cedió en junio el control de las ciudades a las fuerzas iraquíes después de un descenso notable de los ataques de la insurgencia y como paso previo para la retirada de las tropas pactada en 2011. Esta medida no ha sido efectiva y con el tiempo se ha comprobado que el Ejército y la Policía iraquí no es capaz de contener los atentados.

El pasado mes de agosto, un centenar de personas perdía la vida en Bagdad y 312 resultaban heridas por un ataque coordinado con coches bomba y morteros.

En Afganistán la situación es peor cada día y Obama no ha tenido más remedio que repensar la estrategia que anunció el pasado mes de marzo. Washington pensó que con un nuevo envío de 17.000 soldados y el reforzamiento de las labores diplomáticas encaminadas a construir la democracia del futuro en el país era suficiente para terminar con la guerra. Nada más lejos de la realidad. Los talibanes fueron capaces de atentar en Kabul a tan solo dos días de las elecciones que dieron de nuevo la victoria a Hamid Karzai, el hombre elegido por Bush para guiar los pasos del país.

Las acusaciones de fraude electoral se confirmaron la semana pasada con las denuncias del diplomático norteamericano Peter Galbraith. El secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, lo relevó de su cargo en Afganistán por su obstinación en denunciar el pucherazo de Karzai. Galbraith, que había sido embajador con Bill Clinton en Croacia, denunció que el jefe de la misión diplomática de la ONU en Afganistán, Kai Eide, estaba intentando encubrir, con el visto bueno de Naciones Unidas, el fraude electoral. La respuesta de Obama fue de nuevo el silencio.

El presidente lleva toda esta semana pensando cómo actuar en el país afgano. Por una parte, el informe que el general de las fuerzas de la ISAF, Stanley McChrystal, remitió al gobierno a finales de septiembre, es claro en que: primero, se necesitan más efectivos para combatir a los talibanes; y segundo, la corrupción del Gobierno de Karzai es tan peligroso para la OTAN como la propia insurgencia.

Pero el presidente de EEUU no tiene nada claro que un aumento de tropas vaya a significar una mejora de la situación y está pendiente de tomar una decisión en los próximos días. Los civiles, como decía McChrystal en su demoledor informe , son los principales afectados por la inoperancia de las tropas de la ISAF ya que no se sienten protegidos.

Esas mismas tropas lideradas por EEUU provocan matanzas como la del pasado 4 de septiembre. Un F-15 estadounidense bombardeó por orden de militares alemanes una zona en la que había dos camiones de combustible robados por los talibanes. Las explosiones afectaron a medio centenar de civiles que perecieron en la acción, removiendo la idea de que la presencia de las tropas internacionales en el país sólo les genera más peligro.