La historia de Los Sirex, por fin, en papel impreso


César Prieto nos cuenta en este texto de la lectura de “Los Sirex. 50 años de historia que ni La Escoba ha podido barrer”, el sensacional libro que sobre la gran banda barcelonesa han escrito nuestros compañeros Xavier de Castro y Àlex Oró


CÉSAR PRIETO
Efe Eme




Pienso ahora, al enfrentarme al soberbio volumen sobre Los Sirex que Xavier de Castro y Alex Oró han preparado, que las vidas de los hombres se engarzan como si el tapiz fuera a tener algún sentido. Viene a cuento el apunte filosófico al recordar que en mis años de vigor musical –cuando lo descubres todo, de los doce a los veinte, que a partir de ahí ya pasa a ser vicio– me crucé en varias ocasiones con marcas de los Sirex. La primera sin saber quiénes eran ni qué habían representado. Sí, señores, yo he estado en San Carlos Club, en mi preadolescencia, ni siquiera serían los 80. El local, seguramente adormecido y sin programación, sirvió de base para una firma de discos de cierto programa musical que los regalaba: ahora no lo sabría identificar, pero conservo impolutas imágenes del local en esa tarde de domingo: las escaleras, el escenario a la derecha, un mostrador de bar vacío –éramos chavales de apenas catorce años– y sobre todo esa luminosidad que me sorprendió. Lo recuerdo absolutamente todo blanco. Poco después me enteré por los mayores que ahí tocaban unos tales Sirex y que era su templo, su “Cavern”.

Pasaron los años, y en una postadolescencia que se extendió demasiado frecuenté con devoción ciertas amistades femeninas de un colegio del Ensanche barcelonés. Allí me cruzaba alguna que otra vez con un caballero que tenía una hija que asistía a la clase de mis amistades. Ya sabía entonces que ese caballero se llamaba Leslie y sabía qué había significado en la música de nuestro país. Y en el intermedio, ciertos conciertos, en Isla Fantasía, por ejemplo, un parque acuático que fue la gran novedad de las infraestructuras catalanas hasta la llegada de las olimpiadas.

En fin, la lectura de las más de 350 páginas de “Los Sirex. 50 años de historia que ni La Escoba ha podido barrer” despierta evocaciones, siempre pasa cuando se escribe con sabiduría y corazón, y los dos autores tienen sobrada cantidad de ambos. En un principio son historiadores, así que dominan el método y atienden más a la erudición que al mito –sin excederse nunca– y sobre todo a la documentación. Registran las apariciones en prensa del grupo y ofrecen ingente material gráfico entre centenares de fotos, muchas de ellas nunca expuestas, precisan cada aparición en televisión y radio, casi fechan cada concierto, listan sus apariciones publicitarias, estudian las circunstancias de cada una de sus dos películas, informan sobre todos los grupos que tuvieron que ver con ellos en conjunto o con alguno de sus componentes en particular… Agotan, en resumen toda la información sobre Los Sirex y argumentan –y discuten entre líneas a veces– con los numerosos testimonios orales de casi todos los que pasaron por el grupo o intervinieron de alguna manera en su andadura.

Pero lo que hace excelente a un libro sobre música no es únicamente que sea un estudio riguroso, sino que logre captar la pulsión de una época, y eso también lo consiguen con creces. Las ilusiones, las dificultades, la ensoñación que supone todo lo que rodea a las canciones es lo que realmente puede dar vida a la obra. Nunca puede tener sentido una precisión sobre un concierto o cualquier otro dato si no consigue que yo desee haber estado allí. La pugna sobre quien se llevaba las primeras Fender que llegaron a España a través de la tienda de instrumentos Montserrat es causa de una interesante narración que despierta el impulso de participar en la carrera. Y a ésta visión costumbrista se añaden otras como los vermuts –con berberechos, se precisa– que se cruzaban los grupos en Arenys de Mar –unos iban a actuar a la Costa Brava y otros volvían–, los pasillos de la Televisión Española de la época, las independientes en los años 60 –que es lo que Vergara era realmente– o la página de la revista “Fonorama” –que recoge en el libro la 107– en la que Guillermo, la cabeza pensante del grupo, perpetra un texto que es puro Jardiel Poncela. En este sentido, lo realmente emocionante para mí es descubrir que Los Sirex, segundos antes de iniciar su etapa psicodélica solían quedar antes de los ensayos en Can Ros, una tasca del barrio de Gracia para tomar café y jugar al dominó. Imaginen a cualquier grupo de primera fila actual haciendo lo mismo y les entrará la risa tonta, y sin embargo en Los Sirex queda de lo más natural.

Así que reflejo de época conseguido, datos eruditos sin tacha –¿sabían ustedes que Los Sirex llegaron a tocar en Rockola?–, discografía comentada muy por extenso y tono general divertidísimo –el momento supremo son las indagaciones para saber si Los Sirex actuaron como músicos de sesión de Karina–. Si le añades que la edición es seguramente la mejor que se ha hecho nunca en un libro sobre un grupo español (portada dura, cuidado el papel y la tipografía, tamaño de libro de regalo), la compra es obligada.

Y con él, por fin, tenemos ya las biografías de los tres grandes de los sesenta: Brincos, Salvajes y Sirex. A ver si ahora con un poco de suerte empiezan las biografías de los grupos menores.