Lars Saabye Christensen: "Cambiaría todo mi éxito literario por haber sido Paul McCartney"


Llega a España Beatles, un retrato generacional de los 60 del autor de culto noruego


ALBERTO OJEDA
El Mundo




Los Beatles empezaron a gestar su leyenda en el revuelto escenario de los 60, cuando parecía que unos cuantos jóvenes airados iban a poner el mundo del revés. La cosa, al final, no pasó mayores y todo su fervor contracultural quedó poco a poco desactivado. Lars Saabye Christensen (Oslo, 1953) cabalgó sobre aquel seísmo generacional. Soñó con formar un grupo, emular al cuarteto de Liverpool y comerse el mundo. Soñó también con derrocar a un poderoso enemigo llamado imperialismo, que por entonces le había hincado el diente a Vietnam. Sueños, todos ellos, demasiado grandes para un joven de Oslo en cuyo camino se cruzaron las drogas para crearle mayor confusión. Pasado el tiempo, y recobrada ya la serenidad, el autor noruego sintió la necesidad de revisar aquella etapa vital tan agitada. Y lo hizo como mejor sabía: escribiendo un libro, que tituló, precisamente, Beatles. El éxito no tardó en llegar. Para los noruegos de su edad actuó como un espejo en el que se veían reflejados. Ese fue el resorte que disparó sus ventas a mediados de los 80. Y no han cesado hasta hoy, cuando está considerada como una novela de culto y su lectura figura como obligatoria en los programas lectivos de la enseñanza secundaria noruega. Ahora, 25 años después de que fuera publicada en el país nórdico, llega a España de la mano de Maeva su primera traducción en nuestra lengua.

Pregunta.- ¿Escribió Beatles porque necesitaba pasar a limpio su convulsa adolescencia?

Respuesta.- Sí, sentía la necesidad de reordenar aquel tiempo. Pero esperé al momento apropiado, cuando todavía mantenía un nítido recuerdo del ambiente de la época: la música que escuchábamos, los olores, las clases en el colegio..., pero además había ganado la distancia adecuada para asomarme, ya con cierta serenidad, a aquella etapa de mi vida.

P.- ¿Qué sensaciones experimentó al revivir aquel periodo?

R.- Fue un placer, porque el libro es un homenaje a la música que me acompañó todo ese tiempo. Pero también tiene un punto melancólico, claro, porque suponía pasar página definitivamente, dejar atrás todas aquellas vivencias tan intensas.

P.- ¿Beatles nació con la vocación de prolongarse con otras dos partes, hasta formar una trilogía, como finalmente ha sucedido?

R.- No. Mi intención era escribir un solo libro. Pero como tuvo tanto éxito y gustó tanto empezaron a pedirme que escribiera el segundo, pero yo me negaba. Y cuando dejaron de insistir fue cuando me puse a escribirlo. Como escritor no me trazo planes a largo plazo.

P.- ¿Ha vuelto a disfrutar de la música como lo hacía entonces, cuando era casi la piedra angular de su existencia?

R.- Es algo que me pregunto muchas veces. En la edad de los protagonistas de la novela es cuando estás más abierto, cuando absorbes lo que te llega con mayor voracidad, porque entre los 12 y los 18 años estás todavía vacío y sientes la necesidad de forjar tu personalidad. Ahora, como adulto que se acerca a la vejez, me cuesta mucho trabajo dejarme encantar, pero, si me lo propongo, todavía lo consigo. Hoy incluso me dejo encantar por impresiones que de joven me hubieran provocado indiferencia.

P.- ¿Qué quiere decir: que ahora escucha a Bach, Beethoven, Mozart...?

R.- (Risas) No exactamente. Después de haber alucinado en los 60 con los Beatles, Dylan, The Doors y otros tantos, sólo he vuelto a sentirme arrollado salvajemente por Tom Waits. Al escucharle volví a sentir el encanto de lo desconocido, sus letras me maravillan.

P.- ¿Y a los Beatles, los sigue escuchando con frecuencia?

No, con frecuencia no. De hecho cuando escribía la novela no me los ponía nunca, porque quería evocar las impresiones que guardaba en mi subconsciente de los años en que los gocé al máximo.

P.- Y Norwegian Wood, la canción de los Beatles que desencadena la trama en Tokio Blues de Murakami, ¿qué le parece?

R.- Una maravilla. Los noruegos de mi generación le dábamos muchas vueltas a esta canción. Su título era un misterio, y cada uno le daba su interpretación personal.

P.- ¿Y cuál es la suya?

R.- Yo la asocio a los bosques de aquí y al aroma del tabaco noruego que fumábamos. A una marca en concreto de un tabaco de liar que comprábamos porque era barato y que se llamaba Cuento de hadas, un nombre que siempre me pareció muy poético.

P.- El protagonista, Kim, se queda petrificado cuando ve en la Galería Nacional de Oslo El grito de Munch. Se reconoce inmediatamente. ¿Usted también se identificó con ese cuadro en los 60, como un tipo atronado por la dialéctica ideológica entre el bloque comunista y el capitalista, por la música enrabietada de la época, por las drogas...?

R.- Beatles no es una autobiografía, aunque, por supuesto, lo he escrito a partir de mi propia experiencia. Es la historia de un niño, con tendencia a la soledad, que se desmorona y que debe volver a reconstruirse. Cuando ve por primera vez la pintura de Munch experimenta algo que remueve por dentro: es un cuadro que puede oírse. Kim, al mirarlo, también siente en sus oídos el grito, y se le queda metido dentro por mucho tiempo, años, y no logra sacárselo de su conciencia.

P.- Ha triunfado en la literatura. ¿Aún así hubiera preferido ser Paul McCartney?

R.- Sin duda que me cambiaría por él. Pero por el McCartney de los Beatles, claro, no por el de los divorcios (Risas).

P.- Oslo es una de las protagonistas del libro. ¿Cómo ha cambiado la ciudad en comparación con la de sus andanzas juveniles?

R.- Entonces era una pequeña ciudad en un rincón de Noruega, un pueblo casi. Había una división muy marcada entre los distintos barrios por razón de la capacidad económica de sus habitantes. A mí por ejemplo ni se me ocurría cruzar el río, porque eso suponía entrar en un mundo ajeno al mío. Vivía en el lado oeste, donde residen las clases acomodadas, y al otro lado estaba la gente más pobre y desfavorecida. La principal diferencia es que hoy ha adoptado todas las costumbres continentales y la inmigración lo ha hecho más multicultural, pero la división del río aún sigue muy vigente.

P.- Como escritor noruego, ¿qué le parece la rehabilitación que se está haciendo de la figura de Knut Hansum?

R.- Hansum es el autor noruego más importante junto con Ibsen. Como sucede con muchos autores, es posible ser ideológicamente un imbécil y a la vez un autor extraordinario. Hansum es un caso paradigmático de esta dicotomía. A pesar de su obsceno apoyo a los nazis durante la ocupación Noruega, ningún escritor de aquí puede sustraerse a su obra, ya sea para amarla u odiarla.