"Sweet fist", Super 400 (2009)


KEPA ARBIZU
Lumpen




Es lógico que si se hace un acercamiento somero al grupo Super 400 se les encuadre dentro de la lista de grupos que se dedican a hacer un blues-rock con la vista puesta en los setenta. Está claro que ésa pasa por ser una de las influencias básicas de esta banda, pero también hay que tener en cuenta que son capaces de abarcar otros muchos matices, consecuencia de los gustos musicales de sus integrantes, donde el soul y cosas como Beatles, Led Zeppelin o The Who dejan su impronta.

Son ya más de diez años de vida musical la de estos neoyorquinos, no especialmente fecundos si hablamos de discos editados. “Sweet fist”, su nuevo trabajo, hace el número cuatro si obviamos un directo editado en el 2005.

De manera consciente o no, el título escogido creo que ejemplariza a la perfección la sensación que supone adentrarse en el sonido del grupo, no digamos ya en su directo. Poseen una enorme pegada, y a pesar de basarse sólo en guitarra-batería-bajo, suenan atronadores cuando desarrollan todo su potencial pero también muy delicados y emotivos cuando optan por el camino más lento.

La portada del nuevo trabajo también tiene su importancia, ya que está realizada por el mismo autor que la del disco "Revolver" de The Beatles, el fotógrafo Klaus Voorman. Y para terminar con los datos históricos hay que reseñar que la grabación ha tenido lugar en los míticos Ardent Studios.

Su nuevas canciones, como es habitual en ellos, se van a centrar mayoritariamente en un hard-rock con tintes blues. “Needle down” abre las hostilidades con una base rítmica demoledora perfectamente acompañada de abrasivos riffs y potente voz. En algunos temas como “FFMN”y “Thorn tree” suenan más oscuros y densos, como salidos de una mezcla entre Black Sabbath y Led Zeppelin. En “Dreamboat”, sin embargo, el sonido se deja llevar por un aire psicodélico y onírico, algo parecido a lo que sucede con “White bird”, transmisora de un ambiente asfixiante. “Wave” disminuye el tono “heavy” de las guitarras en detrimento de un ritmo mucho más contagioso que consigue un excelente resultado.

Es “Sand hill” uno de los temas en el que el grupo tira de otras influencias, en este caso el blues. “Thought it was the end” utiliza la guitarra acústica como hilo conductor para crear un tema de rock americano tradicional, recordando los popios Rolling Stones o la Creedance Clearwater Revival. “Devil song” se acerca al folk y es de nuevo una guitarra acústica la que hace, casi exclusivamente, la labor de acompañar a la voz en una estupenda canción. Son estos temas los que avalan que no estamos ante un grupo que simplemente se encuentre cómodo en registros duros y contundentes, precisamente uno de sus puntos fuertes es demostrar pericia, también, en composiciones más lentas.

Dos son los temas que desentonan y que no tienen especial cabida en un trabajo como éste. Pueden ser palabras demasiado duras para “Flaslight”, un pop-rock de guitarras distorsionadas, interpretado por la bajista Lori Friday, que sin ser de un nivel muy bajo, no parece encajar demasiado bien con el grueso del disco. La que sí que no tiene ninguna explicación es la versión del clásico de Carole King, “I feel the earth move”. Intentar transformar un tema de exquisita delicadeza en un hard rock con tintes soul no es nada fácil.

El trío neoyorquino da la razón a aquel famoso anuncio en que explicaba la inutilidad de no ponerle control a la fuerza. Ellos son un vivo ejemplo, derrochan potencia en cada una de sus composiciones pero siempre perfectamente diseñada sin llegar a saturar ni a desbarrar lo más mínimo, cosa que es posible gracias a las diferentes influencias que manejan. “Sweet fist” puede ser que no llegue a la altura de discos tan perfectos como “Blast the message”. En el actual se echa en falta algo más de “colorido” musical, resultando en ocasiones algo monolítico, pero eso no impide que siga siendo un placer disfrutar de sus arrebatadores ritmos.