El abrazo de los monstruos


Las criaturas del dibujante y escritor Maurice Sendak han fascinado a varias generaciones. Sus monstruos buenos, que obedecen a un niño en busca de sueños, nos sumergen en una noche infantil de vampiros enamorados y otros personajes de los cuentos


ANDREA AGUILAR
El País




En el otoño de 1963, apenas unas semanas antes de que el presidente Kennedy fuera asesinado en Dallas, llegó a las librerías de Estados Unidos Donde habitan los monstruos, de Maurice Sendak. Se trataba de un libro ilustrado infantil en formato horizontal, algo poco frecuente en aquellos años. Aún más chocante y polémica resultó ser la trama en la que un travieso niño, Max, amenaza enrabietado con comerse a su madre y ésta le castiga sin cenar. ¿Un mocoso amedrentando a su madre? ¿Una madre perdiendo los papeles y dejando al crío sin cenar? Aquello estaba llamado a encender todas las alarmas y a convertirse en un éxito editorial sin precedentes.

"Cambió el paradigma", explica el experto en la obra de Sendak John Cech, profesor de la Universidad de Florida. "Instauró un nuevo tono que rompía con el conformismo de la década de los cincuenta. Aunque en América siempre nos ha gustado pensar que los chavales malos tienen buen fondo, y ahí está Tom Sawyer, hasta que llegó Max, los niños protagonistas de libros ilustrados eran flojos". Con su rebelde protagonista, Sendak recuperó la tradición del héroe clásico que emprende un viaje a tierras lejanas, se enfrenta a la aventura y regresa triunfante. Formalmente esta obra supo incorporar la tradición de libros ilustrados del siglo XIX y desarrollar un nuevo ritmo gráfico. Los bellos dibujos ganan espacio hasta rebasar incluso los márgenes en las escenas de juerga de Max con los monstruos, exentas de palabras.

El revolucionario libro fue un fenómeno sociológico desde el principio, y su popularidad no ha hecho más que crecer con los años. Ha sido una seña de identidad de la corriente contracultural de los años sesenta, un guiño progresista en versión libro infantil para niños. Y cuatro décadas después de su publicación, Donde habitan los monstruos mantiene intacta su categoría de icono cultural. Obama lo leyó en los jardines de la Casa Blanca a un grupo de escolares en Pascua y confesó que es uno de los favoritos de sus hijas. Se calcula que hay cerca de 19 millones de ejemplares en circulación en todo el mundo. La película dirigida por Spike Jonze -cuyo guión firma junto al escritor Dave Eggers-, una novela escrita por éste, un documental sobre Sendak -preseleccionado para los Oscar- y la primera exposición comercial en EE UU de sus litografías y bocetos en la galería Animazing de Nueva York han reforzado este año el tirón de un mito firmemente asentado. Al fin y al cabo, ya son varias las generaciones que han crecido gozosamente asustadas por los monstruos que el pequeño salvaje Max se topa en el viaje imaginario que emprende desde su habitación.

Sendak ha confesado que a él lo que le aterrorizaba de niño eran sus parientes. En ellos se basó para crear a sus monstruos. "Venían de Europa y pasaban por casa para comer los fines de semana. Tres tíos y tres tías que apenas hablaban inglés", ha explicado en varias entrevistas. "Te estrujaban la cara y pensaban que eso era un gesto cariñoso". Las escasas dotes de su madre en la cocina y el largo tiempo de espera le hacían fantasear con la idea de que podrían acabar pegándoles un bocado a él o a alguno de sus hermanos.

Hijo de inmigrantes judíos de Polonia, Sendak nació en Brooklyn en 1928. Su mala salud le mantuvo en casa muchas horas pintando. El irreverente Mickey Mouse de la primera época era su máximo héroe antes de que se convirtiera en "una cosa gorda y vacía". Autor de culto elevado a la categoría de héroe por su legión de seguidores, el humor y la sinceridad de Sendak, que se autodefine como un cascarrabias, son legendarios. Nunca ha dudado en expresar su desprecio hacia los padres que temen contar a sus hijos historias que puedan dar miedo. "Puedes decirles lo que quieras", afirma en el nuevo documental Tell them anything you want, "pero díselo sólo si es verdad". Autor e ilustrador de más de un centenar de libros, Sendak ha trabajado en proyectos televisivos, en óperas -una de ellas, adaptada con Tony Kushner-, e incluso diseñando escenografías de ballet. Desde hace décadas, el autor vive en Connecticut. En 2008, un año después de la muerte de su pareja durante más de 40 años, el psicólogo Eugene Glyn, hizo pública su homosexualidad en un artículo de The New York Times.

La historia de Donde habitan los monstruos arranca en la primavera de 1950. La librera jefe de la juguetería FAO Schwarz de la Quinta Avenida organizó un encuentro informal entre su vieja amiga la influyente editora Ursula Nordstrom y un talentoso joven del equipo de escaparatistas. No se equivocó. Tras aquella cita, Sendak obtuvo su primer contrato editorial. Pasó la siguiente década ilustrando los libros de otros y formándose bajo la atenta tutela de su mentora, que le animó incluso a viajar a Europa. La gran mujer que se esconde tras el enorme Sendak dirigió con audacia el llamado Departamento de Libros para Niños y Niñas desde 1940 en Harper's Collins. Cuando le preguntaron, años después, cuáles eran sus méritos para ocupar ese puesto, dado que ella no era bibliotecaria, ni había ejercido la docencia, ni tenía hijos, Nordstrom contestó: "Fui niña y no se me ha olvidado una sola cosa de aquello". Su lema fue: "Libros buenos para niños malos".

En febrero de 1963, Ursula escribió a Sendak animándole a emprender un nuevo proyecto: "Me encantó escucharte el otro día cuando estuviste en la oficina que deseas escribir e ilustrar tu propio libro en vez de hacer los dibujos para otra gente. Eso sería maravilloso". Sus palabras surtieron efecto y unas semanas después el autor compró unos cuadernos de espiral y empezó a trabajar con ahínco. El título provisional fue Donde habitan los caballos salvajes. "Dice que lo cambió porque no sabía pintar caballos", cuenta entre carcajadas el abogado Sheldon Fogelman, agente del autor desde los sesenta.

Aquellos bocetos y trabajos preliminares se conservan hoy en la librería Rosenbach de Filadelfia, la misma donde se encuentra la biblioteca de Herman Melville, un autor fetiche para Sendak. Los plazos de entrega de Donde habitan los monstruos se estiraron al máximo. La impresión fue a cuatro tintas, pero se logró mantener un precio asequible. Nordstrom mandó contrarreloj por mensajero unas galeradas para que el libro tuviera opción de entrar en las listas de los mejores del año. En 1964 recibió la prestigiosa Medalla Caldecott, el máximo galardón otorgado por los bibliotecarios estadounidenses, que asegura que un libro nunca quedará descatalogado. En 1970 ganó el Hans Christian Andersen y acabó por consagrarse a nivel internacional.

El éxito no estuvo exento de polémica. "Eso siempre favorece las ventas", afirma el veterano Fogelman. "Era algo tan distinto y poco convencional que en el Reino Unido tardaron tres años en sacarlo". La fama de este clásico de Sendak ha corrido en paralelo a la explosión que desde los sesenta ha experimentado la literatura infantil. "El sector ha cambiado en todos los sentidos, desde cómo se hacen los libros hasta en qué lugares se venden", explica el abogado. "Sendak hizo las cosas muy bien. Al sacar su siguiente libro, La cocina de noche, que también fue muy polémico, dijo que se trataba de una trilogía. Ha trabajado incesantemente y ha experimentado en otros campos. Es un gran artista".

El estudio y la fascinación por su obra se han expandido a todos los campos imaginables. Desde joyeros hasta académicos, pasando por cineastas, Sendak ha sido fuente constante de inspiración y estudio. Una de las últimas iniciativas ha sido terribleyelloweyes.com, una web que ha reunido el homenaje de más de un centenar de ilustradores internacionales a Donde habitan los monstruos. "Quería expresar mi devoción por esta obra, y como no sabía hacerlo con palabras, opté por los dibujos", explica el creador de este proyecto, Corey Godbey.

Símbolo de una época en la que EE UU experimentaba las revueltas por los derechos civiles y las protestas contra Vietnam, este libro infantil fue el himno de una generación. "Un par de años después de haber salido, te cruzabas con gente por la calle que parecían los monstruos", dice el profesor Cech. Sendak recordó a todos la valentía, audacia, rebeldía y fuerza de los niños. Ni juventud, ni adolescencia, Max demuestra que la infancia es la edad más osada y salvaje.