El tupé vuelve a crecer


La música de los cincuenta resucita y cada vez más grupos adoptan sonidos ‘oldies’ anteriores al rock


JESÚS MIGUEL MARCOS
Público




Leonard Cohen fue la gran sorpresa del cartel del Festival Internacional de Benicàssim en 2008. Un canadiense septuagenario encabezaba el programa de un festival lleno de veinteañeros que no habían nacido cuando el músico publicaba sus grandes clásicos.

Sin embargo, los espectadores más avispados se percataron de otra rareza: un tal Vincent Vincent y su banda, The Villains. Este grupo parecía recién salido de un túnel del tiempo: de los años cincuenta al siglo XXI. Su repertorio incluía rock and roll primitivo, rhythm and blues clásico y fieles aproximaciones al doo wop, lo último que el espectador medio espera encontrar en Benicàssim, salvo... que ese sonido se haya puesto de moda.

¿Era el caso? Cualquier fenómeno necesita ser analizado desde los datos, y aquí había uno especialmente significativo: Vincent Vincent y sus Villanos acababan de ser contratados por EMI, convirtiéndose en la primera banda de rock and roll clásico que firmaba por una multinacional en 20 años. Un simple vistazo alrededor revela que no han sido los únicos. En los últimos meses han aparecido numerosas bandas que rescatan sin complejos la música que se escuchaba en EEUU justo antes de la explosión que lo cambió todo: la explosión del rock and roll.

El grupo que ha recuperado con más fidelidad el sonido de la época es también el que más repercusión ha alcanzado. Kitty, Daisy & Lewis son tres hermanos de 17, 21 y 19 años que en cuestión de meses han pasado de tocar en celebraciones familiares a ser teloneros de Coldplay. "Nos gusta toda clase de música, pero la de los cuarenta y cincuenta es la que más nos llega. Tiene una energía especial, un fuego que no encuentro en la música de otra época. Te pone a bailar", responde a Público Kitty Durham, la menor del grupo.

Batería a los siete años

Los tres hermanos han convivido con la música desde que nacieron. Su padre, Graeme Durham, es músico y fundador de los prestigiosos estudios de grabación The Exchange, de Londres; mientras que su madre, Ingrid Weiss, tocó la batería en el grupo femenino The Raincoats, pioneras del punk y precursoras del movimiento riot girrrl. Ambos les acompañan sobre el escenario en sus giras. "He tocado instrumentos musicales desde que estaba en la cuna. Cuando tenía siete años pedí una batería por mi cumpleaños y mi padre, que es un tacaño, me dio la suya, que estaba bastante vieja", recuerda Kitty entre risas.

Viendo la trayectoria de sus padres melómanos, no es difícil intuir cómo Kitty, Daisy & Lewis han desarrollado el gusto por la música de los cincuenta. Más complicado es explicar por qué el grupo revelación en Inglaterra el año pasado, Glasvegas, también le ha puesto un tupé a su sonido. Según Rab Allan, guitarrista de la formación, "a los 15 años empecé a escuchar a Oasis. En las entrevistas hablaban de sus influencias: The Beatles y The Rolling Stones. Luego tú también te metes en la discografía de estos grupos y, tirando el hilo, descubres a los que les influenciaron a ellos. Evidentemente, no es un proceso muy habitual en un joven normal, pero sí en alguien apasionado por la música".

Elvis está vivo

La resurrección de los tupés es un fenómeno totalmente inesperado. Desde principios de los noventa, para el britpop toda la música anterior a los Beatles sencillamente no existía. Ni siquiera el punk, fenómeno musical destructivo con casi todo, se atrevió a ningunear al rock and roll. Los Sex Pistols hacían versiones de Eddie Cochran y el parecido entre las melodías de los Ramones y las de Chuck Berry es evidente.

Glasvegas, con su rock ruidoso con sabor a oldie, han reconciliado dos mundos paralelos. "Sí, me encanta el blues y el primer rock and roll, el de los años cincuenta, como Elvis Presley y Jerry Lee Lewis. A todo el grupo nos inspira esa música", explica Rab Allan.

El primer músico que se puso tupé en el siglo XXI, y con mucho éxito, fue Richard Hawley. El ex guitarrista de Pulp, uno de los grupos punteros del britpop, ha ido derivando hacia sonidos pre-rock a medida que avanzaba su carrera en solitario. Por eso y por sus baladas románticas le llaman el Roy Orbison del siglo XXI. Él también cree que la perspectiva musical del britpop fue reducida. "Ves el tablón de anuncios de nuestro estudio y todos los grupos mencionan a Suede o a Blur. Nadie habla de Chuck Berry o Bo Diddley. Eso provoca que la música pierda hondura", explicó el músico en una entrevista con el diario The Guardian.

La década de los cincuenta y el momento histórico actual tienen más cosas en común de las que parece. Entonces, la juventud se rebeló contra un mundo anestesiado, moralizante y políticamente correcto, que se curaba las heridas de la II Guerra Mundial. Esa carencia de objetivos que padecían los jóvenes, en un mundo donde todo se les daba hecho, tiene su referente en el deterioro de los valores y los ideales que se vive en la actualidad.

En ese sentido, Christopher Owens, el 50% del dúo Girls (procedentes de San Francisco, son una de las revelaciones de este año), razona por qué sus canciones tienen influencia de la música de los cincuenta: "Es un sonido muy bonito e inspirador. Creo que el mundo en estos momentos es un lugar horrible, especialmente en América. Hay dos maneras de reaccionar: de forma negativa, con rabia, que quizás funcionaba cuando era un adolescente y escuchaba punk. O puedes hacer algo bello. Quizás por eso la gente vuelve a esos sonidos de los cincuenta, porque eran muy bonitos".

Prohibido el rock

Curiosamente, Owens entró en contacto con esa música en una situación totalmente opuesta a la de Kitty, Daisy & Lewis. "Crecí en un entorno religioso. Cuando era niño, no me dejaban escuchar música rock. Yo quería escuchar a Guns ‘N' Roses y en cambio me ponían a los Everly Brothers y a Elvis Presley. Ahora siento que ha sido una buena influencia", cuenta el músico.

Los revivals son algo de sobra conocido en el mundo de la música. Sólo hay que mirar el reciente regreso a los ochenta. Lo raro en esta ocasión es que el salto sea de cincuenta años. Aunque hay quién opina que no es para tanto, como el músico norteamericano M. Ward: "Para mí esa música no es música antigua. Todo depende del concepto que tengas del tiempo. Mirando la historia de la humanidad, 50 años no son muchos, ¿verdad?". Está claro. Loquillo le daría la razón.