'¡Olvídate de mí!'


JUAN MANUEL FREIRE
Rockdelux



"¿Qué darías por quitarte un mal rollo de la cabeza?", preguntaba el dudoso eslogan español de una película cuyo título traducido también podía llevar a engaño, a pensar que Jim Carrey volvía con otra comedia gansa. La pregunta clave de "El eterno resplandor de la mente inmaculada" -ese es su título verdadero, tomado del poema "Eloisa a Abelardo" de Alexander Pope; también se usó en "Cómo ser John Malkovich" (Spike Jonze, 1999)- es más algo como: ¿de verdad sueñas con borrar el pasado? Si hubo amor, amor del serio, del que deja su marca, es un poco complicado.

Pico gemelo en las carreras de Michel Gondry, el aspirante a inventor convertido en genio del viodeclip, y Charlie Kaufman, uno de esos extraños casos de guionista estrella, esta película de cuyo nombre español no quiero acordarme nos recuerda que amamos a quien amamos, y que contra eso no hay remedio posible. Ni la distancia ni el tiempo ni nada de nada. Tampoco sirve la tecnología lo-tech de Lacuna Inc., empresa imaginaria dedicada a eliminar recuerdos por encargo; "lacuna" significa laguna en latín. A su clínica se dirige Joel (ejemplar Jim Carrey) tras saber que su ex novia Clementine (Kate Winslet, alejada por fin de los papeles de época) ha pasado por allí para dejarle fuera de su cabeza. Como revancha, él hará lo mismo. Se acabó y punto.

Pero durante el proceso de borrado, el pobre Joel empieza a recordar por qué conectaron, cómo brillaba su cálidad intimidad. cómo ella lograba que sacara al mundo una energía que antes sólo sabía expresar en sus dibujos. Joel se ahoga en el mar de recuerdos y advierte una verdad -en este momento- incómoda- su amor está por encima de peleas, rencores, celos y todo lo que es el pequeño desacuerdo cotidiano. Para detener el olvido, se lanza a una huida desesperada, mente adentro, arrastrando a Clementine a los pocos espacios de su cerebro donde los (superfumados) técnicos de Lacuna Inc. carecen de acceso; eventos traumáticos de infancia.

Entre la comedia romántica de otro mundo y el melodrama de ciencia ficción, el puro slapstick y la abstracción arty, '¡Olvídate de mí!' no se parece a casi nada. Si acaso, es heredera por sus disgresiones mentales en el tiempo de 'La jetée' (Chris Marker, 1962) y 'Te amo, te amo' (Alain Resnais, 1968); de hecho, apareció como un ovni fantacientífico-sentimental de raigambre europea en mitad del pétro paisaje hollywoodiense y la buena crítica, claro, supo apreciarlo. También se parece a una película que no existe: la 'Desafío total' que David Cronenberg intentó rodar y no pudo, centrada en el aspecto humano y no, como la de Paul Verhoeven con Arnold Schwarzeneger de 1990 -enteramente disfrutable, por otro lado-, en el más bélico y espectacular.

Si en el relato detrás de 'Desafío total' el escritor Philip K. Dick planteaba la posibilidad de hacer implantes en la memoria, en el filme de Gondry se ofrece la opción de sustraerla. El corazón de la película es una visualización del proceso de disolución de la memoria: una serie embrujadora de metáforas visuales y auditivas del olvido: bibliotecas cuyas estanterías se plagan de libros con el lomo sin identificar, rostros desdibujados, con partes indescifrables de la anatomía humana donde debería haber ojos, narices o labios; y paisajes que se desvanecen literalmente ante nosotros, como esa casa en la playa nevada cayendo en escombros. Por el camino uno se maravilla con el gran festín visual propuesto por el realizador, que tiene tanto de recapitulación como de promesa -aún incumplida- de futuro, y queda sorprendido por el romanticismo sobrecogedor de este Kaufman; el hombre que hizo cosquillas a nuestro cerebro con sus libreros sobre la subjetividad humana para 'Cómo ser John Malkovich', 'Human nature' (2001, la primera película de Gondry) y 'Adaptation (El ladrón de orquídeas)' (Spike Jonze, 2002) se revelaba capaz de horadarnos el corazón.

EL viaje tecnoemocional no empieza y acaba, sin embargo, en la cabeza de Joel. Fuerade ella también suceden cosas, y gente, en apariencia poco importante -el equipo de Lacuna Inc. y su jefe, ese Dr. Mierzwiak encarnado por un extraordinario Tom Wilkinson- resultan figurar en el epicentro de historias con "pathos", además de contar más de lo aparente en el drama de Joel y Clementine. Ellos aportan capas adicionales al ya de por sí complejo entramado del dolor de héroe y heroína. Si añadimos al conjunto una estructura temporal no lineal que invita a segundos o infinitos visionados -todos ellos realmente diferentes-, obtenemos una experiencia cinematográfica como pocas se han vivido en los últimos años.

Y lanzado de pleno a la hipérbole, la película más profunda nunca filmada sobre el amor y todas sus etapas. Como las grandes obras de arte, destruye y cura simultáneamente, además de despertar la conciencia de la vida.