Pequeño catecismo para la clase baja – August Strindberg


SRA. CASTRO
Solodelibros




Capitán Swing Libros reúne en Pequeño catecismo para la clase baja, el texto así titulado junto con varios otros que recogen las ideas que el escritor sueco August Strindberg albergaba respecto a algunos de los temas más candentes de su época, como la lucha de clases o la cuestión femenina.

Lúcido e irreverente, Strindberg se muestra además en estos textos como un observador implacable, iconoclasta, sin pelos en la lengua y dispuesto a hacer oír su voz sin prestar atención a las consecuencias, e incluso vanagloriándose de ellas. Strindberg se jacta en algunos de estos textos —que abarcan un periodo de treinta años, aproximadamente desde 1880 a 1910—, de haberse visto obligado a auto exiliarse como consecuencia del clima contrario a su obra y su persona que respiraba en su país, o haberse visto ninguneado como autor por algunos intelectuales suecos.

Entre los escritos que recoge Pequeño catecismo para la clase baja se encuentran un texto que habla sobre lo que entonces se conocía como la cuestión femenina: el prólogo que preparó para su polémica colección de narraciones cortas dedicadas al matrimonio, publicada bajo el título de Giftas (Casarse). Strindberg fue un terrible misógino, pero no hay que perder de vista que su misoginia era fruto de varias experiencias sentimentales desastrosas. De modo que, más que en contra de la mujer, el autor se mostraba en contra del matrimonio.

Más concretamente, Strindberg era contrario al matrimonio burgués, en el que veía una condena para el hombre, obligado a trabajar y servir a una mujer de por vida. Por ello, era partidario de la educación o el sufragio femenino, es decir, de todo aquello que significara mayor igualdad entre sexos; lo que redundaría en una nueva clase de matrimonio, el cual la mujer no viera como un negocio, ni el hombre como una servidumbre.

En contra de la servidumbre se muestra también en los textos dedicados a la lucha de clase, como el que da título a esta recopilación, pero también Barrizal otoñal o Si la clase baja supiese. En estos textos defiende la existencia de una clase productiva, entendida como la que produce cosas necesarias, dotadas del valor que les confiere su utilidad; la cual vive sojuzgada por la clase improductiva, aquella formada por quienes no sólo no crea nada empíricamente útil, sino que explota a la clase productiva.

Para Strindberg la clase improductiva somete a la productiva gracias a la moral, la religión y las leyes, que el autor juzga como ardides inventados para mantener el statu quo por quienes ponen las reglas del juego deseando mantener ventaja, es decir, no perder los privilegios que se han arrogado.

Puede que Strindberg sea excesivo, su carácter rebelde roza en ocasiones lo destructivo. Pero su franqueza sin ambages dota a sus escritos de una fuerza demoledora, que puede resultar incómoda, pero es sobre todo genuina y hasta necesaria. Strindberg apuntaba a los males de su época, resaltándolos, en ocasiones incluso deformándolos bajo la lupa de aumento de su propia opinión. Y si alguna vez peca de jactancioso, casi siempre sorprende por la honradez y valentía con las que juzgó su tiempo.